Cada año, cuando los judíos conmemoran la rebelión de los macabeos contra el imperio helenizante que controlaba la tierra de Israel (en los años 167 a 160 antes de la era cristiana) y la redención del Templo de Jerusalén, es costumbre encender ocho velas para recordar un «milagro»
Es que cuando los rebeldes entraron al templo para recuperarlo para la religión judía hallaron en su interior aceite para alimentar una luz de apenas una noche, y -sin embargo- duró ocho.
Las velas que se encienden actualmente, y desde hace algunos siglos, son simbólicas, porque en los tiempos de los Macabeos las luces se encendían en pequeñas vasijas, a menudo hechas de arcilla, adonde se colocaba el aceite.

«Inicialmente, se usaba un pequeño platillo de cerámica como recipiente para el aceite, típicamente de oliva, que servía como combustible, y la mecha solía estar hecha de lino«, recordó la Autoridad de Antigüedades de Israel (AAI) en un reciente artículo difundido a tiempo para Janucá.
Según explica la investigadora Alegre Savariego, la forma de esas lámparas de cerámica «evolucionó y cambió a lo largo de los años».
Desde la Edad del Bronce Antiguo hasta el período persa (3500-300 antes de la era cristiana), la «lámpara abierta» estuvo muy extendida en Israel, apunta Savariego. Se trataba de «una lámpara de cerámica simple con forma de cuenco con un borde pellizcado».

Luego, desde el período helenístico (la época de los Macabeos) y, posteriormente, en los períodos romano, bizantino e islámico, se produjo aquí un tipo diferente: la «lámpara cerrada».
Con lámparas o con velas, el mensaje de Janucá es el mismo: un poco de luz dispersa la oscuridad
«Esta lámpara generalmente se fabrica en un molde y se compone de dos elementos separados, una parte superior y una parte inferior, que se unen después del secado«, señaló la experta en un artículo que se puede leer, en inglés, haciendo click aquí.
El origen de la «lámpara cerrada» se encuentra en Grecia, «y en muy poco tiempo -escribió la curadora de la AAI- su producción se volvió tan común que reemplazó a la ‘lámpara abierta’ que predominaba hasta entonces en Israel».

Finalmente, en el período islámico tardío reaparece la lámpara en forma de cuenco (otra vez una «lámpara abierta»), que en ese momento se fabricaba en tornos de alfarero.
La lámpara de aceite, como la que encendieron los Macabeos, «proporcionó iluminación disponible, portátil y controlada durante miles de años hasta la invención de la electricidad», completa Savariego.
Con lámparas o con las actuales velas, las luces de Janucá siguen teniendo el mismo mensaje: un poco de luz puede alcanzar para dispersar la más espesa oscuridad.