Como para muchos otros jóvenes con problemas de conducta, las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) resultaron un verdadero «salvavidas» que rescató al ahora sargento Eyal de un posible camino de delito y desilusión
Esta historia comenzó en las calles de Bat Yam y de Yafo, siempre en la zona de Tel Aviv, donde Eyal se juntaba para fumar y beber con sus amigos, lejos del apartamento que compartía con su madre y tres hermanos.
Eyal, relata un perfil del soldado israelí publicado en el website de las FDI, tuvo en su adolescencia varios encontronazos con la policía, hasta que un juez lo puso ante una primera decisión: la cárcel o un internado para jóvenes con problemas de conducta.
«El internado -precisa el perfil- le ofreció una segunda oportunidad y fue una alternativa al encarcelamiento» pero duró poco, «hasta que uno de sus compañeros apuñaló a un compañero y la escuela cerró».
Más adelante, Eyal se tuvo que parar frente a una nueva elección, y decidió anotarse en un programa de preparación premilitar, conocido en Israel como «mejina».
Fue allí que completó el círculo de opciones y le dijo a su madre: «Quiero reclutarme en las FDI, para que mis hermanos puedan ver que soy parte de algo más grande que yo y que contribuyo a mi país».
Sin embargo, y debido a las malas decisiones que había tomado en el pasado, la oficina de enrolamiento de las FDI rechazó la aplicación de Eyal. «Eso significaba que no lograría cumplir mi sueño de convertirme en soldado» de combate, recordó durante la entrevista.
«Pero haber pasado por la ‘mejina’ solo fortaleció mi voluntad y no iba a dejar que mi pasado me definiera«, contó el sargento. Luego de varias conversaciones con su madre y reuniones con los encargados del reclutamiento, se levantó la excepción y pudo entrar a las filas de las FDI.
«Aprendí, me endurecí y gané: logré mi sueño»
En mayo del 2020, Eyal fue reclutado para ser conductor en la base de Havat HaShomer. El joven contó que, durante el año y cuatro meses que fue chofer, «les dije a todos que mi objetivo era convertirme en un soldado de combate».
Cuando Eyal fue a solicitar el traslado, la primera respuesta fue un «no». Por supuesto, el joven de Bat Yam y Yafo estaba ya acostumbrado a reaccionar con más persuasión y persistencia: después de insistir fue derivado al famoso batallón Bardelas del Cuerpo de Protección Fronteriza.
«Finalmente estaba en una posición en la que podía contribuir mejor» a la defensa del país, afirmó.
Cuando el entrevistador le preguntó qué lo ayuda a enfrentar los días difíciles, la respuesta fue obvia: «Mi mamá. Ella me ayuda a superar todo -confesó-. Por más difícil que sea, llamo a mi mamá y ella me ayuda a entender que todo es temporal y que puedo superar cualquier cosa».
Eyal, dijo Hannah, su madre, «es mi luz», y «me encanta ver la pasión en sus ojos cuando se fija una meta». Además, destacó, «es un ejemplo increíble para sus hermanos y espero que tengan la misma devoción y pasión que él».
El sargento de las fuerzas fronterizas completó la historia resumiendo su trayecto desde las calles de Bat Yam a los cuarteles del batallón Bardelas. «Aprendí, me endurecí y gané: logré mi sueño».