Idit perdió a su amado abuelo en el 2015 y, después de mucho llorar, decidió que había llegado el momento de cumplir con los preceptos. ¿Cuál es la mejor forma de tener una ‘vida con significado’?, se preguntó
«Dar vida», se respondió casi sin dudar. Y enseguida se puso en acción y se presentó como voluntaria para donar un riñón.
El primer candidato para recibir el órgano de la maestra jardinera fue un israelí judío de 52 años, con dos hijos, residente en Ashdod, sobre el Mediterráneo.
«Pero por alguna razón no funcionó», contó Idit en una entrevista televisiva que difundió el ministerio de Exteriores israelí.

«Luego me llamaron otra vez y me dijeron que habían encontrado otro candidato compatible», continuó. «Es un niño», le informaron.
La mujer no podía estar más contenta: «¡Qué bueno! Yo soy maestra de preescolar, el es un niño, es perfecto», celebró Idit. Sin embargo, quedaba todavía un detalle.
Para Idit no había ningún problema: «un niño es un niño», aseguró
«Les pregunté si había algún problema», y de la oficina coordinadora de transplantes le explicaron: «es un niño de la Franja de Gaza».
Para Harel Segal eso no representaba ningún problema. «Un niño es un niño», afirmó. Pero, al principio, su familia no estuvo para nada de acuerdo.
Hubo discusiones con su marido, explicaciones a sus hijos, se evaluaron los posibles contratiempos, y al final Idit siguió adelante, ya con el apoyo de su marido, sus hijos y de su madre.

«Del uno al diez, ¿qué tan orgulloso estás de tu madre», le preguntaron a uno de los hijos de la mujer durante el reportaje televisivo. «Un millón», fue la respuesta emocionada del joven israelí.
Pero faltaba una aprobación muy importante, por lo que Idit fue a reunirse con Ofer, el padre de uno de sus alumnos, un niño al que había enseñado y cuidado durante su primer año como maestra jardinera.
El niño, Oz, había crecido y entrado con el tiempo en las filas de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI). Y, hace siete años, murió en un enfrentamiento con extremistas islámicos en la ciudad de Gaza, en el mismo barrio, Shejaiya, donde viven el pequeño candidato para el transplante y su madre.
El niño palestino recibió el trasplante en junio en un hospital de Petah Tikva, cerca de Tel Aviv
Llorando, Idit recibió el visto bueno del padre de Oz. «Es un acto humano de primer nivel», le dijo Ofer.
«Haber perdido a mi hijo en la Franja de Gaza no significa que odie a los palestinos», tranquilizó el padre de Oz a Idit.
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Finalmente, el niño llegó con su madre a un hospital en Israel y, en junio de este año, recibió el riñón que le salvó la vida. El reportaje muestra a Harel Segal visitándolos y saliendo de la habitación, emocionada.
Ni la madre ni el pequeño palestinos aparecen en el video, ni se conoce sus nombres, porque temen represalias de Hamas si se sabe que estuvieron en Israel y, peor todavía, aceptando un órgano de una judía.
La conversación de Idit con la madre del niño estuvo marcada por el cariño y la emoción, pero no fue mucho lo que se pudieron decir porque una habla árabe y la otra hebreo.
De todas maneras, Idit entendió que la mujer palestina «espera que todo marche muy bien», ahora que su hijo recibió el riñón. Estaba muy contenta y así lo mostró en su rostro: «su sonrisa lo decía todo», reveló la maestra israelí.