Superó de alguna manera las terribles condiciones de un campo de concentración y creó la primera calculadora de bolsillo. De nada le había servido a Curt Herzstark que su madre fuera católica y solamente su padre judío: la Gestapo lo tomó prisionero y cambió la historia de su vida.
Por Pedro José Miana Sanz y Natalia Romero Álvarez *
Hasta que en los años setenta las calculadoras electrónicas la destronaron, la CURTA reinó en el mundo de los ingenieros, los científicos y los técnicos e incluso en las carreras de automóviles. Con la pequeña máquina de Curt, un cilindro negro primorosamente ensamblado y dotado de diales deslizantes con los que poder sumar, restar, multiplicar, dividir y hacer otras clases de variados cálculos, se revolucionó el mundo.
Nació entre máquinas
Curt Herzstark (1902-1988) era hijo de Samuel Herzstark, un judío liberal fundador en 1905 de la primera fábrica de máquinas de cálculo de Austria, Rechenmaschinenwerk Austria Herzstark & Co.
La infancia de Curt transcurrió en talleres en los que los proyectos se convertían en realidad. En la Exposición Internacional de Máquinas de Oficina de 1910 en Viena, la publicidad de la máquina AUSTRIA era una fotografía del propio Curt de 8 años manejándola.
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A los 14 años abandonó los estudios de secundaria. Según su padre, no tenía sentido que perdiera el tiempo estudiando ciencias. En su lugar, trabajó en la fábrica como aprendiz en máquinas de precisión y en construcción de herramientas.
En 1918 inició sus estudios en la Staatsgewerbeschüle de Viena, una especie de escuela de ingeniería, para formarse como fabricante de troqueles y mecánico de precisión.
Al graduarse en 1922, regresó al negocio familiar donde su padre lo envió a dos fábricas de Alemania para obtener experiencia práctica y seguir formándose.
Al regresar a Viena en 1924, el padre de Curt le encargó la organización de ventas de las zonas de la República Checa, Eslovaquia y Hungría, con esta frase: «¡También es importante conocer los deseos de los clientes!».
Este contacto con el público le condujo a empezar a idear una calculadora de bolsillo.
En busca de la máquina pequeña
Su facilidad para la invención había quedado probada en 1928, cuando presentó un sumador múltiple al que llamó Multimator, una máquina capaz de sumar en una única operación filas horizontales y columnas verticales.
Curt comenzó entonces a obsesionarse con una idea. Allá donde iba, desde hacía años, todos sus clientes le comentaban que las máquinas de calcular eran muy útiles, pero demasiado pesadas y voluminosas. Por el contrario, las reglas de cálculo cabían en el bolsillo y todos los técnicos, ingenieros y científicos las utilizaban.
Todos le pedían, medio en broma, medio en serio, si sería posible crear una calculadora de bolsillo que fuera realmente práctica.
Esa fue la chispa que alimentó la obsesión de Curt durante los años siguientes: lograr una calculadora mecánica que cupiera en la palma de la mano y que fuera fiable y precisa, además de sencilla de utilizar. Nadie había conseguido algo parecido antes.
Y llegó la guerra
En otoño de 1937, los buenos tiempos de la compañía de Herzstark terminaron. En octubre murió Samuel Herzstark y en marzo de 1938 Hitler anexionó Austria.
Dos meses más tarde, la visita de dos oficiales de la Wehrmacht, acompañados de dos especialistas alemanes en mecánica de precisión, obligaron a Curt a producir instrumentos de medición y medidores de distancia para el ejército alemán.
Y tuvo que posponer sus planes para una calculadora portátil.
La situación se complicó en el verano de 1943, cuando dos trabajadores de la fábrica de Herzstark fueron arrestados por la Gestapo por escuchar la radio inglesa y copiar las noticias con una máquina de escribir de la empresa.
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Uno de ellos fue decapitado y Curt fue convocado para declarar. Le «acusaron» de ser medio judío (su madre, Marie, era cristiana), de apoyar a los judíos, de colaborar para desintegrar el estado y de mantener relación no permitida con mujeres arias.
Fue declarado «culpable» y enviado al campo de concentración de Buchenwald en noviembre de 1943.
El campo de concentración de Buchenwald
Las primeras semanas de su estancia en Buchenwald fueron horribles, incluso pensó que moriría pronto. Pero a finales de diciembre de 1943, el comandante del campo le llamó a su oficina. Con su ficha en la mano, le hizo una propuesta:
«¿Trabajó para la Wehrmacht? Si no sufre pérdida de memoria y obedece nuestras órdenes obedientemente, podría tener una vida más soportable aquí».
Curt Herzstark fue asignado a la fábrica Gustloff-Werk local en Weimar. Allí trabajaban cerca de 4 500 prisioneros del campo bajo la dirección de las SS.
Un regalo para Hitler
Su habilidad mecánica entre máquinas le proporcionó una vida más fácil, e incluso un estatus especial. Por las tardes podía dibujar, y los domingos hacer planos de su pequeña máquina calculadora.
Alguien tuvo la idea de que sería un excelente regalo para Hitler, para celebrar la victoria final en la guerra.
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En agosto de 1944, la fábrica Gustloff-Werk fue completamente destruida por los bombardeos aliados. Muchos de sus trabajadores murieron o resultaron gravemente heridos.
Curt sobrevivió y fue reubicado en la antigua mina de potasa de Billroda. Allí, a 600 metros de profundidad, se producían piezas para los cohetes V1 y V2 de la Alemania nazi. A 21 grados de temperatura constante y en un ambiente salado, Curt Herzstark se recuperó de varias infecciones de tuberculosis.
A principios de abril de 1945 regresó a Buchenwald con los planos de su prototipo. El 11 de abril, una división del Tercer Ejército estadounidense entró en el campo, encontrando 20 000 prisioneros, entre ellos Curt Herzstark.
Aproximadamente 56 000 personas fueron asesinadas en el sistema de subcampos que dependían de Buchenwald.
El apoyo de un príncipe
A su vuelta a Viena, en 1946, patentó los diseños de la CURTA. La falta de financiación ponía en serio peligro la realización del proyecto, pero finalmente fue contactado por el gobierno de Liechtenstein. El príncipe Francisco José II de Liechtenstein deseaba crear un complejo industrial para aquel pequeño país de los Alpes y buscaba ingenieros.
Al conocer el proyecto se enamoró de él y apoyó personal y decididamente a Curt Herzstark, además de invitarle a establecer una nueva fábrica, Contina AD. Herzstark fue nombrado director técnico con un contrato de 10 años, pero sin responsabilidades de gestión.
Con el paso de los años fue gradualmente aislado de la administración de la compañía y permaneció solo como consultor. Finalmente, en 1956, vendió sus patentes a Contina AD por 350.000 francos (una cantidad significativa en el momento).
Y así fue como salió a producción la CURTA, la más genial calculadora mecánica de bolsillo jamás creada, hoy codiciado objeto de coleccionistas.
Curt Herzstark murió el 27 de octubre de 1988 en Nendeln, Liechetensein, habiendo hecho su sueño realidad: una calculadora que cumplió durante décadas el deseo de los clientes.
* Miana Sanz es catedrático de Matemáticas en la Universidad de Zaragoza y Romero Álvarez es profesora de Matemática Aplicada en la Universidad de La Rioja / Publicado originalmente en The Conversation.