Arqueólogos de la Autoridad de Antigüedades de Israel (AAI) realizaron un descubrimiento «extremadamente raro»: un sello de piedra en Jerusalén, escrito en paleo-hebreo hace 2700 años -en la época del Primer Templo– y con un nombre grabado: «Yehoezer ben Hosheyahu».
El sello, realizado en piedra negra, «es uno de los más bellos jamás descubiertos en excavaciones en la antigua Jerusalén, y está ejecutado al más alto nivel artístico», afirmaron los líderes de los trabajos arqueológicos, los expertos de la AAI Yuval Baruch y Navot Rom.
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Grabado con escritura en espejo (a la inversa, para que se pueda leer cuando se estampa), el sello, indicaron Baruch y Rom, muy probablemente sirvió a su propietario como amuleto y para firmar legalmente documentos y certificados.
Tiene un corte convexo en cada lado y un agujero perforado a lo largo, de modo que se puede colocar en una cadena y usar alrededor del cuello, agregaron sobre el objeto, que fue hallado cerca del muro sur del Monte del Templo, en la capital de Israel.
En el centro del sello se puede ver una figura de perfil, posiblemente un rey, con alas y que camina hacia la derecha. Lleva una melena de largos rizos que le cubre la nuca y en la cabeza tiene un sombrero o una corona.
«Raro e inusual»
La sugestiva figura levanta un brazo hacia adelante con la palma abierta, tal vez para sugerir que sostiene algún objeto. A ambos lados hay una inscripción grabada en escritura paleo-hebrea, «Yehoezer ben Hosheyahu», el nombre de un residente de la antigua ciudad israelita.
El arqueólogo y asiriólogo Filip Vukosavović, que estudió el sello, confirmó que se trata de «un descubrimiento extremadamente raro e inusual».
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Se trata, remarcó el experto de la AAI, de «la primera vez que se encuentra un ‘genio’ alado, una figura mágica protectora, en la arqueología israelí y regional».
Vukosavović recordó que se conocen figuras de demonios alados en el arte neoasirio de los siglos IX-VII antes de la era cristiana y que se los consideraba una especie de «demonio protector».
Al parecer, el objeto fue fabricado por un artesano local, un israelita, que «produjo el amuleto por encargo del propietario», estimó el asiriólogo, quien destacó el «nivel artístico muy alto» del sello.
Los investigadores creen que el objeto, en el que originalmente solo aparecía la imagen del «demonio», era usado como amuleto alrededor del cuello por un hombre llamado Hoshayahu, que ocupaba un alto cargo en la administración del Reino de Judá.
Un talismán mágico
Gracias a ese estatus, Hoshayahu se pudo dar el gusto de «ennoblecerse» y hacer alarde de eso en un sello con una figura imponente que encarnaba un símbolo de autoridad.
La hipótesis de los investigadores que concretaron este descubrimiento en Jerusalén es que, tras la muerte de Hoshayahu, su hijo Yehoezer heredó el sello y añadió su nombre y el de su padre a cada lado del «genio» asirio.
«Tal vez lo hizo para apropiarse directamente de las cualidades beneficiosas que creía que encarnaba el talismán mágico», explicaron desde la AAI.
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Los arqueólogos apuntaron que en la Biblia aparece un Yehoezer, aunque con su nombre abreviado, Yoezer: era uno de los guerreros del rey David.
Después de analizar el sello, los arqueólogos concluyeron que el nombre habría sido grabado por el propio Yehoezer, ya que no tiene la misma calidad que la figura del «demonio». Eso confirma que, al contrario de lo que se piensa, muchos residentes comunes de la antigua Jerusalén sabían leer y escribir, y no solo los ricos y poderosos.
Identidad global, y local
Por su parte, la figura alada en estilo neoasirio «es única y muy rara en los estilos glíficos del período tardío del Primer Templo», pero la influencia del imperio que había conquistado toda la región «es claramente evidente», señaló Baruch.
Que el dueño del sello haya elegido un demonio asirio como insignia de su sello personal, añadió Baruch, puede demostrar «su sentimiento de pertenencia a un contexto cultural más amplio, al igual que la gente del Israel de hoy, que se considera parte de la cultura occidental».
«Sin embargo, dentro de ese sentimiento, este Yehoezer también se aferró firmemente a su identidad local, y por eso su nombre está grabado en escritura hebrea, y su nombre es un nombre hebreo, que pertenece a la cultura de Judá», agregó el experto de la AAI.
Se trata, al fin y al cabo, de un hallazgo «espectacular» que «demuestra la importancia y centralidad de Jerusalén hace ya 2700 años», afirmó el ministro israelí de Patrimonio, Amichai Eliyahu.
«Es imposible -completó Eliyahu- no conmoverse ante un encuentro tan directo y sin mediación con un capítulo de nuestro pasado, una época en la que el Primer Templo se alzaba en todo su esplendor».