Toneladas de escombros de lo que había sido el bello y querido edificio de la AMIA, la mutual central de los judíos de Argentina, en Buenos Aires, durmieron sobre el Río de la Plata durante décadas: ahora forman parte de un pacífico espacio verde que invita a la memoria y la reflexión.
La Asociación Mutual Israelita Argentina, fundada en 1894, es conocida en Argentina -que alberga la sexta mayor comunidad judía del mundo, con más de 170.000 personas- simplemente como AMIA.
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Allí, se gestionan cuestiones fundamentales para las vidas de los argentinos judíos, desde las escuelas de la colectividad a los cementerios y la asistencia social.
Por eso, la voladura del edificio, el 18 de julio de 1994, resultó en una enorme conmoción para el país y, en especial, para la comunidad judía, que recibió un brutal golpe al corazón.
A causa del atentado, cuyas pistas conducen al grupo islamista Hezbollah y a su patrocinador, el régimen iraní, ochenta y cinco personas murieron y alrededor de trescientas resultaron heridas.
Una investigación sin final a la vista
El proceso judicial para encontrar y castigar a los culpables es un verdadero laberinto de realismo mágico latinoamericano y sigue adelante desde 1994 hasta la actualidad, con pocos frutos más allá de la certeza de la huella de Teherán en la masacre.
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La explosión destruyó, además de las vidas irreemplazables, gran parte de los documentos que formaban parte de la colectividad judía de Argentina, vibrante, integrada a su país y también siempre conectada con Israel.
El edificio art decó de la AMIA de ocho niveles quedó reducido a escombros. Después de los primeros días de confusión, los escombros fueron levantados y arrojados en una zona de la ciudad sobre el Río de la Plata.
Hoy, en el número 633 de la calle Pasteur, en la zona conocida como Once, un tradicional barrio judío de la capital argentina, se levanta el nuevo edificio de la AMIA, moderno y blindado.
Los escombros del inmueble original quedaron como mudo testimonio del horror hasta que, en el 2017, se puso en marcha la iniciativa para convertirlos en parte de la Plaza Memoria AMIA.
La plaza se encuentra entre la Ciudad Universitaria y el Parque de la Memoria que funciona como monumento a las víctimas del terrorismo de estado en un país donde miles de personas «desaparecieron» sin dejar rastros durante la última dictadura militar (1976-83).
Escombros «liberados»
Los restos de la AMIA estaban resguardados por la Justicia argentina, que los preservó como evidencia para los investigadores. En mayo del 2017, la unidad fiscal a cargo del caso «liberó» los escombros y declaró la «ausencia de restricciones» para el lugar o «los materiales depositados».
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Con la luz verde de los fiscales, el proyecto se puso en marcha con el impulso del gobierno de la ciudad de Buenos Aires, las autoridades de la AMIA y la Universidad de Buenos Aires.
Finalmente, en agosto del 2023 se inauguró la plaza «montada» sobre los escombros del viejo edificio de la mutual de los argentinos judíos.
Cuenta con una pasarela sobre el río, un visor de vidrio para observar los escombros, senderos para caminar y ochenta y cinco estacas verticales de acero de tres metros de altura en homenaje a las víctimas.
Los visitantes se pueden acercar también a la placa con los nombres de todos los fallecidos a causa de aquel ataque del terrorismo islamista el 18 de julio de 1994 en la capital de la Argentina.
«Comenzamos a habitar hoy un nuevo sitio de memoria, levantado a partir de la huella de los escombros, como una metáfora perfecta de un intento de destrucción que no pudo vencernos», dijo durante la ceremonia de apertura el presidente de la AMIA, Amos Linetzky.
«Nuestra misma presencia hoy aquí -destacó el directivo en aquella oportunidad-, es una prueba que no nos vencieron».