El escritor argentino Jorge Luis Borges, uno de los más grandes de la historia de la literatura mundial, nunca escondió que era un enamorado de Israel y del judaísmo
Comenzando por el título del más famoso volumen de cuentos publicado por el autor argentino, «El Aleph» (de 1949, el nombre de la primera letra del alfabeto hebreo), la historia de fuerte relación de Borges con el judaísmo primero, y luego con Israel, duró prácticamente toda su vida.
Es bien recordada, por ejemplo, su intensa actividad anti-nazi en Buenos Aires a mediados de la década del ’30, cuando en Argentina aparecieron numerosos grupos simpatizantes de la Alemania de Adolf Hitler.
A causa de esa actitud, no faltaron los filo-nazis argentinos que lo «acusaron» -a través de un artículo en la revista ultranacionalista Crisol- de ser un judío «escondido», a lo que Borges respondió, muy a su manera, publicando un esclarecedor ensayo.
Borges respondió a los filo-nazis con un poema titulado «Yo, judío»
El texto, bajo el título «Yo, judío», expresó todo el amor que el escritor ya sentía por la religión, la cultura y la tradición hebrea.
«¿Quién no jugó a los antepasados alguna vez, a las prehistorias de su carne y su sangre?», escribió Borges en el ensayo publicado en la edición de la revista Megáfono de abril de 1934. «Yo lo hago muchas veces, y muchas no me disgustó pensarme judío», afirmó.
En ese ensayo, y muchas veces a lo largo de su vida, el autor de «El jardín de senderos que se bifurcan» especuló con que su apellido, Borges Acevedo, podría remontarse al linaje de alguna familia «hebreo portuguesa».
Más adelante, durante una conferencia en la Columbia University, en Nueva York, en 1971, un estudiante le preguntó a Borges cuál pensaba que era «el deber de un escritor» frente a su tiempo.
«Estaba muy eufórico por la Guerra de los Seis Días», confesó alguna vez Borges
«Creo que el deber de un escritor es ser escritor, y si puede ser un buen escritor, está cumpliendo con su deber», respondió magistralmente, para luego entrar en un breve resumen de su pensamiento político.
«Soy conservador, odio a los comunistas, odio a los nazis, odio a los antisemitas, etcétera, pero no permito que estas opiniones encuentren su camino en mis escritos», precisó el poeta.
Y luego confesó: «excepto, por supuesto, cuando estaba muy eufórico por la Guerra de los Seis Días» que concluyó en la histórica victoria militar del joven estado de Israel en junio de 1967.
En efecto, frente a las noticias sobre la guerra en Medio Oriente, Borges reaccionó ese mismo año con un poema titulado «A Israel», en el que volvió a preguntarse: «¿Quién me dirá si estás en el perdido / laberinto de ríos seculares / de mi sangre, Israel?».
Dos años más tarde, en 1969, publicó otro poema, esta vez titulado simplemente «Israel», donde señaló que «la más antigua de las naciones / es también la más joven».
«Serás un israelí, serás un soldado / Edificarás la patria con ciénagas: la levantarás con desiertos / Trabajará contigo tu hermano, cuya cara no has visto nunca / Una sola cosa te prometemos: tu puesto en la batalla«, describió el gran autor argentino.
En ese mismo 1969, Borges viajó por primera vez a Israel, invitado por el no menos legendario ex primer ministro David Ben-Gurion, con quien mantenía correspondencia desde hacía algunos años.
«Había algo de oráculo» en Borges durante la charla que dio en la Universidad Hebrea de Jerusalén en 1969
La visita incluyó reuniones con políticos, escritores y otras personalidades locales, y una conferencia en la Universidad Hebrea de Jerusalén.
Uno de los asistentes a la lectura fue Shalom Goldman, quien en ese momento era un joven israelí esperando a ser reclutado para el servicio militar y luego se convertiría en un renombrado profesor de Religión y Estudios de Medio Oriente.
Goldman contó, en un artículo en la revista Tablet de mediados del 2015, que Borges cautivó rápidamente al público que llenó el auditorio del campus Givat Ram para escucharlo.
«Había algo de oráculo en su discurso y tenía una asombrosa habilidad para citar largas selecciones de poesía y prosa de memoria», relató. «Su sonrisa era cálida y, a veces, alegre», recordó Goldman, según el cual Borges «respondió preguntas de la audiencia y nos hizo reír».
Durante aquella visita de 1969, Borges pasó diez días en Israel, pero regresó para una segunda visita, de menor duración, dos años después, «y a menudo reflexionaba sobre estos viajes a Jerusalén en poemas, historias y ensayos posteriores», señaló Goldman en su artículo.
El viaje de 1971 fue para recibir el Premio Jerusalén, el prestigioso galardón bianual que conceden los organizadores de la feria del libro de la capital de Israel a los escritores cuyo trabajo exprese y promueva la idea de la «libertad del individuo en la sociedad».
A partir de allí, el romance con Israel siguió a «larga distancia» hasta que el escritor falleció el 14 de junio de 1986 en la ciudad suiza de Ginebra, otro de sus «amores» geográficos.