Si bien los conflictos que en los últimos años acapararon la atención de los medios desde esta región fueron los de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) con los militantes fundamentalistas de la Franja de Gaza, pocos dudan que la frontera más «caliente» del país está en el norte
Por ello, es una verdadera noticia que Israel y el Líbano hayan dejado que los negocios se interpongan en el camino de la guerra y accedieran a aceptar un acuerdo mediado por Estados Unidos para definir la frontera marítima en el Mediterráneo.
El acuerdo, resumió el columnista Yoav Limor en el diario Israel Hayom, «no es perfecto, pero la alternativa, una escalada peligrosa en la frontera norte, sería mucho peor».
Según la información que circula en Israel, se estima que Hezbollah, el Partido de Dios de orientación chiíta que cuenta con un brazo político y otro militar y está firmemente alineado con el gobierno de Irán, mantiene un arsenal de alrededor de 150.000 cohetes y misiles, un número sorprendente en comparación con países más desarrollados que el Líbano.
Un reporte del Alma Research and Education Center señaló en febrero de este año que, de ese total de proyectiles, «varios cientos» entran en la categoría de «armas convencionales avanzadas» (o ACW, por la sigla en inglés de Advanced Conventional Weapons).
«A nuestro entender -apunta el analista Tal Beeri en el informe de Alma-, este arsenal incluye los misiles de precisión que ya posee» Hezbollah, «así como misiles de crucero (aparentemente iraníes), misiles costeros avanzados (Yakhont y C-802), misiles antiaéreos (SA-17, SA-22), submarinos en miniatura y torpedos».
Por supuesto que las FDI poseen arsenales y sistemas muy superiores a los de la organización fundamentalista libanesa, pero también es obvio que un conflicto militar con Hezbollah resultaría en pérdidas en vidas humanas impensables para Israel.
En medio de este inquietante escenario, el acuerdo marítimo con Beirut es visto en Jerusalén como «una concesión táctica en aras de una ganancia estratégica», puntualizó Limor en Israel Hayom.
La «ganancia» para el gobierno del primer ministro Yair Lapid es claramente la posibilidad de mantener la paz y una relativa calma en la frontera norte, escenario de dos costosas y sangrientas guerras, una iniciada en 1982 con la invasión israelí del Líbano y la otra en el 2006, precisamente contra Hezbollah.
Para las autoridades de Beirut la ganancia también se expresa en calma y paz, pero no tanto en el frente militar como en el político interno, en un país castigado por fuertes divisiones étnicas y políticas y una profunda crisis económica.
El acuerdo «no es perfecto, pero la alternativa, una escalada peligrosa en la frontera norte, sería mucho peor»
Y, tanto para Jerusalén como para Beirut, existe la ganancia quizás más importante: el negocio de la extracción de gas natural en sus aguas territoriales en el Mediterráneo.
Para los israelíes, ese negocio ya es una realidad. En sociedad con Chevron y Delek Drilling ya está produciendo en el yacimiento de Leviathan y con Chevron, Isramco y el fondo de inversiones Mubadala, de los Emiratos Árabes Unidos (uno de los tantos frutos de los Acuerdos de Abraham), desarrolla la base extractora de Tamar.
La tercera «estrella» de la industria del gas natural israelí es el yacimiento de Karish, adonde recientemente comenzaron las pruebas de funcionamiento de las tuberías que conectan con la costa y se espera lanzar la producción en cualquier momento.
Karish es, justamente, un ejemplo de las «ganancias» del acuerdo limítrofe con el Líbano. La base, gestionada por la empresa griega con base en Londres Energean, fue blanco de un ataque de «advertencia» con drones de Hezbollah.
Los aparatos aéreos no tripulados fueron derribados antes de que alcanzaran la planta de Energean en Karish, pero el mensaje del grupo fundamentalista islámico fue recibido en Jerusalén.
Entretanto, para dejar claro lo que significa el volumen económico y de negocios del gas natural en el Mediterráneo (la invasión rusa de Ucrania incluso llevó a la Unión Europea a bendecir un proyecto de exportación desde Israel al viejo continente a través de Egipto), los encargados de la tareas de prospección en el campo Hermes anunciaron a principios de octubre un descubrimiento que se caracterizó como «enorme».
