La nave espacial israelí que debería haber tocado la superficie de la Luna la semana pasada quedó a pocos metros de concretar la hazaña, y el país, que quería convertirse en el cuarto que alcanzaba esa meta, se debió contentar con ser el séptimo en entrar en la órbita del único satélite de la Tierra. Pero como Israel es la «Start Up Nation», el lugar adonde los «fracasos» se convierten en nuevos emprendimientos y futuros éxitos, ya se habla aquí de «Bereishit 2».
Uno de los principales financiadores privados del proyecto, el multimillonario filántropo Morris Khan, ya anunció que el nuevo programa se pondrá en marcha, siempre a través de SpaceIL, la agencia espacial israelí.
Al igual que Bereishit 1, la nueva nave será financiada con fondos privados, se adelantó.
«A la luz de los maravillosos mensaje de apoyo, aliento y entusiasmo que recibí desde todo el mundo -dijo Khan-, decidí que vamos a establecer ‘Bereishit 2′».
«Vamos a enviar una nueva nave a la Luna y vamos a completar la misión», aseguró. «El domingo ya estará en marcha una ‘task force'» para arrancar con el plan, «nos vamos a sentar para desarrollar el proyecto y ponernos a trabajar», completó Kahn.
Las primeras evaluaciones técnicas indicaron que el primer problema ocurrió cuando la nave estaba a 14 kilómetros de la Tierra, indicaron voceros de SpaceIL. «A 150 metros, cuando se perdió la conexión con ‘Bereishit’, la nave se movía a 500 kilómetros por hora, haciendo la colisión inevitable», añadieron.
«Nuestros ingenieros piensan que una falla en uno de los componentes causaron que el motor principal se apagara, haciendo imposible desacelerar la nave para el descenso», dijeron. Cuando el motor estaba arreglado, agregaron, «la velocidad era ya demasiado alta» como para evitar el choque».
«Bereishit» fue un proyecto multifacético para Israel, no solamente un motivo de orgullo nacional. Además de la proeza técnica y de sus objetivos -estudiar factores electromagnéticos de la Luna-, el programa incluyó una amplia participación de estudiantes israelíes, como parte de un gran plan para difundir la tecnología y la ciencia en el país.
«Ya se habla de ‘Bereishit 2’ y hacia allá vamos», le dijo a IsraelEconómico el diplomático Leo Vinovezky, el director de la oficina de Cooperación Internacional de la agencia espacial israelí.
«Hay una canción israelí que habla justamente de eso, de levantarse una y otra vez, como nos enseña nuestra historia: ‘Lakum majar baboker velehatjl miberesheet'», hay que levantarse otra vez mañana y empezar desde cero, aseveró.
«Muchas veces un sueño trae esperanza porque lo vemos como posible y cuando ese sueño se concreta se transforma en una realidad creando el proximo sueño y así», afirmó Vinovezky, quien nació en Argentina y es un diplomático de carrera en Israel.
– Mirando ahora en perspectiva, ¿por qué se embarcó Israel en un proyecto que, a priori, sonaba como un sueño o una prioridad un poco lejana?
– Habría que definir qué es un sueño, y qué es un milagro. Israel desde siempre se ha caracterizado por intentar ser vanguardia en temas científicos y tecnológicos, por examinar el presente e imaginar el futuro. Hace décadas ya que el cielo no es el límite ni para la academia ni para la industria espacial israelí.
– ¿Cuál fue su papel en este proyecto?
– Desde septiembre del 2017 soy el representante de la cancillería israelí en la Agencia Espacial y como tal dirijo las relaciones internacionales. Desde mayo del 2018 me tocó organizar la visita del jefe de la NASA a Jerusalén, que luego nos visitaría en julio. Atentos a la política en la cual creen muchas agencias espaciales de retornar a la Luna, allí surge la posibilidad de presentarle el proyecto de SpaceIL y a partir de ahí, de ensayar una cooperación tecnológica con «Bereishit».
Paso a paso me fui ocupando de generar acuerdos entre las partes que finalmente el director de la Agencia Espacial y el jefe de la NASA firmaron en Bremen, Alemania, con SpaceIL de testigo. A la par me ocupo asimismo de difundir el proyecto entre nuestras embajadas en el exterior y esto incluye tambien entre las Naciones Unidas, especialmente en Viena.
– ¿Cuando nació el proyecto Bereishit, arrancó solamente como un programa tecnológico o siempre fue una idea con varios frentes: científico, diplomático y educativo?
– Comenzó en realidad como un encuentro entre tres amigos que se planteaban participar en la competicion de Google X Lunar Prize. Más tarde ese tremendo conocimiento que traían ellos se tradujo en toda una organización con profesionales, filántropos y voluntarios.
La Agencia Espacial Israelí en el Ministerio de Ciencia y Tecnología también aportó lo suyo porque creyó en estos jóvenes científicos soñadores y en las industrias israelíes, algunas de renombre mundial.
– Más allá de los problemas con el alunizaje, ¿cuáles cree que son las «ganancias» de Israel con «Bereishit»?
– Así como en Estados Unidos creen en el «efecto Apollo», nosotros ya creemos en el «efecto Bereishit». Ver millones de personas en el mundo entero felicitándonos significa que ellos no olvidarán la hazaña. Más y más gente estudiará Ciencia, Tecnología, Matemáticas e Ingeniería, y eso no es poca cosa.
Incluso muchos chicos que no estudian esas materias se identificaron con el mensaje y con la narrativa de «Bereishit». Lo veo a través de los distintos grupos y círculos de los que soy parte y el entusiasmo es notorio y emocionante.
Como dijo el presidente Reuven Rivlin, no le tememos a los desafíos, estamos orgullosos de hasta donde hemos llegado y, en todo caso, este contratiempo solo nos motiva aun más.
En la residencia del presidente, luego de presenciar la transmisión, viendo chicos con desazón, nos invitó a cantar el Hatikva y eso fue muy fuerte. Estuvimos a pocos minutos de alunizar, no tengo dudas que sabremos aprender de esta experiencia.
Además, a nivel diplomático y en general de posicionamiento de Israel, este emprendimiento nos permite abrir el corazón de públicos de los más diversos. Lo veo en Argentina, en Rusia, en Brasil, en Colombia, en Australia, en los Estados Unidos. Y obviamente estamos abiertos a futuras colaboraciones espaciales con agencias del mundo entero.
El mundo entero cree en lo que se denomina «New Space» y la nueva forma de financiar sueños que se convierten en realidad a través de esfuerzos públicos y privados, logrando que el pueblo sienta que puede ser parte de un proyecto semejante.
Leo Vinovezky nació en la ciudad argentina de Rosario e inmigró a Israel en 1987. Fue «moré» (maestro) en la escuela hebrea Jaim Najman Bialik y ya desde joven tenía dos objetivos: ser miembro de un kibbutz y representar algun día a Israel. «Hoy soy javer (miembro del) kibutz Maggal y también diplomático», subraya. «En unos meses comenzaré una nueva misión, esta vez como embajador de Israel en Costa de Marfil, Togo, Benin y Burkina Faso», adelantó. Antes sirvió como diplomático en Uruguay, Brasil, Estados Unidos, Etiopía, Ruanda y Burundi.