Con apenas 28 años, Alejandro Aguilera Castrejón ya puso su marca en la historia de la ciencia: el investigador mexicano fue parte del equipo del Instituto Weizmann, en Israel, que logró cultivar embriones de ratón fuera del útero, protagonizando titulares en los medios de todo el mundo
Alejandro llegó a Israel hace cuatro años para llevar a cabo sus estudios de posgrado en medicina regenerativa. La propuesta que más lo sedujo fue la del Weizmann, que le abrió sus puertas para trabajar en el laboratorio del profesor Jacob Hanna.
Fue allí que el científico mexicano tomó parte de uno de los estudios más revolucionarios de los últimos tiempos, el que permitió observar en un útero artificial cómo se desarrollan los embriones de un mamífero, un logró que -seguramente- tendrá enorme importancia para la medicina.
Biólogo egresado de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), y originario de Ecatepec, Alejandro aparece entre los autores principales del reporte sobre el experimento, publicado en la prestigiosa revista especializada Nature.
De la UNAM a un laboratorio en Israel
«Mucha gente me pregunta sobre las implicaciones en humanos» del experimento, «pero eso la verdad está muy lejos de lo que el estudio realmente es», advirtió sin embargo el investigador durante una entrevista con el semanario mexicano Expansión.
«Puede ser que en cien años se puedan aplicar estos descubrimientos» a la medicina con humanos, pero, por ahora, «lo más importante es que podemos estudiar cómo se generan los órganos en este periodo crítico», afirmó.
En el artículo, Alejandro relató su camino hacia Israel, que comenzó con un afiche del Instituto Weizmann en una de las paredes de la UNAM, adonde la universidad israelí ofrecía becas para estudiantes extranjeros.
Después de evaluar otras posibilidades en países europeos, Aguilera no lo dudó: el Weizmann le ofrecía trabajar en laboratorio de primer nivel mundial y, además, algo que los investigadores valoran especialmente: apoyo financiero para poder concentrarse exclusivamente en su ciencia.
«Las oportunidades de hacer ciencia en Israel son muchas», señaló Alejandro, quien contó que «en el Weizmann te lo hacen demasiado fácil, te pagan manutención, no tienes que pagar colegiatura, incluso me dieron dinero para transporte».
El Instituto Weizmann es «un lugar excepcional», dice Alejandro
El científico mexicano señaló además que, después de la maestría, apostó por Israel para obtener su doctorado. Aunque tenía propuestas de universidades de Suiza y Austria, «decidí quedarme en el Weizmann porque la calidad de la ciencia y las condiciones que te dan aquí son muy difíciles de encontrar, incluso en Europa o Estados Unidos«.
«Creo que es un lugar excepcional», dijo sobre el Weizmann, considerado -en efecto- uno de los mejores centros de investigación del mundo.
En cuanto al trabajo propiamente dicho, Alejandro dejó interesantes reflexiones sobre Israel, adonde los investigadores «son flexibles» y no marcan «tanta diferencias de jerarquía entre los jefes de los laboratorios y los estudiantes, hay más retroalimentación entre ambas partes».
«Aquí tenemos muchísimas herramientas para hacer las cosas, las técnicas más nuevas y no hay limitaciones para poder llevar a cabo tus ideas porque no tienes dinero para hacerlo», resumió el científico formado en la UNAM.