Aunque varios científicos se adjudicaron en su momento haber creado este medicamento tremendamente popular, fue un químico judío alemán quien inventó la aspirina, pero luego los nazis quisieron borrarlo de la historia.
En efecto, una simple búsqueda en internet o en gran parte de los libros que narran la invención de los medicamentos modernos señala a Felix Hoffmann, un químico alemán nacido en 1868 y empleado de la farmacéutica Bayer, como el principal desarrollador de la aspirina tal como la conocemos ahora.
Sin embargo, la revisión de ese «relato oficial» pergeñado por los jerarcas del régimen de Berlín muestra que fue el supervisor de Hoffmann, el químico Arthur Eichengrün, quien habría estado a cargo de la preparación definitiva del ácido acetilsalicílico, el omnipresente remedio para el dolor y la fiebre.
Son varios los autores y divulgadores que reivindican la figura de Eichengrün. En un artículo en el portal The Conversation, el profesor David Sucunza Sáenz, de la Universidad de Alcalá, comienza por reconocer que «en octubre de 1897, Hoffmann preparó ácido acetilsalicílico en las instalaciones de Bayer».
«De eso no cabe duda, pues se conservan los cuadernos de laboratorio», apunta el profesor español. «Pero parece que no lo hizo siguiendo un impulso personal, sino bajo la dirección de Eichengrün, su inmediato superior».

Eichengrün, nacido en la ciudad alemana de Aachen en 1867, había diseñado un proyecto de amplio alcance «consistente en insertar grupos acetilo en distintos fármacos con efectos secundarios importantes», sigue el profesor.
Como prueba, señala Sucunza Sáenz, se puede mencionar que Hoffmann, durante ese mismo mes de octubre de 1897,» también llevó a cabo la misma reacción sobre el principal producto natural del opio, la morfina, con el objetivo de reducir la enorme dependencia que genera».
Eichengrün habría estado a cargo de la preparación definitiva del ácido acetilsalicílico
Poco después, ambos derivados pasarían al departamento de farmacología de la empresa, «donde su actividad fue evaluada con suerte dispar».
Mientras que la morfina con acetilo demostró tener una alta capacidad antitusiva «y pronto llegaría al mercado bajo la denominación heroína, el primero no convenció al responsable del área, que erróneamente lo creyó cardiotóxico», explica el artículo de The Conversation.
En ese momento, dice el investigador de la Universidad de Alcalá, «aconteció el suceso que evidencia al auténtico descubridor de la aspirina».
The German company Bayer patents aspirin on March 6, 1899. Now the most common drug in household medicine cabinets, acetylsalicylic acid was originally made from a chemical found in the bark of willow trees. pic.twitter.com/2HTFw1zGR2
— Wendy Wyant (@wendywyant) March 6, 2021
Eichengrün, «nada satisfecho con el veredicto» de la compañía, «se utilizó a sí mismo como conejillo de indias, medicándose con ácido acetilsalicílico para demostrar su inocuidad, en una audaz acción que devolvió el fármaco a la posición de salida» al mercado.
¿Cómo es entonces que Hoffmann quedó erigido en el creador de la aspirina? Sucunza Sáenz recuerda que la primera referencia pública a este remedio llegó recién en 1934, cuando ya marchaba a toda máquina la expulsión de los judíos del mundo universitario y académico alemán.
«Debido a que Eichengrün era judío, su papel en el descubrimiento de la aspirina tuvo que ser borrado»
Para 1934, remarca el artículo, «el partido nazi había subido al poder en Alemania, en un detalle para nada baladí». Eichengrün «era judío, y su sustracción de la crónica oficial del medicamento parece totalmente intencionada», añade.
De hecho, los siguientes años de la vida del químico fueron «dramáticos», ya que «como el resto de sus compatriotas de origen hebreo, tuvo que soportar un continuo deterioro en sus derechos civiles, hasta acabar preso» en el ghetto de Theresienstadt, cerca de Terezin, en la actual República Checa.
Un paper del experto Walter Sneader, de la Universidad de Strathclyde, de Escocia, también rescata la figura de Eichengrün, asegurando que Hoffmann fue dirigido en su trabajo para Bayer por el químico judío.
Retomando la tesis de Sneader, un artículo de la revista Cosmos Magazine dice que «fue Eichengrun quien presionó a los gerentes de la compañía para que siguieran adelante con el desarrollo, las pruebas y la comercialización del nuevo fármaco».
«Pero debido a que Eichengrün era judío, su papel en el descubrimiento de la aspirina tuvo que ser borrado», señala la nota de Jeff Glorfeld.
«Borrar» a los judíos fue una práctica muy extendida en los primeros años del régimen nazi, con la intención de acompañar la extinción física llevada a cabo durante el Holocausto con una «desaparición» también histórica, es decir, para que no quedaran rastros de la ciencia o el pensamiento de los hebreos.
Eichengrün, en cambio, sobrevivió, en varios sentidos: no solamente su nombre sigue siendo rescatado por investigadores contemporáneos sino que también escapó con vida de su paso por los campos de concentración, y falleció en 1949 a los 82 años de edad.