Esta semana se cumple un nuevo aniversario de la creación de la Fuerza Aérea de Israel (FAI), una aviación militar que nació el 28 de mayo de 1948 en medio de enormes necesidades y afrontó una primera guerra equipada apenas con aparatos viejos o de descarte
Mucho antes de convertirse en una de las más poderosas del mundo, la Fuerza Aérea de Israel se estrenó en el conflicto de 1948 contra Egipto, Transjordania, El Líbano, Siria y varios otros países árabes con un puñado de aviones donados o contrabandeados, rezagos de la Segunda Guerra Mundial.
Entre esos aparatos se destacaban aviones que habían tenido su momento de gloria en el pasado, ejemplares de viejos Bristol Beaufighters, C-46s, B-17s y Spitfires tripulados por pilotos locales y otros llegados desde Francia, Gran Bretaña, Estados Unidos, Polonia o Bélgica.
Los pilotos formaban «un grupo tan diverso como el conglomerado de aviones que volaban», señaló Robert Gandt, autor de «Angels in the Sky: How a Band of Volunteer Airmen Saved the New State of Israel» (Angeles en el cielo: cómo una banda de aviadores voluntarios salvo al nuevo estado de Israel).
Aquellos que se subieron a los -muchas veces- destartalados aviones del flamante país «eran excéntricos, arrogantes, idealistas y valientes sin medida» y «lo que lograron fue nada menos que un milagro», añadió Gandt en una entrevista con la revista especializada AirSpaceMag.
La FAI tenía sus antecedentes en los «brazos aéreos» de las organizaciones militares pre-independencia, como el Irgún y la Haganá. Pero cuando estalló la guerra en 1948, el país se encontró bajo intenso asedio y con solamente un puñado de viejos aviones comerciales, como un RWD 13 polaco.
A toda prisa, los dirigentes del nuevo país lanzaron una campaña para conseguir nuevos aviones, pero la falta de dinero y el embargo de armas que le había impuesto Gran Bretaña o la política de «neutralidad» de Estados Unidos complicaron muchísimo las adquisiciones.
En su libro, Gandt relata algunos de los ingeniosos métodos que los agentes israelíes utilizaron para conseguir aviones, como -por ejemplo- enviar aparatos desde Estados Unidos marcados como «asistencia agrícola».
También cuenta la historia de Emmanuel Zur, un agente que se las ingenió para comprar cuatro aviones de ataque Bristol Beaufighter en Gran Bretaña, rezagos de la Segunda Guerra Mundial, pero que luego se encontró con que no podía despacharlos hacia Israel.
Fue entonces que Zur inventó una compañía cinematográfica que, aseguraba, estaba por filmar una película que incluía escenas aéreas sobre la reciente guerra mundial.
Cuando las cámaras comenzaron a rodar frente a una multitud de curiosos, entre ellos inspectores del Ministerio de Aviación Civil británico, los cuatro Beaufighters de Zur despegaron.
«Pero en lugar de rugir sobre el set de la película según el guión, los Beaufighters giraron hacia el sur y desaparecieron», cuenta Gandt. Recién al día siguiente «los inspectores supieron la verdad: los Beaufighters estaban en Israel».
Con el paso de los años, la provisión de aviones de combate se normalizó e Israel comenzó a utilizar aparatos franceses, como el Dassault Mirages, para luego inclinarse por los cazas estadounidenses, comenzando por el F-4 Phantom II o el A-4 Skyhawk.
En la actualidad, la FAI cuenta con algunos de los aviones más avanzados del mundo entre su inventario, incluyendo el F-35 Lightning II. Pero aquí nadie se olvida de los desvencijados aparatos que aseguraron la independencia en 1948.