Nuevas pruebas arqueológicas basadas en sofisticados estudios de «marcas» que deja el campo magnético de la Tierra en ciertos objetos mostró la «inmensidad» de la destrucción de Jerusalén a manos de los babilonios, de una magnitud comparable a la descrita en la Biblia
La investigación fue llevada a cabo por expertos de la Universidad de Tel Aviv, la Universidad Hebrea de Jerusalén y de la Autoridad de Antigüedades de Israel, quienes estudiaron vestigios como artefactos de cerámica, ladrillos, tejas y hornos hallados en la parte vieja de la capital que «registraron» el campo magnético a medida que se quemaban durante aquel desastre.
Todo el trabajo gira alrededor de lo que el propio Albert Einstein calificó como uno de los «grandes misterios» de la física, la existencia del campo magnético en nuestro planeta.
Es sabido que el campo magnético que rodea la Tierra es invisible, pero que juega un papel importante en la vida del planeta: sirve como una pantalla que protege al planeta de la radiación proveniente del espacio exterior -lo que permite que la vida se desarrolle y florezca- y es utilizada como herramienta de navegación por humanos, aves y mamíferos marinos.
Sin embargo, los científicos saben muy poco más sobre el campo magnético de la Tierra: ¿cómo lo genera el núcleo del planeta? ¿Cómo y por qué fluctúa? ¿Y cómo impactan sus fluctuaciones en la atmósfera terrestre?
A pesar de lo poco que se sabe, pero gracias a lo que sí se entiende -por ahora-, la existencia y las «marcas» que deja el campo magnético durante el paso del tiempo se convirtieron en una importante herramienta para los arqueólogos.
Por ejemplo, esos hallazgos señalados más arriba (los artefactos de cerámica, los ladrillos y las tejas) contienen minerales que los arqueólogos pueden volver a «magnetizar» de acuerdo con la dirección y la magnitud del campo magnético en ese punto específico en el tiempo, lo que proporciona una verdadera «ventana» a la Historia.
Según aseguran los expertos, esas pruebas de «arqueomagnetismo» pueden llevarse a cabo con una «puntualidad» increíble, llegando hasta el día preciso de la Historia que se quiere investigar.
En este caso se trata del 9 del mes de Av en el calendario hebreo (que en este 2020, por ejemplo, cayó a fines de julio) del año 586 antes de la era cristiana, la fatídica fecha de la destrucción del Templo de Jerusalén.
Volviendo a la cuestión de la investigación, los expertos contaron que, durante el proceso de una excavación arqueológica que se lleva a cabo actualmente en el Parque Nacional de la Ciudad de David, en un lugar anteriormente conocido como el estacionamiento de Givati, encontraron allí una gran estructura pública con un piso de yeso de alta calidad.
«Nosotros fechamos la destrucción de la estructura en el 586 antes de la era cristiana», es decir, el mismo año de la destrucción de Jerusalén por los babilonios, señalaron los directores del estudio, el doctor Yiftah Shalev, de la Autoridad de Antigüedades, y el profesor Yuval Gadot de la Universidad de Tel Aviv.
La fecha la establecieron en base a vasijas de cerámica rotas típicas del final del período del Primer Templo, encontradas en el piso de la estructura recientemente descubierta.
«Además de los utensilios rotos, encontramos señales de incendios y grandes cantidades de cenizas«, dijeron los expertos. Los hallazgos, destacaron, «son una reminiscencia del segundo libro de Reyes capítulo 25 versículo 9» de la Biblia.
El texto que dice: «Y quemó la casa de Jehová, y la casa del rey, y todas las casas de Jerusalén, y quemó a fuego la casa de todo gran hombre».
Para avanzar con la investigación, el estudiante de doctorado Yoav Vaknin, de la Universidad de Tel Aviv, tomó muestras de fragmentos de piso esparcidos por el sitio y midió el campo magnético registrado en ellos utilizando los instrumentos del Laboratorio Paleomagnético de la Universidad Hebrea.
El propósito de este estudio era doble, dijo Vaknin: uno era redescubrir la dirección y la magnitud del campo magnético el día de la destrucción de Jerusalén y el otro entender qué nos pueden decir los datos magnéticos registrados en los fragmentos del piso sobre la destrucción propiamente dicha.
Fue entonces que las «marcas» del campo magnético «hablaron»: incluso sabiendo que este gran edificio fue destruido al mismo tiempo que el Primer Templo, «las mediciones magnéticas demostraron que se había quemado a una temperatura superior a 500 grados Celsius, probablemente de manera intencional, y que el piso, sostenido por enormes vigas de madera, se derrumbó durante el incendio», explicó Vaknin.
Muy pocos eventos históricos antiguos están tan bien datados como la destrucción del Templo de Jerusalén, y gracias a ello, y a las técnicas de arqueomagnetismo, los expertos pudieron establecer por primera vez, de manera científica «la inmensidad de la destrucción de Jerusalén por los babilonios», remarcaron voceros de la Universidad de Tel Aviv.
Los investigadores destacaron que, «a pesar de las disputas sobre la validez histórica general del Antiguo Testamento, la descripción de los eventos que ocurrieron en el Reino de Judea durante sus últimos 100 años fue escrita casi en tiempo real, y el texto bíblico generalmente se considera confiable para este periodo«.
«La destrucción del Primer Templo está corroborada por numerosos hallazgos arqueológicos en Israel en general y en Jerusalén en particular», completó Vaknin.
Ahora, gracias a esta nueva investigación, cuyos hallazgos fueron publicados en la revista especializada Plos One, es posible darse una mejor idea de la enorme magnitud de la tragedia que asoló a Jerusalén en aquel día del año 586 antes de Cristo.