El sorpresivo y letal avance de las fuerzas militares árabes en las primeras horas del conflicto hicieron que hasta uno de los más grandes héroes nacionales, el general Moshe Dayan, creyera que ese podía ser el final del joven país: sin embargo, la Guerra de Iom Kipur terminó siendo un verdadero milagro, muy costoso en vidas de soldados, pero que permitió una increíble victoria y la consolidación de Israel como potencia regional.
Mientras los israelíes ayunaban, estaban en las sinagogas rezando las plegarias de Iom Kipur, o simplemente disfrutaban de lo que debía ser una jornada tranquila en el Día del Perdón, unos 100.000 soldados egipcios avanzaban en el sur y más de 1.400 tanque sirios atacaban por el norte.
Con el tiempo quedó claro que detrás de la sorpresa por el ataque coordinado de Egipto y Siria habían existido graves fallas de comunicación entre los servicios de espionaje y los líderes militares y de evaluación del peligro por parte del gobierno, encabezado entonces por la primera ministra Golda Meir.
En la jornada sagrada del ayuno, y a pesar de varios reportes de las agencias de espionaje, el país no se esperaba el avance de las tropas enemigas, que superaban en gran número a los soldados israelíes, muchos de los cuales se encontraban naturalmente debilitados por las largas horas sin comer.
La mayoría de los analistas coincide en que las autoridades israelíes estaban convencidas de que los países árabes no estaban interesados en otro conflicto, en especial después de la dura derrota que habían sufrido en la Guerra de los Seis Días, en 1967.
De alguna manera, las fuerzas israelíes lograron revertir la dramática situación. Para muchos, se trató de un milagro
De hecho, la histórica victoria israelí que terminó con la recuperación de Jerusalén oriental y la conquista del desierto del Sinai y las Alturas del Golan habrían -señalan los comentaristas- fomentado un exceso de confianza entre los líderes de Israel.
Así las cosas, en medio de esa sensación de seguridad y de los errores de la inteligencia y las cúpulas militares, en las primeras horas de la guerra las fuerzas egipcias cruzaron el Canal de Suez y comenzaron a avanzar por el Sinai, mientras los tanques sirios se abrían camino en el Golan.
Precisamente, el frente norte comenzó siendo una debacle para las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI). Se calcula que en el Golan el ejército sirio superaba en número a los israelíes en una proporción de ocho a uno.
Dayan, que en ese momento se desempeñaba como ministro de Defensa, se trasladó rápidamente en helicóptero hasta el frente norte para conocer la situación de primera mano.
Un alto comandante en el lugar «se sorprendió» al ver al máximo ícono militar israelí: «el rostro de Dayan estaba pálido y sus manos temblaban», relata el periodista e historiador Abraham Rabinovich.
El ministro de Defensa, añadió, había «comprendido el alcance de la calamidad mejor que nadie», y que «los árabes, descartados durante mucho tiempo como adversarios serios, habían logrado aturdir a un Israel complaciente con ataques coordinados a gran escala en dos frentes».
Según recuerda Rabinovich, uno de los más importantes historiadores de la Guerra de Iom Kipur, «Dayan sabía que lo que se estaba desarrollando no podía detenerse fácilmente, y mucho menos revertirse».
Frenéticas negociaciones para conseguir armas
Documentos secretos revelados en el 2019 mostraron que Dayan incluso pidió a la cúpula de las FDI que evaluara volver a llamar a filas a los israelíes que ya habían pasado la edad de servir en la reserva y a los jóvenes de 17 años que no habían sido llamados a la conscripción.
También comenzaron frenéticas negociaciones para conseguir armas y materiales de parte de Estados Unidos. El jefe de las FDI, David Elazar, estimó el 8 de octubre que Israel necesitaba inmediatamente entre 300 y 500 tanques, 48 aviones de combate F-4 Phantom II y 24 aviones A-4 Skyhawk.
Revertir la dramática situación no iba a ser fácil ni siquiera contando con esos refuerzos materiales, en especial teniendo en cuenta que, después de la Guerra de los Seis Días, los ejércitos de Siria y Egipto se habían reconstruido y entrenado durante años con la asistencia de 15.000 asesores soviéticos.
De alguna manera, las fuerzas israelíes lograron contener primero el avance de las fuerzas enemigas en los dos frentes y, luego, hacerlas retroceder e incluso avanzar en territorio enemigo.
Para los últimos días del conflicto, que concluyó el 25 de octubre, las tropas israelíes se encontraban a apenas 100 kilómetros de El Cairo y los tanques de las FDI tenían a Damasco a la vista.
Varios factores ayudaron al «milagro» de contrarrestar lo que parecía el avance de las fuerzas árabes, que obviamente iban a significar el fin de Israel.
Se trató de elementos de naturaleza estrictamente militar, pero también de moral, como demuestran las incontables historias de valentía en el frente.
Al final del conflicto, Moshe Dayan se preguntó «¿a qué le tengo más miedo en mi corazón?»
Pero, a pesar de la victoria, los israelíes quedaron conmocionados por el altísimo costo en vidas: 2.688 bajas entre las tropas de las FDI.
Además, se perdieron alrededor de mil tanques y cientos de aviones fueron destruidos o seriamente dañados.
Uno de los documentos divulgados en el 2019 señala que, al final del conflicto, Dayan se preguntó «¿a qué le tengo más miedo en mi corazón?», a lo que se respondió: «a que Israel eventualmente se quede sin armas suficientes para defenderse».
En ese sentido, la Guerra de Iom Kipur enseñó a los israelíes a estar preparados siempre y a mantener una fuerte ventaja tecnológica frente a sus vecinos, tanto amigos como enemigos. Y las FDI de la actualidad son el ejemplo de que las lecciones fueron aprendidas.