Riki Golan nació en 1982 de manera prematura, tras 7 meses de gestación, y la falta de oxígeno en el momento del parto le provocó parálisis cerebral. Dieciocho años después decidió que su discapacidad no le iba a impedir concretar su sueño: entrar a las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI)
Así fue que la mayor Riki Golan llegó a estar a cargo de un equipo de siete soldados como jefa de la Sección Digital del Cuerpo de Recursos Humanos de las FDI.
Además, su opinión es periódicamente requerida por distintos oficiales para ayudar a elegir el mejor lugar de servicio para los jóvenes reclutas con discapacidades.
También es una de las principales voceros del programa Especiales en Uniforme, patrocinado por el Keren Kayemet LeIsrael (KKL), el Fondo Nacional Judío, que asiste a los jóvenes con discapacidades que se presentan como voluntarios para cumplir el servicio militar.
Pero antes de convertirse en esta destacada oficial, asesora y activista, Riki tuvo que superar obstáculos difíciles en su vida, comenzando por haber sido capaz de caminar recién después de cumplir los cuatro años de edad.
De todas maneras, su contacto con las fuerzas armadas ya había comenzado, porque su padre fue un importante miembro de las FDI que llegó al grado de brigadier general y combatió en las guerras de los Seis Días y de Iom Kipur.
«Crecí en un ambiente militar, en las bases», y «me trepaba a los tanques antes incluso de caminar, literalmente», contó la mayor en una reciente entrevista que se le realizó para un podcast del KKL (que se puede escuchar, en inglés, haciendo click aquí).
«Mi padre se encargó de que no me rindiera y siguiera mi sueño, que era ser parte del ejército israelí»
De pequeña, Riki pasó tiempo también en Estados Unidos, adonde su padre fue enviado como delegado militar de las FDI. En el país norteamericano, su madre la llevó a ver a varios especialistas, quienes le dijeron que, lo mejor, sería «elegir una silla de ruedas, porque nunca podría caminar», recordó.
De regreso a Israel, la futura oficial se sometió a una importante cirugía, y finalmente pudo caminar, aunque con muletas. Eso la ayudó a movilizarse de manera independiente y cursar las escuelas primaria y secundaria.
«Yo quería ser como todos mis compañeros -relató Riki-, quería ser como mi padre», y entrar a las fuerzas armadas, como lo hace la gran mayoría de los jóvenes israelíes, tanto varones como mujeres.
Mientras veía que sus amigos recibían las cartas con detalles sobre el destino que les tocaría al ser reclutados, para ella la única misiva fue la que le informaba que estaba exceptuada de la conscripción.
«Cuando me dijeron ‘no te necesitamos’ porque estaba ‘enferma’, me ofendió mucho», rememoró. Y entonces comenzó un largo proceso de reclamos ante las autoridades de las FDI para lograr que revisarán su decisión.
Muchas veces estuvo a punto de abandonar el esfuerzo, pero «mi padre se encargó de que no me rindiera y siguiera mi sueño, que era ser parte del ejército israelí y ser igual que el resto de mis compañeros de la escuela», continuó.
Un fastidioso ida y vuelta de reuniones, cartas y certificados médicos finalmente rindió frutos y Riki logró cambiar la opinión de los reclutadores. Había llegado el momento para que la soldado Golan cumpliera con su servicio en armas.
«Todos tenemos alguna discapacidad, y todos tenemos que luchar por abrirnos nuestro propio camino»
Sin embargo, a esa altura no era ya el deseo de ser como todos sino la llamada de una fuerte vocación la que impulsaba sus sentimientos. Entrar al servicio militar «fue solamente el principio, porque una vez que estaba en el ejército no era suficiente para mi ser un soldado, quería subir» en el escalafón.
Otra vez un proceso de cartas y certificados médicos, y Riki logró el «sí» para entrar al curso de oficiales de las FDI. También que abrieran la puertas para lo que sería su vida por más de veinte años.
Cuando durante la entrevista le preguntaron sobre los beneficios y características de Especiales en Uniforme, la mayor destacó que el programa realmente ayuda a los jóvenes con discapacidades a prepararse para un servicio en las fuerzas armadas.
«Algo que no existía en mi época», señala. En aquel momento, «a todos los lugares adonde iba, era la primera vez que llegaba alguien con discapacidad, y tenía que convencer a la gente de lo que era capaz», dijo la oficial.
Riki, que es madre de una pequeña niña, llamada Maia, terminaba su servicio en el ejército a finales del 2021. De todas maneras, «seguiré trabajando con Especiales en Uniforme y tratando de impactar a la gente para que cambien su perspectiva, para que entiendan que todos tenemos alguna discapacidad, y que todos tenemos que luchar por abrirnos nuestro propio camino«, afirmó.