Aunque a veces resulte llamativo, el judaísmo tiene conexiones con otros terrenos de la espiritualidad y hasta una compleja relación, por ejemplo, con la astrología: además, como lo puede demostrar el Shabat, también puede llevarse bien con prácticas como la meditación.
Así lo señala el rabino estadounidense Jay Michaelson, para quien el mindfulness, ese estado de «conciencia plena» que se logra con la meditación y en general se relaciona con el budismo, «puede profundizar la experiencia del Shabat, y viceversa».
El Shabat, apunta Michaelson, es «un día para ser, no para hacer». Según lo interpretan los rabinos, agrega, «la multitud de cosas que se deben y no se deben hacer» en la jornada de descanso de los judíos, «tienen que ver esencialmente con no hacer nada, no destruir nada y simplemente tomar el mundo tal como lo encontramos, por un día».
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Para los judíos, el día de descanso comienza con la puesta del sol del viernes y termina al oscurecer del sábado. Para el resto de la semana, la tradición y la religión convocan «a mejorar el mundo» y «mejorarnos a nosotros mismos» y a nuestras familias.
Pero, en Shabat, escribió Michaelson en un artículo del portal My Jewish Learning, simplemente hay que «ser» en el mundo. En ese día, se «sirve a Dios no cambiando el mundo, sino relajándose en el que ya existe».
La luz de las velas de Shabat
Michaelson, que tiene un doctorado en Pensamiento Judío de la Universidad Hebrea de Jerusalén y otro en Derecho de Yale, dice que, «en un sentido profundo», el ambiente del Shabat es similar al de la práctica de la meditación.
Hay muchas formas de práctica meditativa, remarcó, pero su «esencia» es «ver claramente la verdad» de lo que «es» en el mundo y a nuestro alrededor.
Como en Shabat, agregó, «no se trata de no hacer o no cambiar nada, o de sentir de una manera especial, sino simplemente despertar, de una manera enfocada, a lo que ya está aquí» en nuestras vidas.
Para recorrer ese camino, Michaelson recomienda, por ejemplo, concentrarse por unos instantes en la luz de las velas del Shabat, no con una atención rígida «sino con la intención de recibir» la paz de la jornada de descanso, «dejando que las cosas sean lo que sean».
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«El secreto de la espiritualidad es que no existe un camino correcto, ningún sentimiento especial que se supone que se deba tener -afirmó el rabino-: sólo una relación abierta y amorosa con cualquier sentimiento, cualquier sensación».
A quienes quieran intentar estos modestos viajes hacia el mindfulness, el rabino sugiere permitirse «momentos aleatorios de silencio» durante el Shabat.
Cómo escuchar los silencios
«Cuando descubra que su mente se está yendo a alguna parte o que la conversación se ha vuelto más ruidosa de lo que realmente desea, simplemente haga una pausa», propone.
Y «deje que su cuerpo entre en quietud, relajando nuevamente cualquier tensión involuntaria que pueda haber surgido», siguiendo por un momento de «respiración artificial: una inhalación completa y profunda y una exhalación con un suspiro que realmente limpie los pulmones».
Finalmente, «escuche -no el silencio, ya que probablemente no será un silencio total- sino el silencio de la no acción» que el judaísmo instruye para la jornada de descanso y que combina bien con la meditación.
La meditación en clave judía fue uno de los temas centrales de la obra del rabino ortodoxo estadounidense Aryeh Kaplan, un reconocido por sus trabajos de difusión del misticismo judío y la Cábala.
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Kaplan señalaba, por ejemplo, que no debería sorprender la conexión del judaísmo con la meditación, una práctica que en general se relaciona con las religiones orientales. El judaísmo, recordaba el rabino, es también una religión oriental.
«Sin un conocimiento de las prácticas meditativas del judaísmo -escribió el rabino norteamericano-, un importante eslabón entre el Oriente y el Occidente se pierde».
De todas maneras, Kaplan reconocía que muchas de las antiguas obras de sabios judíos sobre la meditación ni siquiera fueron publicadas en hebreo, y que tuvo que buscarlas en bibliotecas y museos.