¿Qué tiene que ver la famosísima Estatua de la Libertad con una joven escritora judía sefaradí de Estados Unidos?
Emma Lazarus lo tenía todo: había nacido en Nueva York en el seno de una familia de origen sefaradí muy rica, era educada por tutores privados y apenas adolescente ya publicaba poesía y traducciones.
Nacida en 1849, ningún privilegio le impidió a Emma volcarse con todo el corazón a ayudar a quienes más necesitaban, en especial los miles de inmigrantes judíos ashkenazí que llegaban al país a buscar una vida mejor.
Una de las primeras autoras judías estadounidenses de éxito, Lazarus «formó parte de la élite literaria neoyorquina de finales del siglo XIX y fue reconocida en su época como una importante poeta», la presenta la organización norteamericana Jewish Women’s Archive.
En su sección dedicada a las Mujeres de Valor, el archivo recuerda que, en sus últimos años, Emma «escribió poesía y ensayos audaces y poderosos en protesta por el aumento del antisemitismo y defendiendo los derechos de los inmigrantes rusos».
Incluso desde su «torre de marfil» en la mansión familiar de Nueva York, para la escritora no pasaban desapercibidos los graves obstáculos que enfrentaban los recién llegados.
La joven «socialite» era también una activista por los derechos de los inmigrantes judíos
Según las estadísticas, unos dos millones y medio de judíos inmigraron a Estados Unidos solamente entre 1881 y 1924 desde Rusia, Rumania y otros países.
Además, recuerda el Jewish Women’s Archive, Lazarus llamó a los judíos «para que se unieran y crearan una patria en Palestina antes incluso de que se hubiera acuñado el término ‘sionista’«.
Y, si bien su tarea como activista en favor de causas judías está bien documentada y su estatura como poeta no se discute, fue un breve soneto el que hizo a Emma inmortal.
Todo comenzó cuando al político y jurista francés Édouard Laboulaye se le ocurrió que era un buen momento para que su país le regale a Estados Unidos una obra que representara la libertad tras la Guerra Civil y celebrar la amistad entre las dos naciones.
Finalmente, el regalo fue, como se sabe, la súper famosa Estatua de la Libertad, en cuyo diseño se puso a trabajar, en 1870, el escultor francés Frédéric Auguste Bartholdi.
Quince años después, el gigantesco monumento hecho de hierro y cobre llegó a Estados Unidos, y el 28 de octubre de 1886 fue inaugurado por el entonces presidente Grover Cleveland en la isla de Bedloe (ahora Liberty Island) en la bahía de Nueva York.
Con la señora de la libertad ya establecida como parte del horizonte a la entrada de Nueva York, el gobierno federal estadounidense abrió en 1892 la que luego sería la famosa estación migratoria de Ellis Island, apenas a poco más de un kilómetro de la estatua.
Así se marcó la profunda relación entre la Estatua de la Libertad y uno de los conceptos que marcó el auge de Estados Unidos, los brazos abiertos para los inmigrantes.
Al principio, Emma declinó la invitación a crear un poema, porque «no escribía por encargo»
¿Y cómo entra Emma Lazarus en esta historia? En 1883, un grupo de intelectuales y filántropos le encargó a la joven escritora judía que escribiera un poema, para ser subastado como parte de la campaña para financiar el pedestal de la Estatua de la Libertad.
Al principio, cuentan los historiadores, Emma declinó la invitación porque «no escribía por encargo». Pero luego, la poeta vio la oportunidad de hacer un pequeño aporte y, de paso, hablar del tema más cercano a su compromiso: las penurias de los inmigrantes.
El soneto se llamó «The New Colossus» (El nuevo coloso), y en sus líneas Emma comparó al monumento con el mítico Coloso de Rodas y habló de «una mujer poderosa con una antorcha, cuya llama es el relámpago encarcelado».
Pero fueron la décima y la undécima línea del soneto las que consagraron a Lazarus para siempre, trece palabras que se convirtieron en un ícono de la cultura estadounidense y un punto de referencia obligado cuando se habla de libertad y de inmigración.
«Dadme tus cansados, tus pobres», pasó a la historia de la literatura, y de la política
La escritora judía le regaló sus más profundas frases a la Estatua de la Libertad:
«Give me your tired, your poor / Your huddled masses yearning to breathe free», le hizo decir la poeta a la señora de la libertad: «Dadme tus cansados, tus pobres / Tus masas amontonadas anhelando respirar libres».
A la luz de la fuerte influencia actual del soneto, es difícil creer que, en aquel momento, pasó rápidamente al olvido. Es que Emma murió muy joven, a los 38 años en noviembre de 1887, pocos meses después de la inauguración del monumento.
Sin embargo, en 1903 una amiga de la escritora encontró en una tienda de libros usados un ejemplar del volumen que contenía «The New Colossus» que la inspiró a lanzar una campaña para rescatar el soneto y la figura de Emma.
Poco después, ese mismo año, una placa con el texto completo del poema se instaló en la base de la estatua.
Desde entonces, «Dadme tus cansados, tus pobres» se transformó en una de las frases más escuchadas cada vez que se genera en Estados Unidos una polémica nacional sobre el tema de la inmigración, como ocurrió recientemente durante la presidencia de Donald Trump, por ejemplo.
«El hecho de que estemos conscientes de estas palabras potentes y profundamente conmovedoras hoy se debe a las generaciones de artistas, editorialistas y políticos que continuamente nos han recordado su poder», resumió María Cristina García, profesora de historia estadounidense en la Universidad de Cornell, citada por ABC News.
Las palabras, al fin y al cabo, de una joven poeta y «socialite» sefaradí de Nueva York que nunca olvidó ni sus orígenes ni los asuntos que realmente importan.