Las estimaciones preliminares indicaron que el campo contiene nada menos que de 7.000 a 15.000 millones de metros cúbicos de recursos recuperables de gas natural.
Los libaneses, por su parte, no pueden menos que relamerse ante la posibilidad de emular el éxito de la industria del gas natural israelí, ahora que la frontera fue demarcada y podrán explorar en paz, incluso en zonas que venían reclamando a los vecinos (con quienes todavía se mantienen técnicamente en estado de guerra).
Detrás del tratado hay intereses políticos y económicos
Con todo este trasfondo, no es casualidad que gran parte del texto del acuerdo esté dedicado a las cuestiones de la exploración y extracción de gas en las áreas que se están delimitando.
En sus primeros párrafos, el texto desarrollado por el equipo de mediadores estadounidenses encabezado por Amos Hochstein estipula que las coordinadas en las que se basa el tratado son Latitud: 33° 06′ 34.15″ N Longitud 35° 02′ 58.12″, Latitud E 33° 06′ 52.73″ N Longitud 35° 02′ 13.86″ E 3, Latitud 3° 10′ 19.33″ N Longitud 34° 52′ 57.24″ E y Latitud 33° 31′ 51.17″ N Longitude 33° 46′ 8.78″ E.
Las partes, añade el texto, reconocen que este acuerdo «establece una resolución permanente y equitativa de su disputa marítima».
Luego, en la Sección 2, la letra del tratado pone las cosas bien en claro: las partes «entienden que existe una perspectiva de hidrocarburo de viabilidad comercial actualmente desconocida», al menos parcialmente, en el área conocida como Bloque 9 del Líbano y el Bloque 72 de Israel.
Israel y el Líbano, continúa, aceptan que «se espera que la exploración» en busca de gas natural «comience inmediatamente después de que este acuerdo entre en vigor». Una provisión advierte que los operadores que elijan las autoridades libanesas deben ser «corporaciones internacionales de buena reputación que no están sujetas a sanciones internacionales».
Política y negocios
El acuerdo entrará en vigor cuando los gobiernos de Israel y el Líbano envíen a Washington sus respectivas cartas de aceptación.
Entretanto, el presidente libanés, Michel Aoun, celebró a mediados de octubre lo que llamó un «logro histórico» que depositó en manos de su país 860 kilómetros cuadrados en el Mediterráneo que eran disputados con Israel.
El Líbano, afirmó Aoun, «no concedió ni un solo kilómetro cuadrado a Israel». El presidente destacó además que su país toma el control total del campo de gas natural de Qana, a pesar de que algunas de sus partes se encuentran dentro de las aguas territoriales del país vecino.
Este acuerdo, añadió, «responde a los reclamos libaneses y preserva plenamente nuestros derechos». De paso, para congraciarse con los sectores más radicales en el país, Aoun aseguró que el acuerdo no representa «ninguna normalización con Israel».
Lapid, por su lado, logró que todos los ministros menos una de su gabinete aprobaran el tratado. El director del Consejo de Seguridad Nacional de Israel y jefe del equipo negociador, Eyal Hulata, declaró: «todas nuestras demandas fueron atendidas» y «los cambios que solicitamos fueron corregidos» en el texto.
«Protegimos los intereses de seguridad de Israel», añadió el funcionario, mientras que Lapid subrayó que el acuerdo «fortalecerá la seguridad» del país, «inyectará miles de millones en la economía» y «garantizará la estabilidad de nuestra frontera norte».
De paso, al abrir posibles caminos a una recuperación de la economía libanesa y fortalecer a los sectores más moderados, como los del propio Aoun, siguió Lapid, el acuerdo «evita una guerra» con Hezbollah.
El ministro israelí de Defensa, Benny Gantz, redondeó el concepto señalando que el tratado «tiene el potencial de reducir la influencia de Irán en el Líbano» y crea una nueva «ecuación de seguridad» en el Mediterráneo.
Volviendo al terreno económico, un análisis del portal de noticias libanés Naharnet advirtió que las autoridades de Beirut están «todavía muy lejos de las riquezas del gas», incluso cuando se implemente el acuerdo fronterizo.
