En 1934 el antisemitismo era muy común en Estados Unidos y la decisión se presentaba difícil para Hank Greenberg -primera base estrella de los Detroit Tigers- frente a un partido decisivo: pero el Martillo Hebreo encontró la solución y hasta marcó dos home runs… en Rosh Hashaná.
¿Cuál era el problema? Tenía que disputar unos partidos cruciales para su equipo justamente en los días en que se observaban Iom Kipur y Rosh Hashaná.
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Visto desde la actualidad no es tan fácil de comprender pero en esa época resultaba un tema muy delicado. En aquellos años era impensable que a los trabajadores judíos, incluyendo los astros del beisbol, se les concediera el día libre por Rosh Hashaná o Iom Kipur o en Pésaj.
Greenberg tuvo que buscarle la vuelta a la situación. Hasta consultó con su rabino para averiguar si existía algún «permiso» religioso para estos casos. Las historias sobre el bateador son un poco contradictorias sobre este episodio, pero vale la pena repasar algunas.
«Espero haber hecho lo correcto», diría el Martillo Hebreo después de ese Rosh Hashaná en declaraciones publicadas el 14 de setiembre de 1934 por el periódico American Jewish World.
«Quizá no debería haber jugado -le remordía la conciencia-, es un día sagrado» para los judíos.
Contemporáneo de Babe Ruth y Joe DiMaggio
El jardinero de los Tigers, conocido también como Hankus Pankus, brilló en lo más alto del cielo del béisbol estadounidense con resplandor propio junto a estrellas enormes como Babe Ruth, Lou Gehrig y Joe DiMaggio, una verdadera hazaña.
Era, además, una figura muy apreciada por la comunidad judía norteamericana, que todavía se debatía entre la asimilación y el orgullo por la identidad, la actitud que terminaría prevaleciendo entre los inmigrantes llegados en su mayoría desde Europa.
El propio Hankus Pankus era hijo de inmigrantes: sus padres habían salido desde Rumania. El beisbolista concurría a menudo a los servicios de su sinagoga pero también se tomaba en serio su rol de personaje público y de orgullo de la ya entonces nutrida comunidad judía local.
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Así fue que, para los partidos de los Tigers se inclinó por una solución «salomónica», que fue jugar los partidos que coincidieron con Rosh Hashaná pero faltar a los que se sobrepusieron con Kipur.
Y si bien marcó dos home runs importantes frente a los Red Sox en la carrera a la obtención del torneo de esa temporada, por un tiempo lo acosó un sentimiento de reproche y duda.
Antes de los partidos, señaló la crónica del American Jewish World, la conciencia y la disciplina deportiva del beisbolista se tironeaban alrededor de «obligaciones contrapuestas».
Al final, a uno de los dos partidos que jugó en ese año nuevo, llegó después de concurrir a los servicios de Rosh Hashaná en la sinagoga Shaarey Zedek, de la zona de Detroit.
El Martillo Hebreo «no estaba seguro» frente al dilema
Un investigador de la Biblioteca Nacional de Israel, Hillel Kuttler, destacó que el Martillo Hebreo «no fue categórico en cuanto a sus acciones» en su autobiografía, The Story of My Life.
Allí «escribió que ‘no estaba seguro de qué hacer’ e insinuó que jugó después de leer un artículo periodístico acerca de un rabino que había encontrado un permiso talmúdico para que él participara» en los juegos en Rosh Hashaná.
«Unos párrafos más adelante -sigue Kuttler-, Greenberg escribió que ‘mis compañeros feligreses'» de la sinagoga «lo criticaron duramente, y lo llamaron por teléfono durante toda la noche para quejarse de que había jugado» en la fecha sagrada.
«Sin duda -destacó el investigador-, Greenberg se enfrentó a presiones sociales complejas». Para empezar, la asimilación en Estados Unidos «seguía siendo un problema y la adaptación religiosa no era algo seguro», ya que «los judíos podían perder su empleo si se negaban a trabajar en Shabat».
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Para peor, «una figura destacada en ese momento era Charles Coughlin, un sacerdote católico del Detroit de Greenberg, que predicaba opiniones pro nazis y antisemitas en discursos radiales nacionales».
Un hombre de una «dignidad silenciosa»
A pesar de todos esos graves asuntos, y de cuestiones más pequeñas como jugar en Rosh Hashaná, el Martillo Hebreo terminaría convirtiéndose en una leyenda del deporte estadounidense.
Lideró la American League en jonrones cuatro veces, participó en cinco juegos All-Stars, ganó dos veces el premio Most Valuable Player (MVP, el jugador más valioso) y, en 1938, «casi rompió lo que entonces era el récord más sagrado del juego», recordó el historiador Robert Gudmestad.
¿Cuál era ese récord mítico? Los sesenta home runs de Babe Ruth en una temporada.
En 1956, Greenberg -que fallecería en setiembre de 1986 a los 75 años de edad- fue elegido miembro del Salón de la Fama del Beisbol.
Gudmestad destacó además que, mientras construía su fantástica carrera, el Hebrew Hammer tuvo tiempo de sumarse a las fuerzas armadas estadounidenses durante la Segunda Guerra Mundial, alcanzando el grado de capitán y sirviendo en el Pacífico.
Terminó cumpliendo cuarenta y siete meses en uniforme, el periodo más largo de cualquier jugador de las Grandes Ligas en la historia.
«Aunque no era un judío devoto, Greenberg comprendió que para soportar los abusos tenía que aceptar su identidad», escribió Gudmestad.
Los deportistas de hoy, tan afectados por los insultos online, tal vez deberían «tomar nota de las lecciones aprendidas por este héroe reticente del siglo pasado, un hombre cuya dignidad silenciosa lo decía todo», completó el historiador.