Louis Armstrong siempre tuvo una fuerte relación con el pueblo judío, pero las cosas se tornaron extrañas y complicadas cuando, en medio de una gira por Medio Oriente, diarios y autoridades de Egipto acusaron al legendario trompetista de ser un espía de Israel y de Estados Unidos.
La historia comenzó en 1959, cuando el Departamento de Estado norteamericano organizó una gira del famoso músico por países de la región como parte de una estrategia para contrarrestar la influencia de la entonces Unión Soviética en Medio Oriente.
Comentarios biográficos sobre el gran artista estadounidense señalan que, cuando Armstrong visitó Beirut, tuvo un espinoso encuentro con un grupo de periodistas libaneses, que no tuvieron mejor idea que preguntarle «¿cómo es que va a ir a tocar para los judíos en Israel?».
Según rescata el investigador Amro Ali, de la American University de El Cairo, el trompetista se fastidió y les respondió: «déjenme decirles algo, cuando vaya allá, lo primero que seguramente me van a decir será ‘¿cómo es que tocas para esos árabes?'».
Dicho y hecho, siempre según el relato de Ali, cuando Louis Armstrong llegó a Israel los reporteros locales le preguntaron sobre su paso por el Líbano y sus presentaciones frente al público árabe.
«Me llamaron muchas cosas en mi vida, pero esta es la primera vez que me llaman espía»
En Beirut, «les dije que ustedes iban a decir la misma cosa», reprendió Armstrong a los reporteros israelíes. «Ninguno es mejor que el del otro lado, ustedes son tan malos como ellos», completó.
Después de todo, se trataba de un hombre que ya había declarado en numerosas oportunidades que la política no se contaba entres sus intereses, y que señalaba a su trompeta como un instrumento de paz, «sin prejuicios», porque -aseguraba- «una nota es una nota en cualquier idioma».
Aunque Louis Armstrong intentó mantenerse al margen de los conflictos de la región, los conflictos lo alcanzaron de todas maneras: mientras compartía su música con los públicos de Beirut y de Tel Aviv, diarios egipcios aseguraban que el trompetista era un espía de Israel y de Estados Unidos.
El periódico Al-Ahram, por ejemplo, llegó al delirante extremo de afirmar que los servicios de seguridad libaneses habían descubierto una «red de espías» que se movía por el Medio Oriente camuflada de compañía artística.
Entre los «principales líderes de la red» de espionaje, escribió un periodista del diario egipcio, estaba un «famoso músico» (Armstrong) que recientemente visitó Beirut».
«Me llamaron muchas cosas en mi vida, pero esta es la primera vez que me llaman espía», comentó el músico, entre enfadado y divertido, cuando le preguntaron por la acusación egipcia.
Sin embargo, las «sospechas» se mantuvieron en El Cairo, incluso poco tiempo después, en 1961, cuando Armstrong visitó Egipto.
Un año antes, el propio presidente Gamal Abdel Nasser -quien pocos años después se enfrentaría con Israel en la Guerra de los Seis Días– ya había hablado de «pruebas» de las actividades secretas del trompetista.
Armstrong confesó alguna vez que su estilo de scat derivaba de la cadencia con la que los judíos rezan en las sinagogas
En su investigación, Ali afirma que el presidente egipcio pensaba que la improvisación vocal conocida como scat era la forma elegida por Armstrong para contrabandear mensajes entre espías occidentales durante la gira medioriental de 1959.
Por supuesto que prácticamente nadie tomó en serio las acusaciones de Nasser. Pero, sugestivamente, algunos expertos en jazz señalaron que el amplio uso que Armstrong hacía del scat tenía un origen judío.
En efecto, según Laurence Bergreen, autor de una conocida biografía del trompetista, Armstrong le confesó alguna vez a su colega músico Cab Calloway que su estilo de scat derivaba de la particular cadencia con la que los judíos rezan en las sinagogas.
«Louis nunca habló de esto en público, porque temía que la gente asumiera que se estaba burlando de los judíos que rezaban, lo cual no era su intención en absoluto», dijo la promotora Phoebe Jacobs, quien fuera gran amiga de Armstrong, citada en el libro de Bergreen.
A esta altura no está de más recordar que, cuando era un niño en New Orleans, sorteando penurias económicas, fue una familia judía local, los Karnofskys, la que le dio un trabajo, comida y lo animó a cantar, dando impulso -sin saberlo- a uno de los grandes íconos musicales de la historia.