Con más de 6.000 años de historia, Beit Shean es uno de los sitios más fascinantes de Israel, conocido por haber sido escenario de batallas citadas en la Biblia y como el lugar donde todavía se puede visitar un magnífico teatro romano
Construido durante el reinado del emperador Septimio Severo, a finales del siglo II, ese teatro romano es el mejor conservado de Israel y una de las principales atracciones del parque nacional Beit Shean.

Las columnas romanas de las construcciones que desafiaron al tiempo en Beit Shean tuvieron la «suerte» de sufrir un terremoto que devastó la antigua ciudad en el año 749 después de la era cristiana. En efecto, el sismo sepultó muchos de los edificios, ornamentos y estatuas, «conservándolos» bajo tierra y escombros durante siglos.
Marcando una diferencia fundamental con otras construcciones antiguas, esa preservación permitió que ni las columnas ni las esculturas y otras obras de los artistas romanos fueras reutilizadas en construcciones posteriores.
De esa manera, los arqueólogos de la actualidad solamente tuvieron que «reacomodarlas» para que hoy se pueda apreciar su estética original.


Un recorrido de la zona, en el norte de Israel, sobre el río Jordán y a unos 60 kilómetros al sur de la ciudad de Tiberíades, es como viajar en el tiempo: en efecto, se estima que Beit Shean está habitada nada menos que desde fines del Neolítico, el último periodo de la Era de Piedra.
La ciudad moderna fue fundada en 1949 y sus primeros habitantes fueron principalmente refugiados judíos que llegaban escapando de los países árabes. Pero es sin duda el recorrido arqueológico el mayor atractivo de Beit Shean.

Nuestro fotógrafo, el artista argentino-israelí León Szajman, recorrió recientemente las ruinas, en una bella jornada casi primaveral, y retrató su esplendor, encanto y significado histórico.
Es que, según las escrituras antiguas, Beit Shean fue, por ejemplo, un importante centro administrativo durante el reinado de Salomón.
Antes de eso, la Biblia relata que los filisteos vencieron a Saul y a sus hijos en una batalla en el cercano monte Gilboa, y que colgaron sus cuerpos «en los muros de Beit Shean».

Según cuenta el Libro de Samuel, «cuando oyeron los habitantes de Jabesh-Gilead lo que los filisteos habían hecho a Saúl / se levantaron todos los hombres valientes, y caminando toda la noche, tomaron el cuerpo de Saúl y los cuerpos de sus hijos del muro de Beit Shean y, y volviendo a Jabesh, los quemaron allí».
Finalmente, tomaron «sus huesos, los enterraron debajo del tamarisco en Jabesh, y ayunaron siete días».

Eso es Beit Shean, un lugar donde se puede caminar por los mismos senderos que recorrieron alguna vez el rey Saúl o los valientes de la antigua ciudad de Jabesh-Gilead.