«Es esencial para el futuro de nuestro planeta que liberemos la cadena alimentaria de la dependencia de los animales«, afirmó Aviv Wolff, director ejecutivo y cofundador de Remilk, la firma israelí que está desarrollando esta «leche» de laboratorio
Para avanzar en esa «liberación», añadió Wolff, en Remilk «estamos elaborando lácteos reales que saben y se sienten igual» a la leche y sus derivados originales, «menos la vaca», una apuesta similar a la de la «carne sin carne» en Israel.
Remilk, que tiene su base en Rehovot, unos veinte kilómetros al sur de Tel Aviv, acaba de recaudar 120 millones de dólares en fondos de financiación en capitales de riesgo durante una ronda encabezada por la firma Hanaco Ventures, de Nueva York.
Este financiamiento, dijo la startup en un comunicado difundido en la primera semana del 2022, les permitirá «escalar inmediatamente la producción de su proteína láctea» que, aseguran, es «idéntica» a la que utilizan comercialmente los fabricantes tradicionales de quesos, yogur y helados.
Wolff apuntó que los nuevos fondos «nos impulsan en nuestro camino para transformar la categoría de los lácteos en una que ofrezca productos deliciosos y nutritivos sin dañar a las personas, el planeta o los animales».
El proceso comienza con el «copiado» del gen responsable de la producción de proteína de la leche en las vacas
«Ya estamos colaborando con decenas de empresas, incluidas algunas de las marcas más populares del mundo, para recrear juntos el futuro de los lácteos», indicó el emprendedor israelí.
Desde la empresa señalan que detrás de esta leche de laboratorio no hay grandes secretos, sino más bien un método milenario, el de la fermentación.
En el caso de los productos de Remilk, el proceso comienza con el «copiado» del gen responsable de la producción de proteína de la leche en las vacas y, luego, su «inserción» en levadura.
Según explican en el website de la compañía, el gen actúa como un «manual de instrucciones» que «muestra» a la levadura «cómo producir nuestra proteína de una manera altamente eficiente».
El siguiente paso, agregan, es colocar la levadura en fermentadores, «donde se multiplica rápidamente y produce proteínas lácteas reales, idénticas a las que producen las vacas, que son los componentes clave de la lechería tradicional que conocemos y amamos».
«Estas preciosas proteínas se combinan luego con buenas vitaminas, minerales y grasas y azúcares no animales (por lo tanto, sin colesterol ni lactosa) para formar todos los productos lácteos imaginables», completan.
Los creadores de esta tecnología prometen que puede reducir drásticamente el impacto ambiental de la industria lechera tradicional, utilizando apenas el 1 por ciento de la superficie que ocupan tambos y millones de vacas en todo el mundo y consumiendo solo el 5 por ciento del agua.
Remilk apunta al creciente mercado de los consumidores intolerantes a la lactosa
También señalaron que, a diferencia de las alternativas a base de plantas que no están a la altura de la leche en términos de textura, nutrición o sabor, Remilk «reemplaza a la perfección» ese ingredientes «en cualquier producto».
«Las proteínas Remilk tienen las mismas características, perfil nutricional y de sabor, capacidad de derretirse, estirarse y mezclarse que las proteínas de la leche animal«, indicaron.
«Tenemos una fuerte convicción en la visión de los fundadores y estamos encantados de apoyar al talentoso equipo» de la firma israelí, dijo Pasha Romanovski, uno de los socios fundadores de Hanaco Ventures.
El optimismo de los inversores no está solamente impulsado por ideales ambientalistas, en especial teniendo en cuenta los numerosos estudios que prevén un gran crecimiento del mercado de las alternativas para la leche que sean similares al producto original.
Una de esas investigaciones, llevada a cabo por Cargill, mostró que el 63% de la población adulta está «evitando o reduciendo activamente el consumo de lácteos» debido a la intolerancia a la lactosa.
Otros, agregó el reporte, están reduciendo el consumo de grasas saturadas (24 por ciento), tomando decisiones basadas en preocupaciones ambientales (15 por ciento) o en contra de la crueldad sobre los animales (20 por ciento).