Para algunos se trata solamente de prácticas violentas y agresivas. Pero, para muchísimos otros, las artes marciales son a la vez un entrenamiento para defenderse y un camino hacia el mejoramiento personal y en la relación con los prójimos
Científicos israelíes de la Universidad Bar Ilan llevaron a cabo un estudio que parece darle la razón a los segundos: descubrieron que las artes marciales incrementan la producción de oxitocina, una hormona clave en la regulación de los comportamientos sociales y para el estrechamiento de los lazos con familiares y amigos.
El estudio, liderado por el doctor Yuri Rassovsky, fue llevado a cabo entre sesenta y ocho estudiantes principiantes y avanzados de Ju-Jitsu, quienes se prestaron como voluntarios para que se les realizaran extracciones de saliva inmediatamente después de una sesión intensa y, más tarde, otra luego un momento de relajación.
«Los análisis revelaron un aumento significativo en oxitocina inmediatamente después de un entrenamiento de alta intensidad, volviendo a los niveles de referencia después de un período de enfriamiento», señaló el reporte de los científicos israelíes, publicado en la revista especializada Nature.
El informe recordó que numerosos estudios previos «demostraron que la oxitocina, una hormona peptídica, desempeña un papel importante en la regulación de los comportamientos sociales de los mamíferos, vinculándola a la afiliación social en el apego entre padres e hijos, las relaciones románticas y filiales y otros comportamientos prosociales, como la confianza y la cooperación».
En una entrevista con el periódico estadounidense The Wall Street Journal, Rassovsky reconoció que, «definitivamente, hay componentes agresivos en las artes marciales».
Sin embargo, destacó, «la base filosófica de las artes marciales equilibra» esa parte agresiva, «enseñando un profundo respeto interpersonal».
En el artículo en Nature, el doctor Rassovsky y sus colegas afirmaron que los resultados del estudio «sugieren que los efectos socialmente beneficiosos de las artes marciales tradicionales pueden estar mediados en parte por la liberación de oxitocina».
El hallazgo confirma, también, «las aplicaciones potencialmente terapéuticas de estos métodos para trastornos que involucran disfunción social, como autismo, problemas de conducta o esquizofrenia», señalaron los investigadores israelíes.