Habían pasado apenas quince años del fin de la Segunda Guerra Mundial y los horrores del Holocausto estaban todavía muy frescos. Sin embargo, el líder del flamante estado de Israel, David Ben-Gurion, decidió que era tiempo de «perdonar», al menos un poco, a Alemania
Ahora, cuando se cumplen setenta años del Acuerdo de Luxemburgo, los tratados que establecieron el programa de reparaciones económicas para las víctimas de la Shoá, firmado el 10 de setiembre de 1952, las relaciones entre Israel y Alemania son muy estrechas, aunque con matices.
Esos lazos, de todas maneras, no comenzaron en ese 1952 sino en 1960, cuando el legendario Ben-Gurion se reunió en Nueva York con Konrad Adenauer, el no menos mítico jefe del gobierno de Alemania Occidental entre 1949 y 1963.
Las relaciones germano-israelíes eran «tensas» y «el horror de seis millones de judíos asesinados durante el Holocausto» hacía que «un intercambio mutuo de ideas en la década de 1950 pareciera imposible», recuerda un artículo del portal de la televisora alemana Deutsche Welle (DW).
Pero el 14 de mayo de 1960 los dos históricos líderes decidieron dar un audaz paso adelante. Adenauer es conocido como el político que comenzó a sacar a Alemania de ostracismo al que había sido condenada por el pasado reciente nazi y lanzó la carrera del país hacia su condición de potencia económica.
Ben-Gurion, por su parte, es el padre fundador de Israel y, posiblemente, el máximo prócer de la historia contemporánea del pueblo judío.
«La Alemania de hoy no es la Alemania de ayer», dijo Ben-Gurion después de reunirse con Adenauer
Ya mayores (Adenauer había nacido en Colonia en 1876 y Ben-Gurion en Plonsk, Polonia, diez años después), ambos líderes tenían el suficiente «peso político» para atreverse a lo impensado: una reunión cara a cara.
Ambos tenían personalidades pragmáticas pero con un toque idealista. El alemán era un católico devoto y admirador de los judíos. El israelí era un ateo apegado a las tradiciones judías, y los dos tenían raíces socialistas.
El encuentro se llevó a cabo en el elegante hotel Waldorf Astoria, de Nueva York. Los dos tenían asuntos que atender en la ciudad norteamericana y ya se había decidido que se alojaran en el mismo lugar, por si acaso.
Como Ben-Gurion era el «más joven», con 73 años, decidió bajar dos pisos y visitar la suite de Adenauer, de 84 años. «Cuando los dos estadistas se conocieron, el israelí socialista y el alemán ahora conservador, «rápidamente se hizo evidente que la ‘química’ entre ellos era excelente», señala el doctor Stefan Litt, de la Universidad Hebrea de Jerusalén.
En un artículo en el blog de la Biblioteca Nacional de Israel, Litt apunta que, durante la conversación, los dos hombres discutieron varios temas, como el apoyo monetario al nuevo país en el Medio Oriente, el suministro de armas a las Fuerzas de Defensa de Israel y los problemas de integración de los nuevos inmigrantes.
También hablaron -durante las dos horas del encuentro- sobre el movimiento de los kibbutzim y de «la situación política en el mundo en general», añade el artículo sobre Ben-Gurion, Alemania y Adenauer.
«La conversación positiva -escribe Litt- condujo a un acuerdo sobre el apoyo financiero a Israel durante muchos años y, en última instancia, también al establecimiento de relaciones diplomáticas cinco años después».
Sin ambos líderes, los lazos diplomáticos entre Israel y Alemania «habrían tardado mucho más» en concretarse
«Si no hubiera sido por la combinación de estos dos políticos enérgicos -señaló por su parte el historiador germano Michael Borchard-, Alemania e Israel sin duda habrían tardado mucho más en llegar a un acuerdo».
El arranque de las nuevas relaciones con el viejo amigo-enemigo (Alemania era el hogar de una vibrante y poderosa comunidad judía antes del Holocausto), provocó reacciones encontradas en Israel.
Muchos, entre ellos el futuro primer ministro Menajem Begin, se opusieron a recibir cualquier tipo de ayuda o dinero de un gobierno al que veían como heredero de la maldad nazi.
Para explicar el acercamiento -que para el jovencísimo país era muy importante, en especial en los frentes de las compensaciones económicas y la provisión de armas-, Ben-Gurion argumentó que el pueblo judío «no puede olvidar el pasado», pero que debe «recordar el pasado no para reflexionar sobre él, sino para que nunca se repita».
«La Alemania de hoy no es la Alemania de ayer», aseguró el héroe de la Independencia. «Después de haberme reunido con el canciller (Adenauer), estoy seguro de que ese juicio fue correcto», enfatizó.
Finalmente, el 12 de mayo de 1965 se firmó oficialmente el establecimiento de lazos diplomáticos entre Israel y la República Federal de Alemania.
Desde entonces, la relación fue creciendo más y más, también con algunos detalles negativos, por supuesto.
En la cuenta positiva se puede destacar el firme apoyo de Berlín (antes de Bonn) a Israel en los fueros internacionales y la continua provisión de armas, incluso elementos vitales como los submarinos en los cuales -se sospecha- Israel montó misiles nucleares disuasivos.
Ben-Gurion quería solamente «recordar el pasado no para reflexionar sobre él, sino para que nunca se repita»
Por el lado negativo, como se vio esta semana, se destaca la mancha de los Juegos Olímpicos de Munich 72, cuando once miembros de la delegación israelí fueron secuestrados y asesinados por terroristas palestinos.
En el acto por el cincuenta aniversario de la matanza, celebrado en la zona de Munich, el presidente alemán, Frank-Walter Steinmeier, reconoció que la policía de su país «fracasó catastróficamente» en su tarea de proteger a los atletas israelíes.
También se encuentran las periódicas encuestas que señalan la permanencia de la peste del antisemitismo entre los alemanes. Un sondeo encargado por el Congreso Judío Mundial mostró en enero del 2022 que uno de cada cinco adultos alemanes tiene actitudes antisemitas.
La proporción aumenta a uno de cada tres entre los jóvenes de 18 a 29 años.
Alemania e Israel vienen, de todas maneras, pasando por una etapa de fuerte conexión, en especial durante los años de Angela Merkel como jefa del gobierno en Berlín.
De visita en Jerusalén en marzo del 2008, Merkel aseguró ante la Knesset que «cada canciller alemán antes que yo ha asumido la responsabilidad histórica especial de Alemania por la seguridad de Israel».
Y luego pronunció una frase histórica: para Alemania, reiteró, la seguridad de Israel es «una responsabilidad histórica» que «es parte de la razón de ser de mi país».
Una relación evidentemente muy compleja que comenzó con la reunión de Ben-Gurion con el líder de la Alemania de posguerra y que describió muy bien el gran escritor israelí Amos Oz.
«Si los alemanes no se perdonan a sí mismos, quizás nosotros los perdonemos un poco -dijo el galardonado autor-. Pero si se perdonan a sí mismos, nunca los perdonaremos«.