Sin muchas reuniones familiares para conmemorar la gesta de los Macabeos, esta es una buena oportunidad para sacar del cofre de los recuerdos viejas fotografías con instantáneas de la vida israelí durante Janucá en el siglo pasado.
Para los israelíes, esta fiesta tiene un valor particular, ya que recuerda la lucha de los rebeldes israelitas -encabezados por Matityahu, y luego por su hijo Yehuda el Macabeo- con un claro trasfondo nacional y religioso.
A partir de este jueves de esta semana a la noche, y hasta el viernes 18, los israelíes y los judíos de todo el mundo compartirán las historias de una revuelta contras las fuerzas del régimen sirio-griego que, en el siglo II antes de la era cristiana, quería que los pobladores de la región dejasen de lado su fe hebrea.
Antíoco III, conocido como El Grande, y quien estableció el control sirio-griego sobre Judea, buscó asimilar a los israelitas al Imperio Seléucida permitiéndoles mantener sus costumbres y religión, incluyendo los servicios en el Templo de Jerusalén.
Pero su hijo, Antíoco IV, decidió cambiar de rumbo, invadió Judea, vandalizó el Templo y prohibió la práctica del judaísmo, llegando a ordenar el levantamiento de un altar dedicado a Zeus en Jerusalén hacia el año 167 antes de la era cristiana.
Un grupo de israelitas pertenecientes a las familias sacerdotales se levantaron contra la usurpación y enfrentaron a las poderosas tropas de Antíoco IV.
La rebelión encabezada por Matityahu y por Yehuda Macabeo, junto a sus hermanos Yojanán, Simón, Eleazar y Jonatán logró una inesperada victoria contra los sirio-griegos, liberando Jerusalén dos años después de la profanación del Templo.
Cuando buscaron limpiar de ídolos y re-dedicar el Templo, los Macabeos se encontraron con un gran problema: había solamente una vasija de aceite puro con el sello del Sumo Sacerdote, y no alcanzaba para encender la menorá los siguientes días.
Acostumbrados a algunos milagros en el campo de batalla, en el Templo esperaba otro a los Macabeos. En efecto, cuenta la historia de Janucá, el aceite alcanzó alcanzó para ocho días, el tiempo suficiente para preparar una nueva provisión con la que mantener encendidas las velas de la menorá.
Esas mismas historias se volverán a compartir en estos días en Israel y entre las familias judías de todo el mundo, incluso en medio de la pandemia de coronavirus y de las restricciones de movimiento, esperando que, quizás, llegue el momento de un nuevo milagro.
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