Un nuevo estudio de la Universidad de Tel Aviv mostró que nuestros antepasados también eran capaces de dañar de manera irreversible la naturaleza que los rodeaba
Los investigadores examinaron los restos de combustible de los hornos en las minas de cobre del valle de Timna, en el sur de Israel, la zona conocida popularmente como las Minas del Rey Salomón, y concluyeron que, en tiempos bíblicos, también destruíamos el medio ambiente.
En efecto, los exámenes revelaron que la inmensa industria del cobre sobreexplotó las plantas leñosas utilizadas para preparar carbón, y sin las cuales las fábricas finalmente se vieron obligadas a cerrar.
Hasta el día de hoy, lamentaron los investigadores, el medio ambiente local no se recuperó de los graves daños causados por la industria del cobre en los tiempos bíblicos.
«Nuestros hallazgos indican que la antigua industria del cobre en Timna no se gestionó de manera sostenible», y que la sobreexplotación de la vegetación local «llevó finalmente a la desaparición tanto de las plantas como de la industria», escribieron los académicos israelíes.
Después de aquella etapa, añadieron, la producción de cobre «no se renovó en esta región hasta aproximadamente mil años más tarde», y el medio ambiente local nunca logró recuperarse de los daños.
Para el estudio, los expertos recolectaron muestras de carbón vegetal utilizado como combustible para hornos metalúrgicos en el valle de Timna, en la región desértica del sur de Israel, durante los siglos XI-IX antes de la era cristiana, y las examinaron bajo un microscopio.
Los investigadores analizaron más de 1.000 muestras de carbón con un microscopio electrónico
Así descubrieron que los combustibles de carbón utilizados cambiaron con el tiempo. Las primeras muestras contenían principalmente retamas blancas y acacias espinosas, excelente combustible disponible en las cercanías.
Pero la calidad de la leña se había deteriorado con el tiempo y las muestras posteriores consistían en leña de baja calidad y madera importada de lejos.
«Muchos hallazgos en el valle de Timna indican que allí floreció una gran industria del cobre durante un período de unos 250 años, entre los siglos XI y IX antes de la era cristiana», explicó el profesor Erez Ben-Yosef, director de las excavaciones arqueológicas en la zona.
Allí existían «miles de minas y alrededor de diez sitios de procesamiento que usaban hornos para extraer el cobre del mineral», añadió.
Esa «impresionante operación», según la describió Ben-Yosef, es conocida popularmente como las Minas del Rey Salomón, quien usó grandes cantidades de cobre para construir el Templo en Jerusalén.
La operación minera tuvo en efecto su punto máximo de producción durante las eras de los reyes David y Salomón, aunque estudios científicos mostraron que la explotación había comenzando mucho antes, en el Neolítico.
Ben-Yosef puntualizó que «la Biblia nunca menciona las minas como tales, pero sí dice nos dice que David conquistó el área de Timna, conocida en ese tiempo como Edom, colocando guarniciones» por toda la región.
La industria del cobre de Timna estaba a cargo del pueblo de los edomitas, que se especializaban en esta profesión, y la producción se exportaba a tierras lejanas, como Egipto, el Líbano e incluso Grecia.
«Hace 3.000 años los humanos causaron graves daños ambientales que afectan el área hasta el día de hoy»
El nuevo estudio de la Universidad de Tel Aviv muestra, a pesar de ese éxito, «la industria no era sostenible, un hecho que puede encajar bien con la ocupación» de Timna «por parte de una potencia extranjera», poco preocupada por el medio ambiente local, agregó el profesor.
Los investigadores señalaron que la industria del cobre de Timna era muy avanzada para su época y que los trabajadores que procesaban el metal eran «hábiles y muy respetados».
El cobre se extraía del mineral mediante fundición en hornos de loza a una temperatura de 1.200 grados centígrados. El proceso tomaba alrededor de ocho horas, después de lo cual se rompía el horno y se recuperaba el cobre de su base.
Para mantener los hornos funcionando, el carbón vegetal necesario para alcanzar la alta temperatura se preparaba previamente en sitios especiales mediante la combustión lenta de árboles y arbustos talados para este fin.
Desde que se descubrió la masiva operación de las Minas del Rey Salomón, hace unos 200 años, los científicos se preguntan de dónde provino la enorme cantidad de leña que necesitaron esas fábricas.
Gracias al análisis microscópico de más de mil muestras tomadas en el lugar, los investigadores descubrieron que, en algún momento, los hornos de las Minas del Rey Salomón empezaron a utilizar combustibles de menor calidad, como arbustos del desierto y palmeras.
«En esa última etapa, otros árboles fueron importados desde muy lejos, como enebros de la meseta edomita en la actual Jordania», dijo el estudiante de doctorado Mark Cavanagh, otro de los encargados del estudio.
Tres mil años después, «el medio ambiente local aún no se recupera de la crisis»
Los encargados de conseguir la leña cubrían distancias de hasta 100 kilómetros desde Timna para traer los enebros, y también terebintos que se encontraban a decenas de kilómetros de distancia.
En conclusión, el estudio indica que «hace 3.000 años los humanos causaron graves daños ambientales en el valle de Timna, que afectan el área hasta el día de hoy», destacó la doctora Dafna Langgut, en cuyo laboratorio se llevaron a cabo los exámenes.
Langgut dijo que el daño fue causado por la sobreexplotación, especialmente de la acacia y la retama blanca, que, como especies clave en el ecosistema del sur de Aravá, habían sustentado a muchas otras clases de plantas, almacenado agua y estabilizado el suelo.
«Su desaparición generó un efecto dominó de daño ambiental, perjudicando irreparablemente a toda la zona», añadió la experta israelí .
Tres mil años después, «el medio ambiente local aún no se recupera de la crisis». Algunas especies, como la retama blanca, que alguna vez prevaleció en el valle de Timna, «ahora son muy raras y otras han desaparecido para siempre», concluyó.