Por Juan Carlos Dos Santos *
El Jerusalem Post, uno de los medios impresos y digitales más importantes e influyentes de Israel, editorializó en su edición en inglés la importancia de que las representaciones diplomáticas de todos los países acreditados ante el gobierno de Israel se muden definitivamente a su capital, Jerusalén.
La publicación es del pasado jueves 18 de mayo, y coincidió con el aniversario de la reunificación de la ciudad de Jerusalén en el calendario hebreo, celebración que en el calendario gregoriano es el 6 de junio.
«Todas las embajadas deberían ser trasladadas a Jerusalén», titula su editorial el prestigioso medio hebreo, recordando que desde 1949, el gobierno había decidido trasladar a su cuerpo legislativo (Knesset) de Tel Aviv a Jerusalén.
El ministro de Relaciones Exteriores, Eli Cohen, afirmó que su administración se ha propuesto como meta duplicar durante este año la cantidad de países que tienen su embajada en la ciudad, considerada por Israel como su única e indivisible capital.
«Jerusalén es el corazón palpitante del pueblo judío durante más de 3.000 años… hago un llamamiento al resto de los países del mundo para que abran sus embajadas en Jerusalén», dijo Cohen.
El recientemente electo presidente del Paraguay, Santiago Peña, ya había asegurado, incluso antes de comenzar su campaña como precandidato del Partido Colorado, que la embajada paraguaya regresaría a Jerusalén en caso de triunfar en las elecciones y como tal cosa ocurrió el 30 de abril pasado, se espera que Paraguay sea uno de los países que se unirán a la lista de quienes reconocen a Jerusalén como capital de Israel.
Un acuerdo en los papeles
Cuando en noviembre de 1947 los países integrantes de la ONU votaron por la partición del Mandato Británico de Palestina y así convertirlo en dos territorios para que fueran creados los estados de Israel y Palestina, también concedieron a la ciudad de Jerusalén un estatus internacional con la intención de mantenerlo bajo la administración del organismo mundial.
Esa situación solo quedó en los papeles de aquella resolución, pues no se concretó ni la creación del estado Palestino, por la propia negativa de los países árabes y mucho menos respetaron lo decidido para Jerusalén.
Por el contrario, tras la declaración de independencia de Israel, el 14 de mayo de 1948, el ejército jordano invadió la ciudad y la puso bajo su control.
Israel no estaba ejerciendo soberanía sobre la ciudad y la ONU tampoco asumió su rol de administrador tal como se había decidido, en concreto jamás movieron un dedo para hacerlo.
Las acciones militares iniciadas por los ejércitos de Jordania, Líbano, Siria, Egipto e Irak obligaron al entonces nuevo estado de Israel a una contraofensiva, exitosa desde todo punto de vista, tanto que gran parte de Jerusalén fue recuperada del poder del ejército jordano, durante la llamada Guerra de Independencia.
Una situación ambigua
Una nueva confrontación en 1967, en la Guerra de los Seis Días, puso a toda la ciudad de Jerusalén bajo control y soberanía de Israel luego de desalojar totalmente a los jordanos y reunificar por completo la ciudad.
Hoy, la sede del gobierno de Israel tiene sus oficinas en Jerusalén, al igual que el Legislativo y el Poder Judicial y, como lo recuerda el editorial del Jerusalem Post, los diplomáticos acreditados presentan sus cartas credenciales en la capital y luego se trasladan a sus sedes en Tel Aviv o en otras localidades haciéndose los desentendidos.
Una situación ambigua se presenta cuando se trata de las representaciones diplomáticas ante la Autoridad Palestina, pues ellas sí sientan plaza en la parte este de Jerusalén.
“No parecen ver la contradicción entre argumentar que la capital de Israel no puede ser Jerusalén hasta que haya un acuerdo final con los palestinos y tratar a la ciudad como si ya contuviera la capital palestina. De alguna manera, en su forma de pensar, Israel actualmente no merece ninguna parte de la ciudad”, agrega la publicación del diario israelí.
“Nuestros amigos de todo el mundo deberían aceptar la realidad. Ningún país tiene derecho a decirle a otro dónde está su capital. La capital de Israel no es Tel Aviv. Es y siempre ha sido Jerusalén, y tenemos los recibos literales para probarlo. Todas las embajadas deberían estar en Jerusalén”, finaliza.
El conflicto israelí – palestino ya no ocupa los primeros lugares de la agenda de los países árabes, quizás cansados de los continuos rechazos de las autoridades palestinas a los esfuerzos por llegar a un acuerdo y en cambio, prefirieron ponerse a negociar con Israel otros puntos de mayor interés para sus respectivos pueblos.
A corregir errores
Los Acuerdos de Abraham, iniciados entre Bahrein, los Emiratos Árabes Unidos (EAU) e Israel, es la muestra clara del cambio de las prioridades para los estados árabes más ricos y fuertes y el próximo gobierno paraguayo bajo el mando de Santiago Peña puede y debe aprovechar esta coyuntura, corrigiendo la gigantesca miopía política de quien pronto será su antecesor en materia de relaciones exteriores.
Aquellos países (Israel, Bahrein y los EAU, y luego Marruecos) unieron sus esfuerzos para lograr una normalización diplomática que permite un enorme beneficio comercial, tecnológico, financiero y de seguridad mutua, y las puertas están abiertas para que nuestro país pueda navegar dentro de esa corriente de bonanza, aunque se requiere de mucha visión e inteligencia para aprovecharla plenamente.
Sin descuidar a nuestra región ni a nuestro continente, es momento que miremos al Medio Oriente como el próximo centro económico, financiero y tecnológico del planeta. Por tanto, regresar a Jerusalén será el primer paso correcto para fortalecer a nuestra política exterior.
* Editor del área Política del diario La Nación de Paraguay / Publicado originalmente en La Nación.