Anna Suzette Pfeiffer es una joven alemana de 20 años que, tiempo atrás, descubrió que sus antepasados participaron del régimen nazi que puso en marcha el Holocausto. Ahora trabaja como voluntaria en Israel, con niños con discapacidades en un centro de rehabilitación
«Es un gran trabajo», le contó Anna a la cadena noticiosa israelí Arutz Sheva, que la entrevistó en ocasión de Iom Hashoá, que se observó entre el 27 y el 28 de abril últimos.
«Al principio -confesó- pensé que ayudaría mucho a los niños, pero en realidad ellos son los mejores maestros cuando se trata de felicidad y también de paciencia».
La joven alemana se declaró «muy feliz de poder trabajar y vivir en Israel».
Pero la historia de amor entre Anna y el país comenzó tiempo atrás en Alemania, cuando tenía apenas doce años de edad y su madre le regaló un libro que contaba la historia de una jovencita judía que debía esconderse de los nazis para salvar su vida.
Uno de sus bisabuelos fue voluntario en las SS, y otro trabajó en el vallado y las cámaras de gas de Auschwitz
El libro, recordó Pfeiffer, «me ayudó a comprender cómo sucedió el Holocausto». Y, «desde entonces, mis padres comenzaron a hablarme sobre la historia de mi familia, paso a paso».
Lo más abrumador llegaría cuando se enteró de que todos sus bisabuelos estuvieron involucrados con el nazismo, de distintas maneras. Por ejemplo, uno de ellos vivía en Rumania «pero viajó de regreso a Alemania para ser voluntario en las SS», apuntó el reportaje de Arutz Sheva.
Otro bisabuelo «fue un ingeniero que trabajó en las vallas y las cámaras de gas» del campo de concentración de Auschwitz, en Polonia, añadió la cadena israelí.
Cuando cumplió 15 años, Anna decidió que era tiempo de dar otro paso importante en su revisión del pasado familiar y viajó con un grupo de adolescentes alemanes a Auschwitz.
«Ese fue el momento en que surgieron todas las preguntas» sobre su familia, sobre su país, relató Anna. «¿Por qué no lucharon contra eso, por qué no intentaron hacer nada?» contra el gobierno nazi, se cuestionó la joven.
«Todas estas preguntas surgieron» después de la visita a Auschwitz, «era un caos de sentimientos» en su corazón y su mente, afirmó.
Más adelante, junto a sus padres se incorporó a Marcha de la Vida (no confundir con la Marcha de los Vivos), un movimiento que apunta a recordar a las víctimas del Holocausto y promover la reconciliación con los alemanes.
Se trata de manifestaciones anuales a través de Europa que comenzaron en el 2007 impulsadas por líderes religiosos que, junto a descendientes de soldados alemanes, de miembros de las SS y de las fuerzas policiales, vienen apostando, precisamente, por la conmemoración y la reconciliación.
«Mis padres me apoyan y están muy orgullosos de mí», afirmó Anna
Para avanzar en ese sentido, Pfeiffer habló con sus padres, quienes le explicaron que, habiendo nacido en el 2002, «no tenía que vivir con la culpa equivocada», en referencia a los crímenes cometidos por sus bisabuelos.
De todas maneras, le advirtieron: «ahora tienes que asumir la responsabilidad del presente y del futuro».
Y así fue como llegó a Israel, adonde trabaja desde hace casi dos años en el centro de rehabilitación ADI Negev-Nahalat Eran, en el sur del país. Anna se desempeña en un jardín de infantes con diez niños con enfermedades genéticas y en otro para pequeños con autismo.
«Mis padres me apoyan y están muy orgullosos de mí», dijo Anna durante la charla con Arutz Sheva.
En una entrevista del 2021 con el diario Israel Hayom, la joven ya había señalado una de las razones que la llevaron a trabajar como voluntaria en el ADI Negev-Nahalat Eran.
Los nazis, dijo Anna, pensaban que niños como los del jardín de infantes del centro de rehabilitación «no merecían vivir».
(Se estima que, entre 1933 y 1939, 360.000 personas con discapacidades fueron sometidas a esterilización forzada en Alemania. Luego comenzó el exterminio: se calcula que cerca de 250.000 discapacitados fueron asesinados bajo el régimen nazi).
«Eso sucedía a solo media hora de mi casa», le dijo Pfeiffer a Israel Hayom.
«Los nazis estaban tan complacidos con la fluidez del proceso y lo fácil que era matar gente -agregó-, que decidieron replicar el proyecto en los campos de exterminio».
Antes de salir desde Alemania hacia el centro de rehabilitación en el Negev «pensaba que sería valiente venir a ayudar a los niños, pero con el tiempo aprendí que ellos son los que me enseñan», reconoció Anna.