Al recordar a las víctimas del Holocausto y celebrar el milagro de contar todavía con miles de sobrevivientes se hace foco generalmente en las atrocidades cometidas en los campos de concentración nazis. Pero también es oportuno apuntar sobre la «resistencia cotidiana» que permitió que muchos salieran con vida de aquella siniestra maquinaria de muerte.
Así lo propone un profesor estadounidense de Estudios Judaicos, Chad Gibbs, en un artículo publicado en ocasión de Iom Hashoá.
«Cada vez que recordamos el Holocausto, debemos recordar las pequeñas rebeliones» y «los pequeños actos de solidaridad» que se registraron en los ghettos y en los campos de exterminio, escribió Gibbs en el portal The Conversation.
Solamente «al ver ese panorama más amplio de las luchas cotidianas podemos comprender la verdadera variedad y alcance de la resistencia» contra la barbarie nazi, añadió.
Gibbs, que es profesor en el College of Charleston, en Carolina del Sur, citó en su artículo a varios sobrevivientes que le compartieron algunas de esas historias de «resistencia cotidiana», como Richard Glazar, un judío de Praga que estuvo prisionero en los campos de Treblinka y Theresienstadt.
Un lugar para «destruir la vida»
Glazar «admitió que algunos de sus compañeros sobrevivientes de Treblinka eran ‘solitarios’, pero, sin embargo, creía que ‘sobrevivieron porque alguien los apoyó, alguien que se preocupaba por ellos tanto o casi tanto como por sí mismos'», apuntó el profesor norteamericano.
Entre los relatos que escuchó de los sobrevivientes, Gibbs destacó, entre muchos otros, al prisionero que traía comida a sus compañeros de barraca porque los nazis lo hacían trabajar levantando alambrados y cercas, lo que le permitía comprar alimentos a personas fuera del campo de concentración.
Y a aquellos que estaban dispuestos a «sostener literalmente» a sus compañeros durante el pase de lista «para que ningún guardia notara que estaban enfermos, una sentencia de muerte casi segura» en esos sitios de terror montados por los alemanes y sus aliados.
«En un lugar destinado a destruir toda la vida judía, los actos más pequeños de apoyo y consuelo eran resistencia», resumió Gibbs.
Siguiendo esa afirmación, Gibbs dijo que después de «años de investigación» sobre Treblinka llegó a «darle tanta importancia a la larga estela de pequeños actos» de solidaridad y resistencia como al «famoso día» de la revuelta en ese campo de exterminio, el 2 de agosto de 1943.
Actos cotidianos
En aquella jornada, varios cientos de prisioneros lograron escapar, aunque la mayoría fueron recapturados y asesinados. Pero al menos setenta sobrevivieron para contar lo que estaba sucediendo en Treblinka.
Sin el escape, remarcó, «el campo podría haber continuado operando y probablemente no sabríamos casi nada de su historia». Así que es conveniente destacar que, además, la revuelta «hubiera sido imposible sin esos actos cotidianos de apoyo que sentaron las bases» para esa acción.
Entre julio de 1942 y noviembre de 1943, los nazis mataron a unas 925.000 personas en Treblinka II. La gran mayoría de estas víctimas eran judíos, aunque el régimen también asesinó allí a varios miles de romaníes o gitanos.
Se trató, apuntó el profesor, de «un terrible lugar» que «se diferenciaba de la mayoría de los otros campos nazis en que su único propósito era la destrucción de la vida».
«No había industrias de mano de obra esclava ni proyectos de construcción -agregó-. Los judíos responsables de la revuelta se encontraban entre los varios cientos de hombres y mujeres que se mantuvieron con vida para mantener las instalaciones, clasificar las pertenencias de los muertos y deshacerse de los cuerpos».
«Como dijo el historiador Michael Berenbaum, Treblinka era ‘una fábrica cuyo producto final eran judíos muertos'», enfatizó Gibbs quien agregó que, «en semejante infierno, la vida misma es resistencia».
Los prisioneros de Treblinka, escribió, «rechazaron los planes nazis para su destrucción de todas las formas posibles». Una resistencia que llegó a transformarse en una revuelta armada pero que «no podría haber logrado ese fin sin las innumerables pequeñas rebeliones que se produjeron antes».
Una asociación «inequívoca»
Finalmente, Gibbs destacó que este día de la memoria se conoce con el nombre completo de Iom Hazikaron laShoah ve-laG’vurá, es decir, Día de la Memoria del Holocausto y el Heroísmo de aquellos que combatieron como pudieron a los nazis.
Es un título que «vincula el recuerdo» de la Shoá con el heroismo de la resistencia (y la resistencia cotidiana) «en términos inequívocos».
Un «binomio» que «tuvo una gran importancia para la identidad de Israel como un nuevo estado y para un pueblo tan profundamente herido por años de terror», completó.