Por Ray Rast *
Irving Berlin fue un inmigrante judío que amaba Estados Unidos, y también la Navidad, a la que le dedicó una canción que se convirtió en una de las más famosas de la historia de las fiestas.
Como sugiere su canción de 1938 God Bless America, creía profundamente en el potencial de la nación para la bondad, la unidad y el liderazgo global. En 1940, escribió otra canción estadounidense por excelencia, White Christmas, que el popular artista Bing Crosby hizo famosa para siempre.
Pero ese era un momento profundamente triste para la humanidad. La Segunda Guerra Mundial –que se convertiría en el conflicto bélico más mortífero de la historia– había comenzado en Europa y Asia justo cuando los estadounidenses empezaban a recuperarse de la Gran Depresión.
Hoy en día puede parecer que la humanidad se encuentra en otro punto de inflexión: polarización política, guerra en Medio Oriente y Europa, una crisis climática global. Sin embargo, al igual que otros historiadores, desde hace mucho tiempo pienso que el estudio del pasado puede ayudar a señalar el camino que lleva al futuro.
White Christmas (Navidad blanca) resuena por más de 80 años, y creo que vale la pena entender las razones.
Anhelo de unidad
La Navidad en Estados Unidos siempre reflejó una mezcla de influencias, desde las antiguas celebraciones romanas del solsticio de invierno hasta el festival nórdico conocido como Yule.
Los católicos en Europa habían celebrado la Navidad públicamente con alegría desde la Edad Media, pero los protestantes a menudo la denunciaban como un vestigio del paganismo.
Esas tensiones religiosas se extendieron a las colonias norteamericanas y persistieron después de la Guerra Revolucionaria, cuando la esclavitud dividió aún más a la nación estadounidense.
Después de la Guerra Civil, muchos estadounidenses anhelaban tradiciones nacionales que pudieran unificar al país. La oposición protestante a las celebraciones navideñas se había relajado, por lo que el Congreso finalmente declaró la Navidad como feriado federal en 1870.
Millones de estadounidenses pronto adoptaron la tradición alemana de decorar árboles. También intercambiaron regalos, enviaron tarjetas y compartieron historias de Papá Noel, figura cuya imagen perfeccionó el dibujante Thomas Nast a finales del siglo XIX.
Las Navidades que Berlín y Crosby conocían eran las de las décadas de 1910 y 1920, cuando la temporada se expandió para incluir la primera ceremonia pública de encendido del árbol de Navidad del país y la aparición de Papá Noel al final del Desfile del Día de Acción de Gracias de Macy’s.
«La mejor canción que alguien jamás haya escrito»
A pesar de estas influencias seculares en evolución, la música y el entretenimiento navideños continuaron enfatizando el cristianismo. Los feligreses y los villancicos a menudo preferían Silent Night y Joy to the World.
La inspiración de Berlin para la canción llegó en 1937, cuando pasó la Navidad en Beverly Hills, en California. Estaba cerca de los estudios de cine donde trabajaba, pero lejos de su esposa, Ellin, una católica devota, y de la casa de Nueva York en Manhattan donde siempre habían celebrado la festividad con sus tres hijas.
Estar lejos de Ellin esa Navidad fue particularmente difícil: su hijo pequeño había muerto el 26 de diciembre de 1928. Irving sabía que su esposa tendría que hacer ella sola la visita anual a la tumba del niño.
Para 1940, a Berlin se le habían ocurrido varias letras. En su oficina de Manhattan, se sentó frente al piano y le pidió a su arreglista que tomara notas.
«No sólo es la mejor canción que he escrito», prometió el inmigrante judío, sino «la mejor canción que nadie haya escrito jamás».
Tiempos y lugares mejores
Berlin había relacionado su solitaria Navidad con la agitación más amplia de la época, incluido el estallido de la Segunda Guerra Mundial y los tensos debates sobre el papel de Estados Unidos en el mundo. Esta nueva canción reflejó su respuesta: un sueño de tiempos y lugares mejores.
Evocaba un pequeño pueblo de antaño en el que los trineos tirados por caballos atravesaban la nieve recién caída. También imaginó un futuro en el que los días oscuros volverían a ser «alegres y brillantes».
Este era un nuevo tipo de villancico. No mencionaba el nacimiento de Jesús, ni ángeles ni hombres sabios como los Reyes Magos. Y era una canción que todos los estadounidenses, incluidos los inmigrantes judíos, podían abrazar.
