A través de dos videos en su cuenta en YouTube, las FDI dieron a conocer la apasionante vida de la pianista Elisabeth Gebremedhn, de Jerusalén, y el bailarín Kay Alon, de Hadera
Ambos cumplen el servicio militar en el ejército de Israel, pero no por eso dejaron de aplicarse tenazmente a sus pasiones, como muchísimos otros jóvenes, incluso algunos famosos. Porque «detrás de cada uniforme hay un remarcable soldado», según afirman desde las FDI.
Elisabeth tiene 19 años y vive en la capital de Israel. Ella nació poco después de que sus padres llegaran al país, hace veinte años. «Mi vida esta hecha de muchas culturas», contó la joven israelí en el video.
«Desde que era pequeña traté de combinar» todas esas diferencias que surgían de la intersección de su historia familiar y su vida en Israel, continuó.
«Cada vez que toco el piano siento que entro a otro mundo», confiesa la cabo Elisabeth
El camino para canalizar esa curiosidad lo encontró cuando tenía apenas nueve años de edad y sus padres la enviaron a estudiar piano en la Academia de Música y Danza de Jerusalén.
«No dejé de tocar el piano desde entonces», aseguró la joven. Después de brindar su primer concierto solista comprendió que «eso era lo que quería hacer toda mi vida», porque «cada vez que tocó el piano siento que entró a otro mundo».
El entrenamiento musical le brindó a Elisabeth el equilibro necesario para entrar sin problemas a su servicio militar y convertirse rápidamente en cabo del ejército.
La historia de Kay, el bailarín de Hadera -en el norte del país, a mitad de camino entre Haifa y Tel Aviv-, tuvo un comienzo dramático: cuando su madre estaba embarazada los médicos le advirtieron que el parto podía ser difícil, incluso con riesgo para su vida.
«Nada es fácil al principio», asegura el sargento primero Kay
Por suerte, tanto Kay como su madre sobrevivieron el complicado parto. «Creo que heredé su espíritu de lucha», afirmó Kay en el video, en referencia a la decisión de su madre de seguir adelante con el embarazo.
«Ahora vivo mi vida de la manera que ella quiso que lo haga: sin rendirme jamás», siguió el joven bailarín.
«Nada es fácil al principio», continuó. «Por una serie de razones -confesó, entré al mundo de la danza a una edad avanzada, y no creía en mis habilidades».
Pero, «gracias a mucha gente buena que conocí a lo largo del camino -aseguró Kay- empecé a creer en mí y en mi capacidad para bailar«.
Ahora, esa capacidad la trasladó a su desempeño en el ejército, adonde tiene el rango de sargento primero.
«Su resiliencia y determinación -lo presentan desde las FDI- le dieron fuerza para lograr sus objetivos como bailarín y soldado«.