La leyenda del tomate cherry celebra a una delicia presente en todo el mundo, esos pequeños frutos redondos que se pueden servir en ensaladas o comer solos como aperitivos y que, se afirma, fueron «inventados» en Israel.
Y si bien la popular creencia de que fueron «inventados» aquí no es del todo cierta, sí es verdad que la variedad moderna que se consume alrededor del planeta nació en un laboratorio en Jerusalén
Al igual que su hermano mayor -el tomate tradicional-, la variedad cherry es originaria del continente americano.
El tomate común es uno de los alimentos más populares, posiblemente el más cultivado y presente en cientos de platillos tradicionales, desde salsas y pizzas hasta guisados y ensaladas.
Las raíces de los dos pueden rastrearse a lo largo de América, desde México hasta Perú. Pero la cherry derivaría -dicen los expertos- de una variedad silvestre de la zona andina.
De Israel salieron las modificaciones esenciales que convirtieron este tomate en «la sabrosa variedad popular hoy en día»
Según un artículo de la investigadora Jessica Horst, publicado en el website Student Israelity, el capítulo moderno del tomate cherry comenzó en la década del ’70, cuando los dueños de la cadena británica de supermercados Marks & Spencer pensaron que era un buen momento para «relanzar» esa variedad entre su público.
Hasta ese momento, esta variedad del tomate tenía un gusto mucho más agreste y era utilizado más que nada como elemento de decoración en platillos sofisticados.
Para intentar hacerlo más popular, los directivos de Marks & Spencer encargaron a agricultores británicos y a científicos israelíes que buscarán desarrollar un tipo de tomate cherry más dulce y sabroso.
Mientras los británicos se pusieron a trabajar en cruzas de la clase Gardener’s Delight de este tipo de tomates, los israelíes -científicos de la Universidad de Jerusalén encabezados por los profesores Najum Kedar y Haim Rabinowitch– se aplicaron a desarrollar una genética de maduración lenta para el fruto, señaló Horst.
Pero seguía existiendo un importante problema: los consumidores querían un tomate cherry con un sabor menos salvaje, más dulce.
La solución salió desde Jerusalén, donde los científicos israelíes, después de muchas investigaciones, pudieron crear el actual tomate cherry con una mayor concentración de azúcar.
«Aunque el tomate cherry puede no ser un invento israelí», escribió Horst, se le atribuye al equipo de científicos agrícolas de la Universidad Hebrea de Jerusalén «las modificaciones esenciales que desarrollaron la fruta para convertirla en la sabrosa variedad popular hoy en día».
Todo comenzó cuando unos empresarios británicos encargaron una versión «más dulce» de la variedad cherry
Además de aplicar la investigación genética para darle el gusto y la dulzura particular que lo caracteriza, los científicos de la universidad israelí lograron darle al tomate cherry una mucho más extendida vida útil, un aspecto ampliamente apreciado por la industria de la alimentación, los supermercados y locales de verduras y frutas de todo el mundo.
También son muy apreciados porque crecen en racimos, lo que tiene un impacto enorme al momento de la cosecha, ya que levantar los tomates tradicionales uno por uno toma mucho más tiempo que recoger los manojos de los jugosos cherry.
Los tomates cherry «no tenían sabor y no tenían vida útil, por lo que no se podían convertir en un producto básico hasta que Kedar y yo introdujimos una mejor reproducción para el sabor y una vida útil prolongada», afirmó hace algunos años el profesor Rabinowitch.
Durante la investigación, añadió, «buscamos una forma de ralentizar la rápida maduración de los tomates normales, un fenómeno que es típico de los tomates grandes en los países cálidos».
«Después de mucho trabajo, en 1973 logramos identificar la combinación genética adecuada para ralentizar la maduración y desarrollamos una forma de explotar los genes para mejorar los tomates’‘, completó el profesor israelí.
Y esa es la historia de cómo el tomate cherry pasó de ser un fruto casi decorativo a un producto de consumo masivo.
