Por un lado, el reconocido físico que encabezó uno de los proyectos científicos más controvertidos de la historia, y por el otro la muñeca más famosa del mundo, mandan en la taquilla de los cines de Estados Unidos. Y ambos personajes tienen fuertes raíces judías.
Obviamente no existe ninguna vara de comparación entre ambos personajes -la muñeca Barbie y el físico Julius Robert Oppenheimer- y su verdadero impacto en la historia, pero una casualidad de la industria del entretenimiento los unió en las últimas semanas en medios y redes.
Es que los nuevos filmes Oppenheimer y Barbie generaron un fenómeno de revitalización del negocio del cine en Estados Unidos y hasta una curiosa situación social, los miles de espectadores que compran entradas para las dos películas, al mismo tiempo.
Hasta se acuñó un simpático nombre para esa tendencia: «Barbenheimer». Y se trata, afirmó la sección de espectáculos del portal de la CNN, del «evento cinematográfico del verano» en el hemisferio norte.
«La ostentosa comedia rosa Barbie, de Greta Gerwig, y la emocionalmente devastadora épica de tres horas Oppenheimer, de Christopher Nolan, se estrenaron en los cines esta semana», resumió la cadena de noticias.
Poco en común, salvo para los amantes del cine en el cine
Más allá de sus «prestigiosos equipos creativos -apuntó la CNN-, las películas tienen poco en común, pero los cinéfilos están dedicando un día completo de sus vidas a ambas».
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Los primeros números confirmaron el éxito de «Barbenheimer»: en el arranque del debut oficial, el viernes 21 de julio, Barbie amasó una impactante taquilla de entre 68 y 70 millones de dólares, incluyendo las funciones de pre-estreno del jueves.
Según las previsiones más optimistas apuntadas por el portal Deadline, el filme protagonizado por Margot Robbie y Ryan Gosling sumaría entre 165 y 170 millones de dólares en los tres días de su primer fin de semana en los cines estadounidenses, por arriba de los 146,3 millones que amasó el éxito veraniego previo, Super Mario Bros.
Por su lado, Oppenheimer «ciertamente no está recibiendo migajas», destacó Deadline. La película, con un elenco encabezado por Cillian Murphy y Robert Downey Jr., se dirigía el viernes a los 32 millones de dólares, incluyendo también los pre-estrenos.
El portal previó 75 millones dólares en sus tres primeros días en 3.610 salas de todo el país, un monto «más alto que el inicio de 60,3 millones de Indiana Jones y Dial of Destiny«, remarcó Deadline.
En el caso de Barbie es fácil rastrear sus raíces judías, ya que la creadora de la icónica muñeca fue Ruth Handler, nacida Ruth Moskowicz en Denver, Colorado, en 1916, la menor de los diez hijos de inmigrantes polacos.
Una infancia «extremadamente pobre»
Handler creció «extremadamente pobre», recuerda un perfil publicado por la revista online estadounidense Jewish Unpacked. Cuando tenía 16 años, Ruth conoció a su futuro esposo, Elliot Handler, en un baile de un centro juvenil de la B’nai Brith.
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Establecidos en Los Angeles, Ruth y Elliot fundaron un negocio de plásticos y madera, donde fabricaban accesorios y juguetes para los estudios de Hollywood. «Eventualmente, los Handlers, junto con un colega de Elliot, Matt Matson, fundaron Mattel», reseñó el portal.
Los orígenes del famoso juguete que inspiró el filme éxito del momento, sigue Jewish Unpacked, «se remontan a cuando Ruth vio a su hija Barbara, por quien Barbie recibió su nombre, jugar con muñecas de papel, que dominaban el mercado» en ese momento.
«Handler notó que Barbara estaba más interesada en las muñecas de mujeres adultas», a las que «podía vestir de diferentes maneras». Así fue que Ruth «decidió crear una muñeca para niñas que se asemejara a mujeres adultas, con senos y caderas, que pudieran vestirse con ropa realista de cualquier profesión que aspiraran a ejercer».
Cuando estaba de viaje en Suiza en 1956, Handler encontró la inspiración para su primera Barbie en una muñeca alemana llamada Bild Lilli, que se comercializaba para adultos basada en una historieta.
De regreso en Estados Unidos, en 1959, Handler produjo la primera Barbie, y en 1961 a su amigo Ken, para vender unas 300.000 unidades en el primer año de la pareja de muñecos en las jugueterías.
Un negocio de cientos de millones de dólares
En la actualidad, Barbie se produce en ocho formas de cuerpo, treinta y cinco tonos de piel y cerca de cien peinados distintos, para un negocio de 1.700 millones de dólares en ventas en el 2021, según un reporte de Forbes.
