Un nuevo estudio de la Autoridad de Antigüedades de Israel (AAI) brindó impactantes detalles de la acción de los «misiles» romanos que llevaron a la caída de Jerusalén y abrieron el camino a la destrucción del Segundo Templo hace más de 1.900 años
Los resultados de la investigación fueron presentados en coincidencia con un nuevo Tisha BeAv, el día de ayuno con el que, cada año, se expresa el luto por la destrucción del Templo, ocurrida en el 70 de la era cristiana, y el exilio de la tierra de Israel.
Asombrosamente, el estudio no se concentró tanto en los restos arqueológicos sino en los análisis con computadoras de los cálculos balísticos en el campo de batalla que enfrentó a los legionarios imperiales con los rebeldes judíos.
Más allá de sus obvias connotaciones religiosas, Tisha BeAv -señalaron desde la AAI- habla de una historia de conflicto armado en Jerusalén. Siglos después, los arqueólogos pudieron establecer algunas características concretas de esa guerra.
«El Templo fue destruido en el año 70 de la era cristiana después de un asedio de cuatro meses y una intensa batalla liderada por el general romano Tito para conquistar la ciudad y sofocar la revuelta iniciada por los judíos cuatro años antes», recordó Kfir Arbiv, uno de los especialistas de la AAI.
Los romanos, continuó, «tenían un ejército masivo bien entrenado, equipado con las mejores innovaciones militares de su época». Se trataba, resumió, de «una maquinaria de guerra despiadada».
Arbiv registró sistemáticamente el equipo militar romano recuperado en excavaciones en Jerusalén, gran parte del cual fue encontrado en las excavaciones que dirigió, junto con la doctora Rina Avner, en el Complejo Ruso, uno de los barrios más antiguos de la ciudad.
El arsenal romano recuperado hasta ahora incluye cientos de armas de diferentes tamaños. En particular, proyectiles que se lanzaban con las temibles balistas, sofisticadas máquinas capaces de disparar estos verdaderos misiles de la época a distancias de entre 100 y 400 metros.
Los romanos contaban con «una maquinaria de guerra despiadada»
También se hallaron pequeñas hondas utilizadas por la entrenadísima infantería romana, máquinas del tipo catapulta que disparaban proyectiles a distancias de entre 150 y 200 metros, lanzas, espadas y puntas de flechas.
La investigación de Arbiv se centró en los cientos de proyectiles de las balistas y su análisis definió diferentes tamaños y pesos.
Algunos estaban diseñados para atacar a personas y fueron lanzados sobre los muros para evitar que los rebeldes judíos emergieran por encima de las paredes.
Otros, más pesados, se lanzaban ferozmente contra los propios muros para penetrarlos.
Arbiv contó que, con la ayuda de las computadoras, pudo registrar «el punto de ubicación de todas las balistas» desplegadas por los romanos para conquistar la ciudad que los judíos controlaban desde el año 66.
«Teniendo en cuenta la topografía local y la ubicación de los muros de fortificación de la ciudad del período del Segundo Templo, hice cálculos balísticos, incluido el ángulo y la distancia de lanzamiento de lanzamiento de las piedras», detalló el experto israelí.
Todos esos datos, apuntó la AAI en el reporte que presentó en ocasión del Tisha BeAv del 2022, fueron comparados con las detalladas descripciones contemporáneas de la batalla que preparó el historiador judío Flavio Josefo.
Según la investigación, algunas de las máquinas de artillería del ejército romano se ubicaron en el centro de la ciudad moderna de Jerusalén, en el área de Nahalat Hashiva que en la actualidad se conoce como la Plaza de los Gatos.
A pesar del sofisticado armamento de los romanos, «un pequeño grupo de defensores judíos logró resistir durante meses»
Por su parte, las excavaciones del Complejo Ruso expusieron parte de la muralla que formaba la tercera línea de defensa que rodeaba la ciudad.
Y, en un punto, se halló una gran cantidad de piedras para las balistas, algunas rotas después del uso.
«Es evidente que el ejército romano concentró sus esfuerzos» en esa zona y que «cientos, si no miles de piedras» para las balistas fueron llevadas a ese lugar, dijo Arbiv.
Eso, añadió, está en línea con Flavio Josefo, según el cual Tito ordenó penetrar la ciudad desde el lado noroeste de la muralla.
La masiva presencia de balistas y piedras no es tampoco sorprendente.
Historiadores de los armamentos no dudan en calificar a los proyectiles de estos armamentos como «misiles» que, además del daño material, tenían un fuerte impacto psicológico sobre el enemigo.
Hasta la llegada de los cañones, dispositivos como las balistas y las catapultas sembraban el terror en las ciudades asediadas, que en general debían soportar impotentes ser golpeadas por armas ubicadas a cientos de metros de distancia de sus muros.
«La evidencia física de los enormes recursos empleados por el ejército romano en Jerusalén refleja las batallas extremadamente duras que eventualmente llevaron a la destrucción del Segundo Templo», resumió el director de la AAI, Eli Eskosido.
De todas maneras, y «a pesar de las divisiones internas y las chances imposibles -destacó-, un pequeño grupo de defensores judíos logró resistir a los romanos durante meses hasta la trágica destrucción de la ciudad».