En octubre de 1926 se registró el último truco de Harry Houdini, el gran ilusionista nacido en Budapest, orgulloso hijo de un rabino.
Houdini murió el 31 de octubre de ese año en un hospital de Detroit, en el estado norteamericano de Michigan, a causa de una peritonitis que lo derribó cuando tenía apenas 52 años de edad.
Pero pocos días antes, en el camerino del Princess Theatre de Montreal, en Canadá, mientras esperaba para salir al escenario, el ilusionista protagonizó un raro episodio con un extraño personaje, Jocelyn Gordon Whitehead.
No hay mucha información sobre cómo y por qué Whitehead llegó al vestuario del teatro y se encontró con Houdini.
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Solamente se sabe, en base al testimonio de otras dos personas que estaban en el lugar -y que al parecer eran compañeros de universidad de Whitehead-, que el extraño personaje desafió al escapista a recibir golpes en su abdomen.
Nacido en Budapest en 1874, se convirtió en una gran «celebrity» de su época y sigue siendo una leyenda global
Cuenta la leyenda que al famoso artista le gustaba hacer alarde de la fortaleza de su cuerpo, afirmando que podía recibir duros golpes sin problemas ni consecuencias.
Whitehead, nacido en 1895, también en Montreal, y estudiante de la Universidad McGill, le tomó la palabra y le propinó una serie de puñetazos «con la fuerza de un martillo» por debajo de la cintura.
La escena está relatada en un libro de nada menos que Arthur Conan Doyle, el creador de Sherlock Holmes, quien había entablado una amistad con el ilusionista húngaro-estadounidense, una gran celebridad de aquella época.
Después de varios de esos puñetazos, le contó uno de los testigos a Doyle, «parecía como si (Houdini) estuviera sufriendo un dolor extremo y hacía una mueca de dolor cuando recibía cada golpe».
Houdini desoyó al médico que le ordenó operarse por una apendicitis, y murió dos días después
El artista finalmente salió al escenario para su función, pero en medio de un suplicio. Dos días después vio a un médico, quien le diagnosticó una apendicitis y le ordenó operarse. Houdini lo desoyó y volvió a presentarse en público, en Detroit.
Esa velada del 24 de octubre de 1926 fue la noche del último truco de Houdini: poco después era hospitalizado y sucumbía a la peritonitis.
En cuanto a Whitehead, sigue sin saberse si los golpes fueron «inocentes» o realmente buscó dañar al ilusionista.
Algunos investigadores afirmarían más adelante que el ex estudiante de McGill era un aficionado al espiritismo, una práctica que Houdini combatió durante toda su vida en una lucha que le hizo ganarse el odio de miles de charlatanes en todo el mundo.
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Más allá de las tristes aristas de la vida del escapista, la Biblioteca Nacional de Israel (BNI) aprovechó el aniversario para compartir fascinantes fotografías de Houdini y un texto que revela partes de su personalidad.
Nacido Erik Weisz el 24 de marzo de 1874, Houdini fue siempre el orgulloso hijo de un rabino, recordó la nota de Melody Barron en el website de la BNI.
«El famoso escapista, ilusionista y destructor de sesiones espiritistas, también estaba muy orgulloso de su judaísmo», añadió.
De hecho, fundó junto a Irving Berlin y Al Jolson la organización filantrópica Rabbis’ Sons Theatrical Benevolent Association (Asociación Teatral Benevolente de los Hijos de Rabinos), dedicada a la asistencia social durante la Primera Guerra Mundial.
Su trabajo desenmascarando charlatanes generó incontables ataques antisemitas en su contra
«Es sorprendente la cantidad de hijos de clérigos judíos que hay en los escenarios» de Estados Unidos, comentó alguna vez Houdini.
Citando el libro «Houdini: Art and Magic», de Brooke Kamin Rapaport, Barron dice que fueron precisamente las raíces judías de Weisz/Houdini las que lo llevaron a combatir a «médiums» y otros charlatanes de ferias.
Su «ira hacia los hacedores de milagros, espiritistas y médiums que se aprovechaban de las personas vulnerables influyó directamente» en sus actuaciones, señala el artículo. «A menudo reveló los trucos y las mentiras» de esos estafadores «como parte de sus shows», apuntó.
Pero esa «misión de Houdini de exponer a los charlatanes» tuvo su precio, y «provocó que la ira antisemita se cruzara en su camino, ya que los espiritistas y médiums que él expuso usaron su judaísmo en su contra», recordó Barron.
Obviamente, a este gran artista poco le importaron esos ataques, y siguió actuando hasta sus últimos días gestando una leyenda que, un siglo después, lo mantiene en el imaginario popular como el gran escapista de la historia.
Quizás ese puede ser considerado el verdadero último truco de Harry Houdini.