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Did you know #Barbie is Jewish? That's right! Barbie wouldn't be Barbie without the #JewishIcon behind her, Ruth Handler, the doll's inventor. ???? pic.twitter.com/n3SJ05FiAJ
— Weitzman NMAJH (@weitzmanmuseum) April 14, 2023
Pero, ¿Barbie es judía?, se pregunta el artículo de Elizabeth Karpen en Jewish Unpacked. «Depende de tu interpretación», se responde.
Karpen señala que «Barbie se inspiró en la propia Handler», que falleció en el 2002, «como una mujer trabajadora e independiente, y recibió su nombre de su hija Barbara». Además, «la persona que creó la muñeca era judía».
«Si bien Barbie y Ken no son explícitamente judíos -sigue la nota-, se puede comprar un conjunto de Barbie Shabbat y ropa y accesorios con temas judíos, pero Mattel no los fabrica». Sin embargo, insiste Karpen, «las personas que moldearon a Barbie y Ken eran judías».
La cuestión con Oppenheimer es, por supuesto, muchísimo más compleja, porque se trata del científico que encabezó el Proyecto Manhattan, de donde salieron las bombas atómicas que se arrojaron sobre Hiroshima y Nagasaki.
El filme del director Nolan abreva en la biografía del físico preparada por Kai Bird y Martin J. Sherwin, American Prometheus, publicada en el 2005. Allí, los autores prestan abundante atención a las raíces judías del físico.
Las convicciones del científico
Para «comprender completamente» al científico, señaló una reseña de la Jewish Telegraphic Agency (JTA), los biógrafos «buscaron pistas» en el «sistema de creencias» de Oppenheimer, un «código ético basado en la ciencia y la racionalidad, un ardiente sentido de la justicia y una ambivalencia permanente hacia su propia herencia» hebrea.
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Oppenheimer es el ambicioso retrato que el maestro Christopher Nolan escribe y dirige, para explicar las motivaciones y contexto de este prodigioso estadunidense de origen judío, que encabezó el llamado Proyecto Manhattan.https://t.co/jWlQJ1JKBA
— Proceso (@proceso) July 20, 2023
En efecto, el físico teórico nacido en 1904 en Manhattan, en Nueva York, Estados Unidos, buscó en general mantener sus orígenes, si no ocultos, al menos en muy bajo perfil.
Su padre, también llamado Julius, había llegado desde la ciudad alemana de Hanau a Nueva York de adolescente, sin dinero en el bolsillo y ni una palabra de inglés.
Julius trabajó duro en una empresa textil de la familia, se convirtió en uno de sus directivos, empezó a tener dólares en su cuenta bancaria y se casó con Ella Friedman, una pintora cuya familia judía alemana se había establecido en Baltimore hacia 1840.
«Ni alemán ni judío»
Los Oppenheimer eran una familia laica que nunca visitó una sinagoga ni celebró el bar mitzvá de su hijo. En cambio, rescatan Shira Li Bartov y Andrew Lapin en el reporte de la JTA, frecuentaban la Ethical Culture Society, una rama del judaísmo reformista que descartaba la religión «y favorecía el humanismo secular y el racionalismo».
«Para el mundo exterior, siempre fue conocido como un judío alemán, y siempre insistió en que no era ni alemán ni judío», algo que «afectó su relación con el mundo», le dijo a la JTA el escritor Ray Monk, autor de Robert Oppenheimer: A Life Inside the Center (2013).
#Barbie is now tracking to earn over $150 MILLION this weekend, the biggest domestic opening of 2023. pic.twitter.com/iJa3mBw0X8
— Pop Crave (@PopCrave) July 21, 2023
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El artículo de la agencia estadounidense de noticias remarcó que «la brillantez académica de Oppenheimer se convirtió en un débil escudo contra el antisemitismo» que existía alrededor de su vida.
Ingresó a Harvard justo cuando la universidad, «preocupada por la cantidad de judíos que entraban» a sus aulas, avanzaba «hacia un sistema de cuotas» de admisión de alumnos hebreos. Pero lo que realmente lo obligó a volver a reconocerse, aunque sea parcialmente, como judío, fue la guerra.
Un debate sobre cómo «ser judío»
Oppenheimer destinaba un tres por ciento de su salario de profesor en Berkeley para financiar el rescate de científicos judíos perseguidos por los nazis. Cuando finalmente estalló la Segunda Guerra Mundial, «su impulso por derrotar a Alemania» lo convenció de proyecto secreto para crear la bomba atómica, en el laboratorio de Los Alamos, en Nuevo México.
Por un lado, en la película, se muestra a Oppenheimer dando la bienvenida a numerosos físicos judíos refugiados a las instalaciones del Proyecto Manhattan. Pero también se destaca que, a pesar de hablar varios idiomas, había uno con el que no quería saber nada, el idish.
Al fin y al cabo, resumió una reseña de la revista estadounidense Forward, «en el centro de Oppenheimer» existe, además de una mirada a la terrible historia de las bombas nucleares y la guerra, «un debate sobre cómo ser judío».