Los científicos a cargo del Doomsday Clock (El Reloj del Juicio Final) actualizaron las «manecillas» del simbólico artefacto para colocar al mundo a solamente 90 segundos de la «medianoche» de la catástrofe, probablemente nuclear, que pondrá fin a la vida en el planeta tal como la conocemos.
Se trata de una metafórica carrera hacia un eventual Armagedón o fin del mundo, un término que aparece en la Biblia cristiana, el Nuevo Testamento. Pero ¿creen los judíos en el Apocalipsis? Esa es una cuestión más complicada.
En su comunicado difundido en enero del 2023, los expertos del Bulletin of the Atomic Scientists (Boletín de Científicos Atómicos) dijeron que adelantaron las agujas del reloj 10 segundos «debido en gran parte, pero no exclusivamente, a la invasión de Ucrania por parte de Rusia y al mayor riesgo de una escalada nuclear».
«Las amenazas apenas veladas de Rusia de usar armas nucleares le recuerdan al mundo que la escalada del conflicto, por accidente, intención o error de cálculo, es un riesgo terrible», apuntaron en la declaración emitida el 24 de enero.
Según los miembros de la organización, que forma parte de la Universidad de Chicago, en Estados Unidos, «la posibilidad de que el conflicto pueda salirse del control de cualquiera sigue siendo alta».
Además, revelaron que la nueva «hora» también se marcó por «las continuas amenazas planteadas por la crisis climática y el colapso de las normas e instituciones globales necesarias para mitigar los riesgos asociados con el avance de las tecnologías y las amenazas biológicas como el COVID-19».
El monte Meggido
Con este escenario de fondo, no es difícil entender por qué los científicos del Boletín -que mantienen este dispositivo desde 1947, dos años después del lanzamiento de las bombas atómicas sobre Japón- adelantaron el reloj hasta los 90 segundos antes de la «medianoche» del Armagedón.
Ese inquietante término es la derivación griega de las palabras en hebreo har Meggido, que significan «monte Megido». Para los judíos, el monte está relacionado con los lugares de las guerras contra las malvadas fuerzas de Gog de Magog, que aparecen en el libro de Ezequiel en el Viejo Testamento.
Para el conocimiento judío, esas batallas, sin embargo, no significan un apocalipsis. Esa representación sí aparece en la sección de las Revelaciones del Nuevo Testamento, en el Apocalipsis de San Juan, una de cuyas posibles lecturas es precisamente la de un fin del mundo.
Es que, para los israelitas, el término apocalipsis se refiere «a las revelaciones y a las profecías relacionadas con el destino último de la humanidad», según explica el rabino Yehuda Shurpin, pero no necesariamente de manera catastrófica.
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Shurpin, de la organización Jabad Lubavitch, dice que «el judaísmo definitivamente cree en el apocalipsis» porque «cree en la llegada» del Mesías «y en la resurrección de los muertos».
El primer judaísmo «no tenía tradición de que el mundo terminara en un día de juicio divino»
Pero, en cuanto al «apocalipsis en sentido coloquial» de fin del mundo, «entonces la cuestión es un poco más complicada», precisa el rabino, quien cita debates de los sabios talmúdicos sobre el tema.
En un artículo del 2018 en el diario israelí Haaretz, el escritor Elon Gilad recordaba que el primer judaísmo «no tenía tradición de que el mundo terminara en un día de juicio divino».
De hecho no se habla del tema en la Torá y «no aparece tal noción en el material del período del Primer Templo en la Biblia hebrea», apuntó. Sin embargo, «la idea aparece de repente en libros proféticos escritos después de finales del siglo VI antes de la era cristiana», como el de Daniel.
Teniendo en cuenta que esta creencia «es poco común en las religiones antiguas -sigue el autor-, difícilmente podría ser una coincidencia» que los judíos comenzaran a creer en ella «justo cuando los persas entraron en sus vidas» y se convirtieron en sus dominadores durante el exilio en Babilonia.
«La religión persa, el zoroastrismo, sostiene que el mundo terminará con un enfrentamiento final entre el bien y el mal» y «los judíos deben haberlo aprendido de ellos», apunta Gilad.
Luego, «cuando el cristianismo se separó del judaísmo hace 2000 años, tomó esta creencia -concluye el autor-. El concepto aparece en toda la Biblia cristiana y, de hecho, el Libro de las Revelaciones está totalmente dedicado» a este concepto, que no se arraigó entre los judíos.
Einstein fue muy crítico de las armas nucleares y un eventual «apocalipsis» atómico
Sin embargo, siglos después, uno de los más grandes judíos de la historia, el físico Albert Einstein, figuró entre el grupo de científicos atómicos que creó el Reloj del Fin del Mundo.
Aunque no trabajó en el Manhattan Project, el programa que desarrolló las bombas nucleares norteamericanas, se considera que Einstein «influyó» en la decisión del gobierno de Washington de poner en marcha el plan atómico.
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El Reloj del Juicio Final revela lo cerca que estamos de la aniquilación total de la Tierra ????. https://t.co/BmkIiVGOWA
— CNN en Español (@CNNEE) January 28, 2023
El científico nacido en Alemania no jugó ningún papel en el Proyecto Manhattan porque «se le negó una autorización de seguridad en julio de 1940 debido a sus tendencias pacifistas», recuerda un informe de la Atomic Heritage Foundation.
Pero «Einstein influyó en el comienzo» del proyecto Manhattan, asegura el reporte.
En colaboración con Leo Szilard, «escribió una carta al presidente (Franklin D.) Roosevelt en 1939, advirtiendo sobre una posible investigación alemana sobre armas nucleares y proponiendo que Estados Unidos comenzara» su propio programa.
Años después, al ver las estremecedoras imágenes de Hiroshima y Nagasaki destruidas en 1945, Einstein «se arrepintió» de la carta a Roosevelt y dijo en una entrevista con Newsweek que «si hubiera sabido que los alemanes no tendrían éxito en el desarrollo de una bomba atómica, no habría hecho nada».
El genial científico se convirtiría en uno de los judíos que creen en el Apocalipsis, pero en su caso se trató de una firme crítica a las armas nucleares y de un eventual desastre como el que describe el comité del Reloj del Fin del Mundo, y no como el del Viejo Testamento.