Investigadores de la Autoridad de Antigüedades de Israel (AAI) descubrieron los restos de una joven mujer en una cueva funeraria de hace 2.300 años en los alrededores de Jerusalén, junto a un particular espejo que delataría su profesión: era una hetaira, o cortesana griega.
La tumba, que data de fines del siglo IV-principio del siglo III antes de la era común, fue hallada en las excavaciones de la AAI en Derej Hebron, en una ladera rocosa no lejos del kibutz Ramat Rahel, en la zona de la capital israelí.
En la cueva funeraria, que es una rara evidencia del periodo helenístico en la región de Jerusalén, fueron descubiertos los restos cremados de una joven mujer, junto a una particular caja de espejo en un perfecto estado de conservación, revelaron los arqueólogos.
Allí, el doctor Yossi Nagar, antropólogo biológico de la AAI, encontró los restos carbonizados que luego fueron identificados como los huesos de la mujer.
La «evidencia más antigua»
Según el doctor Guy Stiebel, del Departamento de Arqueología de la Universidad de Tel Aviv, es «la evidencia más antigua en Israel de una cremación en el periodo helenístico».
Además se encontraron varios clavos de hierro doblados junto a los huesos, y, para sorpresa de los arqueólogos, un raro tipo de caja de bronce plegable para espejos, también junto a los restos de la joven.
«Se trata apenas del segundo espejo de este tipo descubierto hasta la fecha en Israel, y en total, sólo 63 tipos de estos espejos son conocidos en todo el mundo helenístico», señaló Liat Oz, la directora de la excavación para la AAI.
Oz destacó que la calidad de la producción del espejo de la joven cortesana griega «es tan elevada que fue preservado en excelentes condiciones, y parecía como si hubiera sido fabricado ayer».
Los investigadores creen que el particular espejo pertenecía a nada menos que una acompañante de un miembro jerárquico del personal militar o un funcionario gubernamental helenístico durante una campana a través de la Tierra de Israel.
Magníficos grabados
Es que estos espejos de caja plegable están documentados en tumbas y templos en el mundo greco-helenístico y son una clara señal de un objeto genérico, asociado a la mujer griega. La caja era habitualmente decorada con grabados y magníficos relieves de figuras femeninas idealizadas y de divinidades, particularmente Afrodita, la diosa del amor.
«La pregunta más estimulante que surgió a partir de este descubrimiento fue ¿qué está haciendo la tumba de una mujer griega en la senda que lleva a Jerusalén, lejos de todo sitio o asentamiento de la época?», apuntó Stiebel.
Se trata, continuó, de una tumba que «nos intrigó de un modo sumamente particular», en especial porque «la información arqueológica sobre Jerusalén y sus alrededores a principios del periodo helenístico es muy escasa».
Para resolver el enigma de la joven mujer de Derej Hebron, los investigadores contaron con elementos clave: el costoso espejo de caja y la cremación, que era bien conocida en el mundo griego, así como el hallazgo de clavos de hierro en la tumba.
Con todos estos aportes, los expertos israelíes establecieron que lo más probables que la joven era una mujer de compañía o cortesana (hetaira) y no una mujer casada, que rara vez abandonaban su hogar en Grecia, y ni hablar de unirse a sus esposos en campañas militares.
Un adiós al costado del camino
El hecho de que no hubiera asentamientos cerca de la cueva funeraria, aparentemente indica que se trata de una tumba de una cortesana griega que acompañaba a un alto militar o a un funcionario helenístico y fue enterrada al costado del camino.
Desde la AAI explicaron que este tipo de espejos de bronce eran considerados como un artículo lujoso y caro, y que podían llegar a las manos de una mujer griega de dos formas: como parte de su dote antes de la boda o como un regalo dado por varones acaudalados a su cortesana.
Las hetairas formaban parte de una antigua institución social griega, en el marco de la cual -a semejanza de, por ejemplo, las geishas japonesas-brindaban servicios de escolta social, que no siempre eran única y exclusivamente sexuales.
Según recordaron los arqueólogos, algunas de ellas se convirtieron en cónyuges de hecho de gobernantes greco-helenísticos, así como de generales de rango elevado y famosos intelectuales. Las hetairas llevaban a cabo salones literarios, y servían de musas para los más famosos trabajos de escultura y pintura, que incluso eran expuestos en los templos.
Lo más probable, concluyeron los investigadores, es que se trate de la tumba de una mujer de origen griego que acompañaba a un alto referente del ejército o gobierno helenístico durante las campanas de Alejandro el Grande o, más probablemente, durante las Guerras de los Diadocos.
Y que encontró el final de sus lujosos y sofisticados días en la tierra de Israel, en el camino a Jerusalén.