Por Samira Mehta *
Janucá no es la «Navidad judía». Artículos y editoriales en los periódicos recuerdan a los lectores este hecho cada año, lamentando que el Festival de las Luces judío se haya convertido en una imitación de la festividad cristiana.
Esos artículos existen por una razón. Janucá es una fiesta menor del año litúrgico judío, cuyas fiestas principales se celebran en otoño y primavera del hemisferio norte: los Iamim Noraim (Rosh Hashaná, Iom Kipur) y Pésaj, respectivamente.
Sin embargo, debido a su proximidad a la Navidad, Janucá se elevó culturalmente a una celebración importante, en especial en Estados Unidos.
Las tiendas y escuelas estadounidenses hacen un gesto a la diversidad colocando menorot junto a los árboles de Navidad o incluyendo la canción del dreidel (trompo) en el «concierto navideño» junto a Papá Noel, el reno Rodolfo o el Niño Jesús.
La Januquiá no es una simple decoración
Incluso Jabad, el conocido movimiento judío ortodoxo, realiza encendidos públicos de la menorá que se parecen notablemente a los encendidos públicos de los árboles de Navidad.
Los escaparates de las tiendas, los consultorios médicos y los comedores universitarios exhiben árboles de Navidad y la menorá uno al lado del otro, aunque este último es un objeto ritual, no simplemente una decoración.
La menorá de nueve brazos de Janucá, o Januquiá, se enciende de una manera específica, en días específicos, acompañada de oraciones.
Gran parte de mis estudios judíos y de género se centran en familias interreligiosas, para quienes estas cuestiones pueden resultar especialmente complicadas.
Empatizo con los judíos estadounidenses preocupados porque Janucá se pueda parecer demasiado a la Navidad, pero la historia de ambas festividades es más complicada de lo que estas comparaciones sugieren.
Una revuelta antigua
Hay una profunda ironía, por supuesto, en ver Janucá como un excelente ejemplo de asimilación: el festival en sí celebra una victoria contra la asimilación.
En 168 antes de la era cristiana, Antíoco IV Epífanes, rey del Imperio Seléucida, envió su ejército a conquistar Jerusalén. Prohibió las festividades judías, la observancia del Shabat y prácticas como la circuncisión.
Sus tropas levantaron altares a los dioses griegos en el templo judío y lo dedicaron a Zeus. Los Macabeos, un movimiento de resistencia judío liderado por una familia sacerdotal, se opusieron tanto a Antíoco como a los judíos que se asimilaron a la cultura griega conquistadora.
Janucá celebra la victoria de los rebeldes sobre el ejército seléucida.
En el templo, los judíos mantenían encendida una llama eterna, como lo hacen hoy las sinagogas. Sin embargo, cuando los Macabeos recuperaron el templo, había suficiente aceite para solamente un día.
Milagrosamente, la historia dice que duró una semana: tiempo suficiente para traer más aceite. Por lo tanto, las celebraciones tradicionales incluyen encender la menorá cada noche durante ocho días y comer alimentos cocinados en aceite. Los juegos de trompos giratorios también son tradicionales, al igual que canciones como Maoz Tzur.
Villancicos y fiestas
La asimilación a la cultura de mayoría cristiana de Estados Unidos desempeñó un papel en la transformación moderna de Janucá. Dicho esto, la historia de cómo llegó a tener el enfoque comercial, infantil y de regalos que tiene hoy en Estados Unidos es un poco más complicada.
Cuando a la gente le preocupa que Janucá sea simplemente una adaptación judía a la temporada de regalos navideños, creo que se imaginan que la Navidad misma siempre fue como la mayoría de los estadounidenses la conocen hoy: con los regalos, el árbol y la reunión familiar.
Pero, de hecho, tanto la Navidad contemporánea como la Janucá contemporánea crecieron juntas en respuesta a la Revolución Industrial. Antes de esa histórica transformación, tanto Europa como América del Norte eran principalmente sociedades agrarias.
