Pero detrás de esta obra, «Meules de blé» (literalmente «pilas de trigo»), pintada por el célebre artista holandés en Arles, Francia, en 1888, se esconde una conmovedora e inquietante historia humana, que comenzó con el pintor y siguió con su hermano
«Meules de blé» salió a subasta con la casa neoyorquina Christie’s con un precio estimado de entre 20 y 30 millones de dólares, en el marco de un acuerdo entre los herederos de dos de los sucesivos propietarios del cuadro, Meirowsky y Alexandrine de Rothschild.
Finalmente, el paisaje de una cosecha capturado en el sur de Francia (un ensayo de lo que luego sería «Korenschelven in de Provence», actualmente en el Kröller-Müller Museum) fue rematado en nada menos que 35.855.000 dólares el 11 de noviembre.
El primer comprador del cuadro fue Theo van Gogh, el hermano del artista
El nuevo dueño del cuadro, que combina acuarela, pluma y pincel y tinta negra sobre papel, se sumó así a la compleja lista de propietarios, aunque no todos puedan ser señalados como «afortunados».
Luego de la muerte del pintor, en 1890, «Meules de blé» quedó en manos de Theo van Gogh, quien se lo había comprado a su hermano. Theo falleció un año después, y el cuadro pasó a su esposa, Johanna van Gogh-Bonger, quien se encargaría de difundir la obra de su cuñado y cimentar su fama.
Según apunta la detallada lista preparada por Christie’s para la subasta, Johanna le vendió el cuadro al pintor francés Gustave Fayet en enero de 1907, y el próximo paso fue la Galerie E. Druet, de París, adonde fue adquirido en 1913 por Meirowsky, quien se lo llevó a Alemania.
Meirowsky, quien se había instalado en Colonia proveniente de Prusia oriental, había fundado en 1894 una empresa que producía elementos aislantes y que lo hizo muy rico proveyendo a las crecientes industrias de la electricidad y los automóviles.
También era conocido por sus actividades filantrópicas y, especialmente, por ser un ávido coleccionista de arte. Ante el avance de los nazis, esas preciosas obras que había acumulado se revelaron como la fuente de su salvación.
En efecto, Meirowsky malvendió su colección de arte en una de las frecuentes «subastas judías», una parodia de remates que, en realidad, eran una fachada para que los nazis y sus allegados se apropiaran de cuadros y otros objetos a precios muy por debajo del valor real.
De alguna manera, la obra le sirvió a Meirowsky para escapar de la persecución nazi
De cualquier manera, ese dinero recaudado en 1938 le sirvió para escapar del Holocausto y buscar refugio hasta 1949, cuando murió en Ginebra, en Suiza.
Volviendo a «Meules de blé», el paisaje llegó de alguna manera a París, adonde fue comprado en 1940 por Alexandrine, la hija de Edmond de Rothschild, quien -sin embargo- lo pudo disfrutar por poco tiempo: le fue confiscado en 1941 por los nazis durante la ocupación de Francia.
A partir de allí, tomando en cuenta el camino apuntado por los expertos de Christie’s, la obra habría terminado en Austria y entrado luego en la oscuridad de una «colección privada» hasta que volvió a la luz en la galería de arte Wildenstein & Co., en Nueva York, en 1978.
De las paredes de Wildenstein & Co., el cuadro se fue hasta Texas, en Estados Unidos, adonde lo llevó -luego de comprarlo- Edwin Lochridge Cox, un millonario petrolero. Cox falleció el año pasado y su colección, incluyendo «Meules de blé», fue preparada para la venta por Christie’s.
Evidentemente, un extraño y, en general triste, recorrido para esta obra de uno de los más grandes artistas de la historia, pintada durante «el verano más creativo» de Van Gogh, según afirma el crítico Martin Bailey.
«Los colores deslumbrantes le dan vida» a la pintura de acuarela y «gouache», apuntó el experto en un artículo en la revista especializada The Art Newspaper.
«Ubicado bajo un cielo pintado de manera ligera -escribe Bailey-, el trigo dorado cosechado proporciona un contraste dramático con los variados azules» en el «magnífico» cuadro del holandés, ahora bien lejos del terror del nazismo.