Entre sus actividades operativas militares y las complejas tareas de rescate, los perros de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) también tienen que descansar: para atender a esos guerreros de cuatro patas existe un equipo especial de terapeutas, veterinarios y entrenadores.
Para celebrar el Día del Perro, que se festeja cada 26 de agosto (pero también el 21 de julio en muchos países), un reportero del servicio de prensa de las FDI se sumergió en las labores de ese equipo, que se ocupa de cuidar de todos los canes «que no se encuentran en actividad operativa».
Es una misión que demanda atención las veinticuatro horas del día, los siete días a la semana, explicó uno de los oficiales a cargo. Los expertos se ocupan también de los perros nuevos, «que aún no han sido asignados a los escuadrones específicos» que aplicarán sus habilidades.
Se trata de un equipo que, a simple vista, es apenas un escuadrón de apoyo para la unidad canina Oketz, que generalmente recibe todo el interés y la luz de los reflectores de los medios, pero su trabajo silencioso es fundamental.
No es solamente acariciarlos y correr con una pelota
Desde afuera, señala el reporte, puede parecer sencillo: «acariciarlos, correr y jugar con una pelota», pero como señala el capitán a cargo (cuyo nombre no se reveló por razones de seguridad), la realidad es completamente diferente.
«El tratamiento incluye paseos, limpieza, comida y atención médica por parte de los veterinarios especiales», indicó el oficial, pero «como cada perro es diferente, ajustamos todo individualmente a las necesidades y preferencias» del animal.
Inmediatamente después de sumarse a las FDI, los canes pasan por pruebas de evaluación que permiten identificar sus rasgos, capacidades y cualidades físicas, lo que determinará su asignación a distintos componentes de las fuerzas y ocupaciones.
Pueden ser animales de ataque, de detección (los que trabajan en tareas de rescate de personas en medio de catástrofes) y de alerta de explosivos.
Esa primera etapa, de todas maneras, no es sencilla, ya que, como explica otro de los encargados del escuadrón, «enfrentar disparos, bombardeos o movimientos» de tropas «no es una situación natural para un perro».
Entrenando canes… y soldados
Cuando llega la segunda fase, los canes son entrenados de acuerdo con el tipo de misiones a las que fueron asignados. Al mismo tiempo, un grupo de soldados está siendo capacitado para trabajar junto al animal en el frente de combate y en el cuartel, donde deberán ocuparse del cuidado del perro.
Finalmente, llega el momento que todos estaban esperando: los dos se encuentran, un soldado y un perro, que pasarán juntos por un entrenamiento conjunto y terminarán por convertirse en un equipo.
Los líderes de este escuadrón compartieron algunos interesantes detalles que tienen en cuenta cuando llega el momento de formar esas sociedades. «No existe una fórmula matemática -señalaron-, pero para crear una combinación óptima nos fijamos en dos áreas clave: el físico y la mentalidad».
«Es cierto que un perro fuerte necesitará un soldado fuerte, uno que pueda manejar» su gran potencia física, «pero también queremos que las cualidades mentales no sean necesariamente similares, sino complementarias».
Por ejemplo, un perro menos disciplinado, que necesita más tiempo para madurar y desarrollarse, tendrá que ser emparejado con un soldado muy disciplinado, paciente y optimista, que lo equilibre.
Si bien es cierto que este proceso tiene un componente emocional muy fuerte, y hasta romántico, como se puede ver en tantas películas sobre perros militares y «sus» soldados, el camino no es nada fácil, está lleno de desafíos y dificultades.
La importancia de la conexión emocional
«La conexión emocional es un factor esencial para el éxito de la misión», señalaron los oficiales entrevistados para el reporte, ya que un soldado que ve al perro solamente como otro miembro de las fuerzas militares «no podrá sacar lo mejor» del can.
El perro, enfatizaron, «debe convertirse en su mejor amigo y estar en su mente todo el tiempo, para cumplir con los requisitos operativos».
Pero, al mismo tiempo, destacaron, esa conexión «no debe interferir con el juicio del soldado: en el momento de la verdad debe anteponer la misión, incluso si eso significa que su compañero no regresará de ella».
Es que, al fin y al cabo, «los perros también son combatientes listos para darlo todo» para cumplir con los objetivos.
Se trata, concluyeron, de «una cuestión de práctica», donde la responsabilidad del soldado es asegurarse de que su animal actúe «de la mejor manera posible, de una manera en la que ambos brinden una ventaja operativa al equipo y, además, no ponga en peligro al perro innecesariamente».
«Ese es el peso profesional que recae sobre sus hombros y confiamos en que sepan cómo hacerlo», resumieron los encargados del escuadrón que se ocupa de los guerreros de cuatro patas.