El matemático inglés Isaac Newton es obviamente muy conocido por haber definido ley de gravitación universal. Pero lo que se conoce menos es que era también un renombrado teólogo, muy interesado en el judaísmo y que, como parte de sus estudios, «calculó» la fecha del fin del mundo en base a la Biblia.
Esa previsión está contenida en unos manuscritos del astrónomo nacido en Woolsthorpe en diciembre de 1642 (o enero de 1643, según otras fuentes) que están alojados en los archivos de la Universidad Hebrea de Jerusalén.
Los textos -que fueron expuestos por primera vez al público en el 2007 en una exposición organizada por la famosa universidad de la capital israelí con el título de «Los secretos de Newton»- contienen detalles sobre los experimentos de alquimia del matemático.
También se pueden encontrar claras evidencias de su interés por las profecías apocalípticas.
Palabras en hebreo
Según afirmaron desde la universidad en aquella ocasión, Newton se veía a sí mismo como una especie de «profeta» por sus trabajos en ese terreno.
«Los secretos de Newton» mostró además los tratados del matemático sobre el Templo de Jerusalén, sus prácticas diarias y lo que consideraba sus dimensiones exactas. (Newton creía que los planos del Templo reflejaban la disposición del cosmos).
Otro documento contiene palabras en hebreo, incluida una oración tomada de un libro de plegarias judío.
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En cuanto al «fin del mundo», el científico pronosticó que llegará 1.260 años después de la refundación del Sacro Imperio Romano impulsada por el rey Carlomagno.
«Puede terminar más tarde, pero no veo ninguna razón para que termine antes»
Uno de los manuscritos exhibidos por la Universidad Hebrea de Jerusalén, de principios del siglo XVIII, mostró que Newton partió del críptico Libro de Daniel -conocido por sus visiones apocalípticas- para calcular la fecha del fin del mundo, llegando a la conclusión de que ocurrirá no antes del 2060.
«Puede terminar más tarde, pero no veo ninguna razón para que termine antes», escribió Newton. Luego agregó que había hecho esos cálculos no solo para establecer la fecha sino para «poner fin a las temerarias conjeturas» de «hombres fantasiosos».
Al parecer, a Newton le fastidiaban esos «hombres fantasiosos» que «con frecuencia predicen el tiempo del fin» del mundo y, al hacerlo y equivocarse, «desacreditan las profecías sagradas».
El lote de documentos sobre alquimia y profecías bíblicas se subastó en 1936 en Londres. La mayor parte de los pergaminos fueron adquiridos por dos personas: el economista británico John Maynard Keynes (que los legó al King’s College de Cambridge) y el orientalista Abraham Shalom Yahuda.
Un conocido investigador y lingüista judío, Yahuda entregó los documentos al flamante estado de Israel en 1951. Los papeles fueron luego cedidos en 1969 a la Universidad Hebrea de Jerusalén, que los hizo públicos en el 2003.
(Otros papeles de Newton permanecen en la Biblioteca Nacional de Israel).
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Newton, que era capaz de discutir temas religiosos en latín, era, según lo describió un artículo de los blogs de la Universidad de Cambridge, un «cristiano inusual» que mantenía «una relación compleja y poco ortodoxa» con la estructura de su fe.
Maimónides en la biblioteca
Enterrado incluso en la famosa abadía de Westminster (el matemático falleció en marzo de 1727 en Londres), Newton mantenía sin embargo un fuerte interés en la religión judía y los textos hebreos.
Un artículo de Bluma Gordon afirma que el conocimiento de Newton del pensamiento judío «no era superficial», y que en sus manuscritos se pueden ver referencias a obras como la versión aramea del Libro de Esther, comentarios de Sa’adia HaGaon y Rashi o pasajes del Talmud de Babilonia.
Newton, continua la nota, contaba con cinco obras de ensayos de Maimónides en su biblioteca, incluyendo la Guía de los Perplejos, escrita hacia 1190 y donde el gran pensador judío «reconcilia» a la Torá con la ciencia y la filosofía.
Esa obra en particular «parece haber tenido un impacto significativo en la filosofía de Newton -apunta Gordon-. La armonía entre las Escrituras y la ciencia fue un tema presente en muchas de las obras» del inglés y «un medio a través del cual llevó a cabo sus actividades teológicas y científicas».