Wallenberg, un héroe de la Segunda Guerra Mundial, considerado el «Schindler sueco» por haber salvado la vida de hasta 100.000 judíos de la persecución nazi en Hungría, fue detenido por militares de Moscú el 17 de enero de 1945
Nunca más se supo de él, aunque las autoridades soviéticas aseguraron -en 1956- que murió de un ataque al corazón en 1947 mientras se encontraba en cautiverio.
Al marcarse el aniversario número 77 de su arresto y desaparición, la filial canadiense de la organización judía B’nai Brith lanzó un petitorio para reclamar al gobierno de Suecia que exija a las autoridades rusas la divulgación de los reportes que puedan echar luz sobre el destino del diplomático.
(Años después de ser capturado, el gobierno de Canadá le otorgó la ciudadanía honoraria a Wallenberg. Lo mismo hicieron las autoridades de Israel, Australia, Gran Bretaña y Hungría).
«B’nai Brith Canadá implora a los gobiernos que busquen justicia para el difunto diplomático sueco», dice el petitorio presentado por la organización judía, que se puede leer y firmar haciendo click aquí.
El pedido coincide con la presidencia de turno de Suecia en la Alianza Internacional para el Recuerdo del Holocausto (IHRA, por su sigla en inglés), la organización internacional fundada en 1998 para promover la educación como herramienta para prevenir el antisemitismo y los genocidios.
A Budapest llegó con 650 pasaportes «de protección»
A través de una carta abierta publicada en el periódico Toronto Sun, el director ejecutivo de B’nai Brith Canadá, Michael Mostyn, dijo que «es hora de que se resuelva el misterio de Wallenberg».
«Muchos se sorprenderán al saber que, aunque (el diplomático sueco) es siempre muy enaltecido, muy pocos han movido un dedo para exigir la verdad de su destino, que sigue siendo desconocido hasta el día de hoy», protestó Mostyn.
Las autoridades de Estocolmo, continuó, deben «pedir a Rusia que publique todos sus registros sobre el encarcelamiento y el destino de Wallenberg bajo custodia soviética», y Canadá debe «presionar a Suecia» para que haga de la suerte del diplomático «su máxima prioridad en la IHRA».
En todo caso, se trata de una tarea compleja, ya que los distintos gobiernos de Moscú, desde los tiempos de la posguerra hasta la actualidad, vienen evitando responder a este reclamo, dejando trunca la historia de Wallenberg.
Nacido en 1912 en el seno de una aristocrática familia de banqueros, Raoul estudió arquitectura en Estados Unidos antes de incorporarse al negocio familiar. A principios de la década del ’40 realizó varios viajes de negocios a los países ocupados por Alemania, entre ellos Hungría.
Haber sido testigo de las brutalidades nazis en esos países lo convirtió en el candidato ideal cuando, en 1944, la embajada sueca en Hungría puso en marcha un operativo para salvar a la mayor cantidad de perseguidos.
Los papeles sirvieron a miles de judíos para evitar «trabajos forzados» y tener que «usar la estrella amarilla»
Las autoridades de Estocolmo lo enviaron a Budapest, adonde llegó -tal como había reclamado- con las «manos libres» para operar con los líderes políticos y económicos del país, según relata el museo israelí Yad Vashem.
Wallenberg «llegó a la capital húngara el 9 de julio de 1944, con una lista de judíos a quienes ayudaría, y 650 pasaportes de protección (SchutzPass)» para aquellos que tuvieran alguna conexión con Suecia, recuerdan desde el museo, que lo designó Justo entre las Naciones en 1963.
Después de comprender que los 650 pasaportes no alcanzaban, el diplomático comenzó a expedir miles de salvoconductos y comprar casas y apartamentos que puso bajo bandera sueca, «convirtiéndolas así en extraterritoriales, en las cuales albergó a judíos para mayor protección».
El salvoconducto autorizaba a su portador a viajar a Suecia o a cualquier otro país que Suecia representara. «Cerca de 4.500 judíos -señala Yad Vashem- obtuvieron estos documentos, que los protegían de trabajos forzados y los eximían de usar la estrella amarilla«.
Lo peor llegó a fines de 1944, mientras sobre Hungría avanzaba el ejército soviético y en el poder en Budapest se instalaban los fascistas locales, quienes crearon un régimen de terror que fusiló o lanzó a las aguas del río Danubio a miles de judíos y opositores.
Wallenberg debió utilizar «métodos no convencionales» para enfrentar esta oleada de violencia, «incluyendo el soborno y la extorsión, para financiar y dirigir» una «colosal operación de rescate», apuntó el website del museo israelí.
«He asumido esta tarea, y jamás podré regresar a Estocolmo sin saber en mi interior que he hecho todo lo que un hombre puede hacer para salvar tantos judíos como sea posible», le dijo Wallenberg a un compañero de la embajada mientras llevaba a cabo los últimos esfuerzos.
«No sé si estoy siendo llevado como un huésped de los soviéticos o como su prisionero»
Finalmente, después de haber rescatado a cerca de cien mil personas -según varias estimaciones-, Wallenberg, que tenía apenas 32 años de edad, «fue llevado por los soldados rusos, supuestamente para reunirse con el alto general soviético», el 17 de enero de 1945.
«Debe haber sentido el peligro -rememora el perfil de Yad Vashem-, pues cuando era guiado hasta el vehículo ruso dijo: ‘No sé si estoy siendo llevado como un huésped de los soviéticos o como su prisionero’«.
Desde aquel momento, la historia del heroico funcionario sueco se disolvió en la oscuridad, y en la férrea negativa soviética de siquiera reconocer que tenían en sus cárceles a un prisionero con ese nombre y apellido.
Recién en 1989, cuando se resquebrajaba la Unión Soviética, se informó el hallazgo del pasaporte diplomático, la cigarrera y otros objetos de Wallenberg en un sótano del cuartel general de la KGB en la capital rusa donde funcionaba una tenebrosa prisión.
Debieron pasar varios años, hasta el 2000, para que las autoridades rusas se decidieran a entregar esos efectos personales a la familia de Raoul.
«Ya no podemos simplemente celebrar el legado de Wallenberg sin luchar también por que se haga justicia a su memoria», señaló Mostyn, de la B’nai Brith Canadá, al resumir la triste historia del hombre que salvó a miles poniendo su propia vida en peligro.