Tienen muy mala prensa desde la Antigüedad y de hecho fueron una de las plagas que azotaron Egipto en los tiempos de Moisés. Todavía hoy son detestadas por los productores agrícolas. Pero tienen un costado positivo: son muy ricas en proteínas y un bocadito de langosta puede ser kosher.
Se trata por supuesto de las langostas insectos, no de sus homónimas en español, que son crustáceos explicitamente prohibidos al igual que todos los mariscos que no sean pescados con aletas y escamas.
Esas reglas sobre las langostas del mar se pueden leer en Levítico 11:9. Un poco más adelante, en Levítico 11:22, la Torá especifica que se puede comer langosta «según sus especies», y hasta algunos grillos y saltamontes.
Más allá de eso, nada de insectos, reptiles, anfibios o gusanos, que se suman a los otros animales prohibidos, los que no son rumiantes y tienen pezuñas partidas, como perros, gatos, cerdos, caballos o camellos (a diferencia de las vacas y las ovejas).
Pero, ¿de dónde viene ese «permiso» para consumir ciertas especies de langostas? Las razones no están claramente explicadas, y de hecho estos insectos no aparecen en ningún platillo conocido de la cocina judía.
En la actualidad, la mayoría de los judíos «se abstiene» de comer langostas
Según el rabino Yehuda Shurpin, aunque algunas comunidades, en particular en el pasado en Marruecos y Yemen, tenían una tradición alrededor de esas langostas, la mayoría de los judíos «se abstiene» de comer «cualquier especie debido a la falta de una tradición clara».
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De acuerdo con la mayoría de las opiniones, agregó Shurpin citando argumentos en el Shulján Aruj, «a menos que la familia de alguien pertenezca a una comunidad que tenga una clara tradición de comer estas langostas, uno debe abstenerse» de consumirlas.
Con las puertas abiertas para las cavilaciones, se podría arriesgar que, como ocurre con gran parte de las reglas de la sabiduría de la Torá y el Talmud, las razones detrás de esta regla son sociales y económicas, al menos de su época.
Además de kosher, estas especies de langostas son halal
Al tope de la lista de las cuatro especies permitidas para el consumo (que se amplía a ocho en el Talmud) aparece la Schistocercia gregaria, conocida como langosta del desierto, el terror de los agricultores en Medio Oriente hasta la aparición de los insecticidas, y que lo sigue siendo en África.
Es decir, que estos insectos, que saltan y se mueven en enjambres gigantescos, eran una muy seria amenaza para la supervivencia misma de las comunidades humanas de la región.
La ecuación era entonces sencilla: ¿si las langostas se comen todas las cosechas, por qué no comer las langostas y evitar morirse de hambre? Gracias a su alto contenido en proteínas eran, además, una gran fuente de alimentación para los más pobres, señalan los expertos.
Para las reglas de alimentación del Islam, el halal, si hay personas que no tienen acceso a los alimentos y estas langostas están disponibles para el consumo, está permitido comerlas para sobrevivir.
Otra historia de los alimentos de la Tierra Santa: los dátiles de hace 2.000 años que «resucitaron» en Israel
En la actualidad, en algunos países afectados por plagas de langostas y donde millones de personas luchan por escapar a la hambruna, muchos «se preguntan por qué no se pueden convertir en comida o alimento para animales», comentó el investigador Joost Van Itterbeeck.
El profeta que bautizó a Jesús sobrevivía a langostas y miel silvestre
Se trata, recordó este analista de la Universidad Nacional de Andong, en Corea del Sur, de «una vieja estrategia utilizada para obtener alimentos después de que las langostas devastaran los cultivos».
«Pero las cosas cambiaron», advirtió, ya que, en esta época, los ataques de los enjambres sobre los cultivos «se controlan con insecticidas químicos», por lo que las langostas terminan siendo tóxicas.
Sin embargo, a no desesperar, todavía existe la posibilidad de comer un rico bocadito de langosta kosher: una empresa israelí de Food Tech, Hargol, sacó al mercado una energy bar (barritas energéticas) hechas con langosta (del tipo permitido) con la marca Biblical Protein (proteína bíblica).
Como parte de la campaña de marketing, los directivos de Hargol, que tiene su base en Misgav, en el norte de Israel, prepararon una serie de fotografías que muestran a Juan el Bautista consumiendo estos insectos.
No es un capricho de los publicistas: según Marcos 1:6 y Mateo 3:4, el profeta que bautizó a Jesús sobrevivía consumiendo langostas y miel silvestre, posiblemente para no tener que depender de la caridad de otros.
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Para probar las barras hay que esperar a que la fábrica de Hargol reponga el stock, que está agotado desde hace ya varios meses en sus dos variantes: langosta y miel con manzana o con pasas de uva, que tienen un precio de 8,99 dólares en paquete de a tres.
«Esta es una historia bíblica y también la historia del futuro»
En cambio, si están disponibles los frascos «familiares» de langostas enteras, que traen veinticinco unidades y se venden a 179,80 dólares. Son insectos «israelíes» recogidos en «las orillas del río Jordán, en Tierra Santa», aseguran.
Los productos de esta langosta kosher «son deliciosos y tienen un sabor suave y neutro que se mezcla bien con otros ingredientes bíblicos, lo que los hace fácilmente adaptables» a una variedad de platillos, se lee en el website.
Es finalmente, «una experiencia bíblica moderna que nunca olvidará», promueven los encargados de las ventas de Hargol, quienes destacan que las langostas vienen con siete gramos de proteína, contienen omega-3, omega-6, hierro, zinc y ácido fólico, sin OMG, sin lácteos ni soja.
Si no consigue las energy bars y no le atraen los insectos enteros, también hay trocitos de langosta kosher bañados en chocolate y polvo para cocinar o preparar bebidas.
«Cuando nos fijamos en la forma en que comemos, tenemos que ser más responsables», le dijo al Jerusalem Post el co-fundador y de CEO de Hargol, el emprendedor Dror Tamir.
«Necesitamos comprender el impacto de nuestra dieta en el planeta y en nuestra salud -aseveró-. Esta es una historia bíblica y también la historia del futuro».