La brasileña Katia Cytryn-Silverman dejó en 1987 sus estudios de Ciencias de la Comunicación en Rio de Janeiro y emigró a Israel para cumplir su sueño de vivir en el Medio Oriente, de donde provenían las historias que la fascinaban de pequeña. Y aquí encontró un «paraíso» para arqueólogos
Katia había estado poco tiempo antes en Israel con un grupo de jóvenes brasileños que habían viajado gracias a un plan comunitario de aquella época, conocido como Tapuz, para conocer la tierra milenaria de los ancestros.
«Decidí abrazar esta profesión justamente porque durante aquellos paseos con Tapuz recorrimos varios sitios arqueológicos«, le cuenta Katia a IsraelEconómico.
Además, la «madrijá» o coordinadora de su grupo era también brasileña, de Recife… y arqueóloga.
«Quedé encantada con lo que ella nos mostraba, y encantada con lo que ella estudiaba: eso me entusiasmo y me abrió una curiosidad muy grande«, recuerda.
Apenas volvió a Brasil después de los dos meses de paseos y actividades en Israel, Katia puso sus cosas en orden y regresó a Israel, esta vez como nueva ciudadana.
Aquí estudio Arqueología en la Universidad Hebrea de Jerusalén, se recibió, y poco tiempo después ya estaba protagonizando importantes hallazgos, además de desempeñarse como profesora en dos secciones de la casa de altos estudios en la capital: el Instituto de Arqueología y el Departamento de Estudios Islámicos y del Oriente Medio.
Para Katia, la arqueología resultó también una manera distinta de conectarse con su nuevo país. «Sentí que esa era la forma más directa para relacionarme con Israel, que la arqueología era la forma más real y que me dejaba ‘tocar’ Israel«, confiesa.
Su primera excavación «oficial» fue en la antigua ciudad israelita de Gamla, en las alturas del Golán.
«Todavía no entendía bien lo que estaba haciendo, pero la experiencia de cavar, de conocer esa gente, las condiciones en el terreno, eso reforzó fuertemente mi voluntad de aprender arqueología», señala Katia.
La arqueóloga brasileña cuenta que su especialización en arqueología islámica parece haber tenido una importante influencia del destino: no solamente fue su primera clase en la Universidad Hebrea referida a esa materia, sino que sus libros preferidos de la infancia eran aquellos ambientados en el misterioso Medio Oriente.
«Me gustaban las historias relacionadas con el desierto -relata-, me fascinaban los filmes con temas orientales y las historias de Las mil y una noches, que leía en su versión infantil».
Ya en Israel, en el corazón del Medio Oriente, Katia pudo concretar esos sueños y lentamente se fue especializando en temas islámicos.
En la ciudad de Tiberíades la esperaba su gran hallazgo: durante una serie de excavaciones en la histórica ciudad sobre el Mar de Galilea, Katia descubrió que las ruinas de un antiguo edificio no pertenecían a un mercado al aire libre sino a una mezquita construida en el siglo VIII de la era cristiana, en la época del califato Omeya.
«Ese hallazgo fue muy importante para la arqueología islámica a nivel global y me dio la oportunidad de recibir fondos para nuevas excavaciones y recorrer el mundo presentando mis tesis y descubrimientos», dice Katia.
Desde el 2009, Tiberíades es el centro de las investigaciones de la arqueóloga brasileña, adonde también excavó en la catedral que se encuentra junto a la mezquita y que es la prueba de un período de tolerancia religiosa en la región.
«Todavía no encontramos la sinagoga, junto a la mezquita y a la catedral, eso sería lo ideal«, dice Katia esperanzada en nuevos hallazgos.
¿Cómo se puede describir la labor de una arqueóloga en el país? Katia dice que, para quien disfruta de la arqueología, «no hay dudas de que Israel es un paraíso».
«No es el único del mundo, porque hay otras lugares donde se hace un agujero en la calle y se encuentran restos arqueológicos, como Italia, donde la situación es muy parecida», compara la profesora.
«Tampoco hay dudas de que estos lugares son un privilegio para aquellos a los que les gusta tocar el pasado, porque aquí la arqueología es muy intensa -continúa-. Cuando se hace una calle nueva, cuando se pone en marcha una infraestructura urbana o se trabaja en los campos, de repente empiezan a surgir vestigios de tiempos pasados».
Katia subraya que, en términos históricos y prehistóricos, Israel se encuentra en «un lugar muy especial, un puente de civilizaciones entre Africa, Europa y Oriente, donde muchas cosas sucedieron».
Para esta arqueóloga brasileña, que tiene dos hijos israelíes, muchos de los sueños generados por aquellas lecturas infantiles de relatos ambientados en el desierto se están concretando. Es como «una excavación completa», asegura.