Aunque originalmente fue un fracaso impuesto por la ideología revolucionaria, en la actualidad -al menos en teoría- sigue existiendo como el otro «estado judío» del mundo, en Rusia y junto, obviamente, a Israel
Todavía queda un puñado de judíos viviendo en el óblast, una de las cuarenta y siete entidades federales de Rusia.
Allí el idish sigue siendo un idioma «oficial». Pero se trata simplemente del fantasma de un «estado» que nunca funcionó.
Según los historiadores, el experimento arrancó en los primeros años de la Unión Soviética (URSS), cuando Lenin todavía quería mantener buenas relaciones con el Occidente, por un lado, y por el otro, poner en marcha su idea de «liberar» a las diferentes etnias ofreciéndoles un territorio.
«Un intento de hacer de los judíos un grupo étnico como cualquier otro» de los que vivían en la URSS
En el caso de los judíos, se trataba también de un intento de resolver el complejo conflicto entre el ateísmo del Partido Comunista -en el que militaban muchísimos hebreos- y la población judía religiosa.
La URSS se concibió como una entidad anti-imperialista «en la que cada nación tenía derecho a la autodeterminación y a algún tipo de autonomía», recordó Masha Gessen, autora del libro «Where The Jews Aren’t», que trata precisamente de este óblast, conocido popularmente como Birobidzhan, el nombre de su capital.
Desde el punto de vista de Moscú, añadió Gessen en una entrevista del 2016 con la emisora radial estadounidense NPR, se trató de «un intento de hacer de los judíos un grupo étnico como cualquier otro de los que vivían en la Unión Soviética».
Para eso, las autoridades comunistas concedieron a los judíos «un pedazo de tierra en la frontera soviético-china», una zona «imposible de habitar y cultivar», destacó la investigadora.
En efecto, Birobidzhan se ubica en el extremo sud-oriental de Rusia (de hecho, forma parte del distrito Lejano Oriente), en una región que actualmente es agreste y lo era, mucho más, a principios del siglo pasado.
Una zona que en aquella época era «imposible de habitar y cultivar», en la frontera con China
Cuando comenzaron a establecerse los asentamientos hebreos, señala la Jewish Virtual Library, la zona se caracterizaba por una «ausencia total de caminos y de tierras aptas para la agricultura», además de condiciones climáticas adversas, plagas de insectos y «condiciones insalubres».
Así y todo, miles de judíos partieron hacia Birobidzhan antes y después de la Segunda Guerra Mundial, tanto aquellos comunistas que marchaban convencidos como religiosos que lo hacían obligados por la situación.
Para el 7 de mayo de 1934, Birobidzhan -que se había establecido en 1930- ya había recibido el estatus de distrito autónomo judío a través de un decreto del comité ejecutivo central, en Moscú.
Las purgas antisemitas de Stalin marcaron el principio del fin del experimento
Cuando el óblast alcanzó su modesto auge, a fines de la década del ’40, allí vivían unos 50.000 judíos, apenas el 25 por ciento de la población. Sin embargo, los colonos contaban con un ensamble de teatro y un periódico en idish, el Birobidzhaner Shtern.
Muchas de las calles de la capital llevaban nombres de escritores y otros artistas judíos, y existían sinagogas y comercios de alimentos étnicos.
Pero para el 2010, el censo oficial ruso contó solamente 1.628 judíos, menos del 1 por ciento de los habitantes de la región autónoma.
¿Qué pasó en el medio? Las purgas lanzadas por Josef Stalin, que se ensañaron no solamente con sus enemigos políticos sino también con distintas etnias de la URSS, en particular los judíos.
«La élite cultural de Birobidzhan fue atacada, poetas y escritores fueron arrestados y acusados tanto de nacionalismo como de cosmopolitismo, enviados a prisión por diez años», relata Gessen.
En la actualidad, Birobidzhan parece «una especie de parque temático» que recuerda al viejo «shtetl»
Con muchos judíos en las cárceles, otros que escapaban y algunos que preferían esconder su religión y origen étnico, la presencia hebrea en el óblast se fue disolviendo. La muerte de Stalin y la relativa libertad de movimiento siguiente hicieron el resto.
En la actualidad, Birobidzhan es un lugar melancólico donde casi no residen judíos pero se sigue publicando el diario en idish, con apenas un par de hojas y casi sin noticias relacionadas con el mundo hebreo.
Partes de la ciudad parecen «una especie de parque temático» que rescatan la escenografía del viejo «shtetl», dice la autora de «Where The Jews Aren’t», con «estatuas de Sholem Aleijem» o de personajes de los libros del gran escritor idish.
También se pueden ver carteles en el dialecto, una sinagoga y una gran menorá en la plaza central de la capital.
Pero eso es casi todo lo que quedó del gran proyecto soviético de un «estado judío» autónomo dentro de la URSS.