En 1968, el estado de Israel cumplía veinte años de existencia. Entre los varios festejos, hubo uno inesperado: ¿por qué no organizar los Juegos Paralímpicos como parte de las celebraciones por un nuevo Iom Haatzmaut?
Para aquel momento ya se habían realizado dos paralímpicos en coincidencia con los Juegos Olímpicos tradicionales: Roma 1960 y Tokio 1964.
Era el camino que estaba llevando a estas celebraciones a un nivel olímpico global, emparejándolos con los juegos que capturaban la atención del mundo después de haber comenzado en un nivel más modesto con los Stoke-Mandeville Games organizados por el médico judío alemán, exiliado en Gran Bretaña, Ludwig Guttmann.
Los Paralímpicos de las capitales de Italia y Japón habían sido un éxito. Y en 1968 le tocaba el turno a México, que sería la sede de los Juegos tradicionales entre el 12 y el 27 de octubre de ese año.

Sin embargo, dos años antes de los Juegos, el gobierno mexicano informó que, a causa de una serie de problemas técnicos, no iba a estar en condiciones de albergar la competencia de los paralímpicos.
Nadie quería que los Paralímpicos dejaran de celebrarse en coincidencia con los Juegos tradicionales, por lo que comenzó una carrera por encontrar una sede alternativa a México que mantuviera el ritmo creciente de las competencias para discapacitados y veteranos de guerra.
La ceremonia de inauguración de los Juegos Paralímpicos en Israel convocó a una multitud de 100.000 personas
Guttmann finalmente aceptó la propuesta de Israel, que estaba lista y dispuesta para organizar los juegos en Tel Aviv y sus alrededores.
En total, según recuerdan las estadísticas del Comité Paralímpico Internacional (CPI), 750 atletas de veintinueve países llegaron a Israel para competir en 181 eventos en diez deportes.
Entre el 4 y el 13 de noviembre de 1968 se batieron veinte récords mundiales y veinte paralímpicos. Estados Unidos encabezó el medallero final con 99 preseas (33 de oro), seguido de Gran Bretaña con 69 (29) e Israel terminó tercero con 62 (18)

También fue la primera vez en la que se compitió en los deportes de bolos sobre hierba (o bolo-césped) y baloncesto femenino en silla de ruedas. Además se introdujo la carrera en silla de ruedas de 100 metros para varones, llevando a diez el número de deportes paralímpicos.
Si bien la mayor parte de los juegos se llevaron a cabo en Ramat Gan, en la periferia de Tel Aviv, la ceremonia de apertura se celebró en Jerusalén, en el estadio de la Universidad Hebrea.
En 1968, Israel demostró que «ya estaba entre los países líderes en deportes para discapacitados»
El acto fue encabezado por el entonces vice primer ministro, Igal Alon, frente a una multitud de nada menos que 100.000 personas que se acercaron hasta el estadio universitario en Givat Ram.
Para la joven nación de Israel, la celebración de los Juegos Paralímpicos terminó siendo un evento a la vez emocionante y excitante.
Uno de los más grandes héroes nacionales, el general Moshe Dayan, quien había perdido la visión de un ojo, fue justamente uno de los protagonistas principales de los juegos, apareciendo a menudo para entregar medallas.

«Poco a poco empezaron a llegar las delegaciones de los diferentes países, cientos de deportistas con diversos grados de discapacidad», recordaría años después Avraham Tshuva, un miembro del equipo israelí de básquet en sillas de ruedas que luego se convertiría también en periodista.
Tshuva contó que «los periódicos deportivos israelíes comenzaron también a publicar varios artículos, aparecieron algunas fotografías», creando el clima ideal para los juegos.
Israel terminó tercero en el medallero final, con 62 preseas, 18 de ellas de oro
El día de la inauguración, «fue espectacular ver los diversos trajes de las delegaciones en diferentes colores, las banderas y los atletas hablando diferentes idiomas, saliendo de buen humor para representar a sus países».
Con apenas 25 años de edad, el italiano Roberto Marson fue proclamado el atleta destacado de los Juegos.
Después de haber ganado dos medallas de oro en Paralímpicos de Tokio 1964, en Tel Aviv se alzó con la asombrosa cantidad de 10 medallas de oro en atletismo, natación y esgrima.
La alegría de Marson era solamente comparable a la de un país nacido solamente veinte años antes, y que se estrenaba en los asuntos de albergar exitosamente eventos internacionales.
«Para un país pequeño como Israel que solo tenía veinte años desde su independencia, ser sede de unos Juegos Paralímpicos era un evento que no se podía dar por sentado«, afirmó Baruj Hagai, uno de los grandes campeones nacionales en estos deportes.
Tel Aviv 1968, completó Hagai, «demostró que Israel ya estaba entonces entre las naciones líderes en deportes para discapacitados«.