Hollywood se quedó con la boca abierta: una de sus mayores divas, Marilyn Monroe, había decidido convertirse al judaísmo. Detrás de la noticia bomba, uno de los romances más inesperados del siglo pasado en Hollywood.
Aunque brilló fugazmente, alimentó la imaginación de millones: Monroe, la mujer más deseada del mundo en ese momento, se casaba el 29 de junio de 1956 con el cerebral y exitoso dramaturgo judío Arthur Miller.
Se habían conocido en 1950 en Los Angeles, adonde Miller había ido a presentar un guion a una productora cinematográfica. Marilyn salía en ese momento con un amigo del dramaturgo, el director Elia Kazan, y Miller atravesaba un mal matrimonio.
Fue precisamente a través de Kazan que se conocieron. Miller -aunque deslumbrado por la belleza y carisma de Marilyn- actuó como un caballero y la relación comenzó como una amistad, algo que asombró a la actriz, acostumbrada a generar impulsos instantáneos en los varones.
Conocer a Miller fue una experiencia tranquila y agradable, como tomar «una bebida fría cuando has tenido fiebre», le contó la actriz a una amiga.
A la actriz la impactó la caballerosidad del escritor judío de Nueva York
Después de eso, siguieron conectados por carta, Marilyn desde Hollywood, en California, y Miller desde la ciudad de Nueva York.
Monroe y Miller «no volvieron a encontrarse en persona hasta 1955 después de que ella se mudó a la ciudad de Nueva York para estudiar en el Actors Studio», relata la investigadora Sara Kettler.
Tras su breve matrimonio con el beisbolista Joe DiMaggio, que duró menos de un año, la actriz estaba soltera y, añade Kettler, «todavía estaba muy interesada en Miller».
Con el romance finalmente concretado, la estrella de «Some Like It Hot» y el autor de «Death of a Salesman» -diez años mayor que la actriz- se casaron en la oficina de un juez de paz en White Plains, en el estado de Nueva York.
Pocos días después, el 1 de julio, celebraron una ceremonia de casamiento judía.
Arthur Miller «pensaba que yo era una especie de ángel», dijo alguna vez Marilyn
A pesar del amor y de la admiración mutua, después de cinco años el matrimonio se desmoronó. Entre las principales causas, además de infidelidades, Marilyn se culpaba a sí misma por los abortos espontáneos que sufrió en 1957 y 1958, probablemente a causa del abuso de drogas y alcohol.
La estrella era consciente de sus propios demonios. En una carta que le escribió a Lee y Paula Strasberg, la actriz confesó que Miller «pensó que yo era una especie de ángel», pero después se dio cuenta de «que estaba equivocado».
Las diferentes personalidades hicieron el resto -Miller el sofisticado intelectual y Monroe la sex symbol a la que algunos consideraban (muy erróneamente) poco inteligente- y finalmente anunciaron su divorcio en noviembre de 1960.
De todas maneras, y a pesar de los rumores y de sus diferencias, se trató del matrimonio más duradero para Marilyn Monroe, quien se había convertido al judaísmo para casarse con Miller y, después de la separación, se mantuvo unida a su nueva religión hasta su muerte, el 4 de agosto de 1962.
«Me puedo identificar con los judíos -dijo alguna vez Monroe-: todos los atacan, independientemente de sus acciones, como a mi».