Dmitriy nació en Odesa en 1982, en ese entonces en la Ucrania soviética, pero cuando tenía nueve años emigró con su familia a Nueva York, donde se convertiría en un boxeador muy particular, uno que no peleaba en Shabat y respeta las reglas kosher.
Los años sobre el ring del boxeador (nombre completo Dmitry Oleksandrovych Salita) llegaron a su fin el 9 de noviembre del 2013, cuando peleó con Gabriel Bracero y perdió por decisión unánime.
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Pero Dmitriy se había preparado bien para ese momento de decir adiós al uso profesional de los guantes: en el 2011 ya había creado su agencia de promoción de boxeadores, Salita Promotions, con base en Brooklyn.
El promotor judío ortodoxo representa a más de treinta boxeadores, incluyendo nombres importantes como Jarell Miller, Shohjahon Ergashev y Vladimir Shishkin. Y a una gran estrella del boxeo femenino, Claressa Shields.
Una experiencia muy intensa y un desafío mental
Durante una larga entrevista con el Jerusalem Post, Salita repasó algunos destacados momentos de su carrera a la luz de su profunda fe religiosa.
Para empezar, le explicó al diario que el boxeo es una experiencia «muy intensa, emocional y espiritualmente, incluso antes de subir al ring», pero que también incluye «el desafío mental de poder entrenar y, sin duda, boxear frente a miles de personas».
«Es algo muy desafiante» que «te pone a prueba y te fortalece», añadió. Es un deporte que «tiene muchas maneras de forjar tu carácter, tu espiritualidad y tu fortaleza».
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De la misma manera, «en el judaísmo tienes que dar lo mejor de ti y ser responsable de lo que practiques», comparó.
El periódico israelí recordó que en el año 2000, cuando tenía 17 años y todavía no observaba el Shabat, Salita participó de los Golden Gloves, uno de los torneos de boxeo más grandes y prestigiosos del mundo para jóvenes aspirantes a convertirse en profesionales del ring.
La competencia se disputó hasta un viernes por la noche, cuando comenzaba el Shabat. Salita no estaba muy convencido de subir a pelear, pero lo hizo igual y perdió por una ajustada decisión del jurado.
El provechoso consejo de un rabino
Todo cambio cuando se anotó en el US National Boxing Tournament, otro famoso certamen de boxeo amateur. Salita ya le había comentado su dilema a un rabino de Jabad, quien le sugirió no pelear en Shabat, porque a quienes observan el día sagrado «les pasan cosas buenas».
Aunque era un desconocido, Dmitriy asombró a todos y llegó hasta la final… que estaba programada para un sábado, en horario todavía de Shabat.
Cuando un periodista se enteró que los organizadores iban a descalificar a Salita por no presentarse, movió cielo y tierra y logró que revirtieran la decisión. El match se corrió para después de terminado el Shabat y el atleta judío ortodoxo ganó e inició su vida de boxeador profesional.
A partir de ese momento, Salita nunca disputó una pelea entre el anochecer de los viernes y el de los sábados. De la misma manera, tampoco ejerce tareas de promotor en la jornada sagrada de los judíos.
Ser abierto sobre las raíces y orgulloso de la trayectoria
Observar el Shabat en el mundo de un negocio intenso como este deporte resulta en varios «desafíos», reconoció el ex boxeador durante la entrevista. Y «algunos ejecutivos de televisión dirán que soy ‘demasiado judío’, esto o aquello».
Pero, a fuerza de perseverancia, «puedo ser judío abiertamente» en el terreno del boxeo y las peleas televisadas. «Siento que es mi responsabilidad, que tengo que ser abierto sobre quién soy y estar orgulloso de mi trayectoria y mi crecimiento».
En sus tiempos de boxeador, Salita usó el apodo Star of David (Estrella de David) y a veces subía al ring con las banderas de Israel y de Estados Unidos. Era, confesó, una forma de compensar los duros momentos vividos a causa del antisemitismo en su Ucrania natal.
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De alguna manera, aquellos niños que lo acosaban -y también a su hermano mayor, Michael- lo hicieron más fuerte y encaminaron su destino.
Es que en Odesa, Dmitriy era un «niño débil» al que le costaba defenderse del bully de turno. ¿Qué hicieron sus padres? Lo anotaron en una academia de karate, la disciplina que terminaría por llevarlo hasta el boxeo.












