Además de ser una de las mayores figuras de la literatura mundial y considerado también «el más grande humorista» de Estados Unidos, Mark Twain fue un punzante comentarista que apoyó públicamente el voto femenino en 1901… desde una sinagoga
Nacido Samuel Langhorne Clemens el 30 de noviembre de 1835 en la localidad de Florida, en el estado norteamericano de Missouri, el autor de «Las aventuras de Tom Sawyer» fue también periodista y un destacado conferencista.
Twain era invitado o contratado muy a menudo para brindar discursos y conferencias a lo largo de Estados Unidos y en Europa.
Una de esas presentaciones tuvo lugar el 20 de enero de 1901, en tiempos en que el movimiento de las «suffragettes» se encontraba en un pico de popularidad.
Las campañas en favor del voto femenino habían arrancado hacia 1840 y no fue sino hasta agosto de 1920 que las mujeres finalmente consiguieron que se les reconociera el derecho a elegir autoridades en Estados Unidos.
Durante todo ese proceso, además de las marchas, manifestaciones y otras actividades resultaba de gran importancia sumar apoyos de personalidades importantes de la política y de la cultura en favor de la causa.
Y ahí entró Twain, quien afirmó en aquel día de 1901: «durante veinticinco años he sido un hombre de los derechos de la mujer».
«Diría que las mujeres siempre tienen la razón», aseguró el escritor en su presentación. «Me gustaría ver llegar el momento en que las mujeres ayuden a hacer las leyes, me gustaría ver las papeletas en manos de mujeres», continuó.
Twain «no podía elegir entre hebreos y gentiles, negros o blancos, porque para él todos los hombres eran iguales»
Esta famosa presentación de Twain se llevó a cabo en el marco de la reunión anual de los directivos de la revolucionaria Hebrew Technical School for Girls, una escuela vocacional que brindaba instrucción gratuita a mujeres que querían conseguir empleos en el comercio o la industria.
La escuela había sido fundada por la educadora judía estadounidense Minnie Dessau Louis con el apoyo de la congregación Emanu-El de Nueva York y funcionó hasta 1932 en el 240 de la Segunda Avenida, en Manhattan.
El texto del mensaje del escritor se puede leer en el libro «Mark Twain’s Speeches», un volumen que recoge numerosas conferencias del escritor.
En una de sus primeras ediciones -accesible, en inglés, haciendo click aquí– el templo es presentado como «Emmanuel», no Emanu-El.
Un breve prólogo al discurso de Twain explica que el autor de «Las aventuras de Huckleberry Finn» fue introducido al público por el entonces presidente de la escuela, Nathaniel Myers, cuyo apellido fue escrito en el libro como «Meyer».
Myers evidentemente sabía como apretar el botón adecuado para hacer que Twain se ocupara de temas polémicos. Según el prólogo de la transcripción, el dirigente judío recordó que, «en una de sus obras, el señor Clemens expresó su opinión sobre los hombres, diciendo que no podía elegir entre hebreos y gentiles, negros o blancos, porque para él todos los hombres eran iguales».
«Pero nunca pude encontrar su opinión sobre las mujeres», apuntó Myers.
«Tal vez esa opinión es tan exaltada que no puede expresarla», presionó, para luego preparar a la audiencia: «ahora seremos llamados para escuchar lo que piensa de las mujeres».
«Durante veinticinco años he sido un hombre de los derechos de la mujer», aseguró Twain
Twain, cómodo en la sinagoga y entre aquellos judíos neoyorquinos orgullosos de su escuela para mujeres trabajadoras, estuvo a la altura de las expectativas.
Además de reconocer que le gustaría ver «las papeletas» de votos para las urnas «en manos de las mujeres», el autor alabó la sabiduría de su madre.
«Siempre he creído, mucho antes de que muriera mi madre, que, con sus canas y su admirable intelecto, tal vez ella sabía tanto como yo», que «tal vez ella sabía tanto sobre votar como yo», dijo Twain.
Luego, después de criticar a los políticos de la ciudad de Nueva York, expresó sus esperanzas en ese frente: «si vivo veinticinco años más, no hay razón para que no deba hacerlo -matizó, siempre bromista-, creo que veré a las mujeres manejar las boletas electorales«.
Twain fallecería el 21 de abril de 1910 en Redding, en el estado de Connecticut, a los 74 años de edad, casi una década después de la conferencia en la sinagoga, y diez años antes de que, finalmente, las mujeres obtuvieran el derecho a votar.