Berlín pronto llevó White Christmas de regreso a Hollywood. Quería que apareciera en su musical más reciente, uno que contaba la historia de un cantante retirado cuyo hotel ofrecía habitaciones y entretenimiento, pero sólo durante las fiestas estadounidenses. Tituló la película Holiday Inn y se la propuso a Paramount Pictures, con Crosby como protagonista.
Criado en Spokane, en el estado de Washington, Crosby lanzó su carrera musical en la década de 1920. Un programa de radio semanal y un contrato con Paramount lo llevaron al estrellato durante la década de 1930.
Luchando por «el derecho a soñar»
Con su constitución física delgada y sus orejas prominentes, Crosby no parecía una estrella hecha para protagonistar películas. Pero su comportamiento tranquilo y su voz suave lo hicieron inmensamente popular.
Holiday Inn se estrenó en agosto de 1942. Los críticos apenas mencionaron la canción, pero los estadounidenses comunes y corrientes no se cansaban de escucharla. En diciembre de ese año ya estaba en todas las radios, en todas las máquinas de discos y, como señaló el periódico Christian Science Monitor, en casi «todos los hogares y corazones» del país.
La razón clave de ese éxito fulminante fue la entrada de Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial.
La Navidad blanca no era especialmente patriótica, pero hizo que los estadounidenses pensaran en por qué luchaban, se sacrificaban y soportaban la separación con sus seres queridos.
Como concluyó un editorial del Buffalo Courier-Express, la canción ofrecía a los estadounidenses «un recordatorio contundente de que estamos luchando por el derecho a soñar y por recuerdos con los que soñar».
Afirmando la fe en la humanidad
Eso la convirtió en una canción de Navidad que todos los estadounidenses podían adoptar, incluidos aquellos que no siempre eran tratados como estadounidenses.
Berlin y Crosby no se habían propuesto cambiar la forma en que los estadounidenses celebran la Navidad. Pero eso es lo que terminaron haciendo. El atractivo universal y el éxito fenomenal de su canción lanzaron una nueva era de entretenimiento navideño, tradiciones que ayudaron a «americanizar» la temporada de las fiestas.
Al igual que White Christmas, canciones populares como Have Yourself a Merry Little Christmas (1943) aprovechaban el anhelo de estar con amigos y familiares. Rudolph the Red-Nosed Reindeer (1949) y otras canciones nuevas celebraban la nieve, los paseos en trineo y a Papá Noel, no el nacimiento de Jesús.
White Christmas ya había vendido 5 millones de copias en 1947 cuando Crosby grabó Merry Christmas, el primer álbum navideño jamás producido. En el álbum, White Christmas apareció junto a clásicos navideños como Jingle Bells y Santa Claus Is Coming to Town.
Hollywood hizo lo mismo. En la popular película de 1946 It’s a Wonderful Life, por ejemplo, los lazos familiares y de amistad demostraron su valor justo a tiempo para la Navidad.
Se afirmó la fe, pero era una fe en la humanidad. Y durante las siguientes décadas, el entretenimiento navideño siguió llegando a nuevas audiencias.
Los turnos de los baby boomers y de «Mi pobre angelito»
Las alegres canciones del álbum de Phil Spector A Christmas Gift for You (1963), por ejemplo, atrajeron a los baby boomers. Los productores también buscaron al público más joven con especiales de televisión como A Charlie Brown Christmas (1965) y How the Grinch Stole Christmas (1966).
Luego, Hollywood redescubrió la Navidad durante la década de 1980, en gran parte gracias a A Christmas Story (1983), una película que no veía la Navidad exactamente a través de lentes color de rosa. Si bien satiriza el caos y la angustia de la temporada navideña, la película abraza la Navidad, con sus defectos y todo.
Siguió un flujo constante de películas navideñas –Scrooged (1988), Home Alone (Mi pobre angelito, de 1990) o Elf (2003)– donde los temas de nostalgia, familia y unión estaban siempre presentes.
Desde la década de 1940, la temporada navideña se había vuelto aún más inclusiva.
Una encuesta del Pew Research del 2013 encontró que el 81 por ciento de los no cristianos en Estados Unidos celebran la Navidad. Sí, la festividad también se volvió más comercial. Pero eso también la hizo aún más estadounidense.
En medio de estos cambios, la canción de Irving Berlin, aquel talentoso inmigrante judío, se mantiene como un pilar navideño, recordando a los oyentes lo que los hace no solo estadounidenses, sino también humanos: la importancia del hogar, el anhelo de estar juntos y la esperanza compartida de un futuro mejor.
* Profesor asociado de Historia, Gonzaga University / Publicado originalmente en The Conversation.