Al Líbano le tomará varios años poder aprovechar las riquezas gasíferas del Mediterráneo
El tratado marca «un paso adelante, pero no significa que el Líbano se haya convertido en un país productor de gas o petróleo», dijo Marc Ayoub, del Instituto Issam Fares de la American University de Beirut.
En declaraciones a la agencia AFP citadas por Naharnet, Ayoub agregó que «estamos hablando de un plazo de cinco a seis años antes del primer gas» natural libanés extraído en el Mediterráneo, «siempre y cuando se encuentren yacimientos comercialmente viables».
Por el lado israelí, la situación es muy distinta. Con Leviathan y Tamar en funcionamiento, las exportaciones de gas israelí a Europa serán posibles «una vez que se inicie la extracción de gas del campo de Karish», algo que deberá ocurrir antes de fin de año, indicó un artículo del Osrodek Studiow Wschodnich (OSW), un reconocido centro de estudios del Oriente con base en Varsovia.
Como consecuencia del arranque de Karish, «Israel tendrá un excedente de gas de hasta 10 bcm», que podrá canalizar hacia Europa vía Egipto, precisó el informe de Karolina Zielinska.
Un Karish libre de la amenaza de Hezbollah una vez que entre en vigencia el acuerdo significará, en efecto, un ticket de entrada al mercado europeo para Energean y los israelíes.
Al reportar estas noticias, el diario económico israelí Globes subrayó la importancia del otro importante jugador en este proceso de negociaciones, además de Israel, Líbano y Estados Unidos: Francia, el país de mayor influencia en Beirut junto a Irán (con el viejo «tutor», Siria, fuera de escena a causa de su guerra interna).
Israel ???????? and Lebanon ???????? are ready to sign the maritime agreement regarding valuable natural gas exploration in the Mediterranean. Both sides are winners. The only losers are Hezbollah ???????? and the mullah terror entity ???????? who have now become totally irrelevant. pic.twitter.com/NeVhcNCbn3
— Avi Kaner ابراهيم אבי (@AviKaner) October 11, 2022
«No solo la preocupación por la paz regional, sino enormes intereses de negocios están detrás de la urgencia con la que las potencias impulsaron el acuerdo de Israel con el Líbano», escribió el analista Danny Zaken en Globes.
«¿Quién cree que recibirá las próximas concesiones para perforar en las aguas económicas del Líbano?»
«La forma en que el gobierno israelí, bajo la presión de Estados Unidos, se apresuró a alcanzar un acuerdo de fronteras marítimas con el Líbano hace sospechar que hay otros intereses detrás» del tratado, destacó el columnista.
Zaken apuntó en especial sobre «el entusiasmo» de Washington «y también de los franceses», en promover el acuerdo. «Esta urgencia -opinó- no se derivaba únicamente del deseo de estas potencias de lograr la estabilidad en la región».
El reportero citó una fuente anónima de la industria del gas que le recordó que, en Estados Unidos y en Francia, «las empresas de energía tienen un enorme poder político, poder que se ha fortalecido mucho con la crisis energética que comenzó hace un año y que se agravó considerablemente por la guerra en Ucrania y el cierre de los gasoductos de Rusia».
«¿Quién cree que recibirá las próximas concesiones para perforar en las aguas económicas del Líbano?», le preguntó la fuente a Zaken con aire enigmático.
«De conversaciones con fuentes estadounidenses y libanesas surge una imagen clara», dijo Zaken, según el cual el acuerdo fronterizo marítimo «tiene una importancia económica de gran alcance para el Líbano».
En ese marco, las empresas norteamericanas de energía, así como el gigante Total, que es propiedad del gobierno francés en un 50 por ciento «también se beneficiarán».
«Están en juego concesiones sobre varias reservas de gas más que aparentemente existen en las aguas económicas del Líbano», que justamente se ampliarán en 860 kilómetros cuadrados del área que estaba en disputa con Israel, concluyó el periodista, explicando algunas de las fuertes razones detrás de este caso en el que los negocios bloquearon el camino de la guerra.