El sábado 6 de octubre de 1973, las sirenas de guerra tomaron por sorpresa a casi todos los israelíes. Por la mañana, los jefes de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) convocaron a los reservistas, pero -en medio de la confusión-algunos de ellos no llegaron a tiempo a sus puestos
Esta es la historia de tres de ellos -el sargento Amnon Kafkafi y los ayudantes Yosef Schatz y Shalom Burstein- quienes llegaron hasta el frente en las Alturas del Golan haciendo autostop (haciendo dedo, o pidiendo un aventón), literalmente.
La hazaña de los jóvenes soldados -en aquel momento parte de las fuerzas de reserva- fue recuperada por un reportero militar, Yinon Shalom Yttach, quien la relató en un artículo en el website de las FDI, a tiempo para un nuevo aniversario del comienzo de la guerra.
Aquella mañana cuando se supo que las tropas de Egipto, Siria y otros países árabes se lanzaban sobre Israel, la alarma alcanzó a Kafkaki descansando en el sofá de su casa.
El sargento se levantó de un salto y salió de su casa, después de decirle a su madre que «no se preocupara», señala el relato. Esa misma noche llegó a su base, el campamento Natan, cerca de Beer Sheva, en el sur de Israel.
Las alarmas de guerra sorprendieron al sargento de reserva Kafkaki descansando en un sofá
Al mismo tiempo, también Schatz y Burstein estaban en camino a la base, adonde los tres ex comandantes de tanques del Batallón 82 de la 7a Brigada habían ya recibido posiciones de «no combate» algunos meses antes del final de su servicio militar de tres años.
En la puerta de la base, los tres soldados descubrieron que todo el batallón fue aerotransportado al frente norte la noche anterior y ya había entrado en combate, en la zona de la frontera con Siria.
(Hay que tener en cuenta que el país se encontraba en medio de un caos a causa de este ataque sirio y egipcio que parecía ser «inesperado», aunque varios reportes de inteligencia habían advertido sobre esta posibilidad, lo que causaría tras la guerra una fuerte crisis política y militar en el país).
«Nos enteramos de lo que estaba pasando y del gran número de bajas, y sabíamos que no íbamos a quedarnos atrás», contó Kafkaki. Amnon, continúa el artículo, se comunicó con el cuartel general del cuerpo de blindados para preguntar «si realmente no nos necesitaban en el frente».
La respuesta no se hizo esperar: «Cualquiera que pueda ir, debe ir» a la línea de combate.
«Sabíamos que no íbamos a quedarnos atrás», y pidieron aventón a un camión en la carretera
Así fue que se pusieron en marcha, desde el sur del país hacia el extremo norte en las Alturas del Golan, para sumarse a los duros combates entre tanques que se estaban desarrollando en esa zona estratégica.
Una vez que pudieron escabullirse de la base semivacía, Schatz, Kafkaki y Burstein pidieron un aventón a un camionero que pasaba por una carretera cercana. «Sabes lo que está pasando en el Golán? ¿Escuchaste alguna noticia?», le preguntaron al conductor.
«Si, los sirios están llegando a Nafah», en aquel momento la principal base israelí en el Golan, fue la inquietante respuesta. «Me quedé atónito, esa fue la primera vez que entendí que algo andaba terriblemente mal», admitió Kafkafi.
Fue entonces que decidieron seguir viaje hasta la base Naftali, en el norte del país, adonde -se rumoreaba- se estaban acumulando tanques descompuestos o fuera de servicio.
Allí fue que los soldados pudieron «recuperar» uno de esos blindados, repararlo y armarlo, para luego marchar hacia el Golan, en particular hacia la zona conocida como el Valle de las Lágrimas, adonde ocurrió una de las principales batallas de la Guerra de Iom Kipur.
Schatz ocupó el puesto de artillero, Burstein se hizo cargo del cargador y Kafkaki condujo el tanque reciclado, al mando del cual se ubicó el teniente de reserva Shmulik Zemel, con quien se habían encontrado en Naftali.
Apenas llegados a la línea del frente, «tomamos una posición y comenzamos a disparar»
«Sin saberlo, el tanque de ‘no combatientes’ se incorporó al centro de una batalla que luego sería considerada una de las más difíciles» del conflicto, apunta el relato.
«No hubo tiempo para pensar en nada; vimos a los pocos tanques (israelíes) que nos rodeaban haciendo todo lo posible para evitar que los sirios traspasaran las líneas«, rememoraron Kafkafi y Zemel.
«Tomamos una posición y comenzamos a disparar», resumieron.
El resto es historia: el puñado de viejos Centurion, de producción británica, lograron, prácticamente de milagro, contener a los cientos de T-55 y T-62 de fabricación soviética que manejaban los tanquistas sirios (y algunos cubanos, según otro capítulo de esta historia).
Zemel y Kafkaki fueron quienes brindaron gran parte de los detalles para el artículo que escribió Yttach, que está dedicado a Burstein, quien cayó en batalla, y a Schatz, quien falleció en un accidente automovilístico dos años después de la guerra.