En esos tiempos, cuando terminaba la cosecha, todo el periodo del Adviento (el tiempo de preparación espiritual para la celebración del nacimiento de Cristo) tomaba un aire de juerga, con villancicos en las calles y algunas borracheras.
Para los más ricos, era una temporada de fiestas y bailes. A veces había conflictos de clase –como vandalismo u otros delitos– entre los asistentes a las fiestas adinerados y las fiestas callejeras de la clase trabajadora.
El punto culminante de la temporada era el Año Nuevo más que la Navidad. Los obsequios, si los había, eran pequeños y generalmente hechos a mano. Los ricos daban bonificaciones de fin de año a sirvientes y comerciantes.
Los efectos de la Revolución Industrial
En general, la temporada se centraba tanto en los amigos como en la familia, y se celebraba en público tanto o más que en privado. Por diversas razones, campañas sociales de principios del siglo XIX buscaron hacer de la Navidad la feista doméstica del consumo que tenemos hoy.
El cambio del trabajo agrícola estacional al trabajo fabril las 24 horas del día hizo que las noches de juerga fueran problemáticas: los trabajadores con resaca no son buenos trabajadores. Por eso, trasladar la celebración a un solo día resolvió ese problema.
Mientras tanto, voces religiosas intentaron enfatizar la Navidad como una celebración de Cristo en los hogares cristianos.
Pero lo que es más importante, la Revolución Industrial creó un enorme mercado de bienes relativamente asequibles que necesitaban un mercado. La Navidad proporcionó un mercado abundante. Y también lo hizo Janucá.
Nuevas necesidades, nuevas tradiciones
A los judíos también llegaban las mismas publicidades y anuncios de regalos y comidas festivas que sus vecinos cristianos, y fue difícil resistir la atracción de la temporada de celebración.
Sin embargo, un libro de la académica Dianne Ashton, Hanukkah in America: A History, sugiere que Janucá no tomó su forma actual sólo porque los judíos estadounidenses estaban imitando la Navidad en una especie de versión religiosa de «mantener el ritmo de los vecinos».
Janucá, que se celebra principalmente en el hogar, brindó a las mujeres judías un lugar para brillar, de manera muy parecida a como una Navidad doméstica brindaba tales oportunidades a las mujeres cristianas.
Permitió a los judíos centrarse en los lazos familiares, que a menudo parecían frágiles -y valiosos- a la sombra de la inmigración y de los parientes que quedaban atrás.
El judaísmo en un nuevo espacio y tiempo
Y también brindó la oportunidad de enfocarse en los niños, por ejemplo pidiéndoles que encendieran las velas (un trabajo tradicionalmente realizado por hombres adultos), lo que ofreció una manera de involucrar a la próxima generación en un tiempo y lugar donde ser judío se sentía como una elección.
En Estados Unidos, los judíos eran ciudadanos de pleno derecho, libres de las leyes que anteriormente habían mantenido aisladas a sus comunidades en muchas partes de Europa. Esa libertad también hizo que fuera más fácil para cada individuo elegir en qué medida interactuar con la comunidad judía, si es que lo hacía.
Uno podía dejar atrás el judaísmo sin convertirse al cristianismo, y muchos judíos lo hicieron. Janucá, en contrapartida, fue una forma divertida de crear vínculos con la festividad.
Los judíos estadounidenses adaptaron Janucá a sus propias necesidades, enfatizando aspectos de la religión que la hicieron funcionar en el nuevo entorno. Se puede ver eso como asimilación, claro, pero también fue adaptación para sobrevivir.
Unirse a la «temporada navideña» mitigó la sensación de ser un extraño y una minoría durante las fiestas de la mayoría de la población. Pero también permitió la creación de una nueva forma de involucrar al judaísmo en un nuevo espacio y tiempo.
* Profesora asociada de Estudios de la Mujer y de Género y Estudios Judíos, University of Colorado Boulder / Publicado originalmente en The Conversation.