Cuando todavía no existían internet ni las redes sociales, un hermoso tema sobre Jerusalén -difundido poco antes de la reunificación de la ciudad en la Guerra de los Seis Días- se hizo famoso en todo el mundo, como una primitiva clase de canción «viral».
Obviamente no es «Jerusalema», el éxito pop bailable que arrasó internet durante el 2020 y que puede ser considerada en Jerusalén su «segundo» tema musical global.
Se trata, por supuesto, de Ierushalaim shel zahav, o Jerusalén de oro, como se conoce en español a la canción escrita por Naomi Shemer, quien, como muchos otros artistas israelíes, comenzó a desarrollar profesionalmente su vocación durante el servicio militar.
Shemer, quien luego sería conocida como la «Primera Dama de la canción israelí», había nacido en el kibutz Kinneret, en el norte de Israel, el 13 de julio de 1930, cuando el territorio todavía se encontraba bajo el mandato británico.
La inspiración de una gran compositora
Luego de tocar en bandas musicales del ejército israelí en sus años de recluta, y de estudiar en la Academia Rubin de artes de Jerusalén, Naomi compuso en su juventud algunas canciones que se convirtieron en grandes clásicos de la música local, entre ellas nada menos que Majar (Mañana) y Hurshat Ha’Eucalyptus (El bosque de eucaliptos).
Pero el momento en que Shemer ingresaría al legado histórico de la cultura judía e israelí la esperaba en 1967, cuando presentó Ierushalayim shel zahav para el Festival HaZemer -el legendario festival israelí de la canción-, a pedido del entonces alcalde de la ciudad, Teddy Kolek.
El tema fue interpretado por una -en aquel momento- desconocida cantante folk, Shuli Nathan, quien participó fuera de competición en el certamen, cuyo primer premio fue para Mi iodea kama, interpretada por Mike Burstyn, con música y letra de Ya’akov Hollander y Rimona Di-Nur, respectivamente.
La autora de «Majar» compuso la canción a pedido del entonces alcalde de Jerusalén, Teddy Kolek
En aquel 1967, antes de la guerra de junio, Kolek había encargado a varios compositores que prepararan canciones para celebrar Jerusalén, ya que -al parecer- el archivo musical nacional no contenía temas dedicados a la ciudad más sagrada para los judíos escritas después de 1948, el año de la declaración de la independencia.
La autora de Majar fue la única que cumplió con el pedido de Kolek a tiempo para el Festival HaZemer. Y Jerusalén de oro se convirtió en un gran éxito que aumentaría todavía más, muchísimo más, cuando -durante la guerra- la autora modificó la letra señalando la reunificación de la capital.
Cuenta la leyenda que Naomi estaba a punto de cantar para un grupo de paracaidistas cuando se entero que la Ciudad Vieja de Jerusalén, incluyendo el Muro de los Lamentos, había sido reconquistada por el ejército de Israel.
Sin decirle nada a los soldados, la cantante encontró la forma de «informarlos» sobre los sucesos en el frente.
Así fue que cambió el párrafo que hablaba con melancolía del shuk que desde hacía décadas no se podía visitar, y escribió «hemos retornado» al mercado y el Monte del Templo.
También actualizó el tiempo verbal que, ahora, habla del «shofar que llama», en presente, desde los sitios sagrados de la ciudad.
Jerusalén de oro tuvo, y sigue teniendo, muchas versiones, pero sin duda una de las más recordadas es la interpretación que hizo la enorme Ofra Haza en 1998, durante las festividades para celebrar los 50 años de la creación del estado de Israel.
Cuando alguien se atrevió a proponer la canción como himno de Israel, Shemer respondió: «el HaTikva es irremplazable»
La «Primera Dama de la canción israelí» siguió escribiendo hasta poco antes de su muerte, y su última obra fue un homenaje al astronauta israelí Ilan Ramon, quien formaba parte del transbordador espacial estadounidense Columbia que estalló en el 2003.
Shemer falleció en junio del 2004 en un hospital de Tel Aviv, a los 73 años de edad, después de una larga lucha contra el cáncer, y fue enterrada en el kibutz Kinneret, adonde había nacido, con vista al lago sobre el que escribió muchas canciones.
En lugar de discursos, pidió que en su funeral se cantaran tres de sus canciones, incluyendo El bosque de eucaliptos.
Durante su vida, la autora recibió incontables homenajes en Israel y alrededor del mundo, en gran parte gracias a Jerusalén de oro, presente en miles y miles de hogares judíos en decenas de países.
Tal fue el éxito de la canción que no faltó quien propusiera convertirla en el himno de Israel. De hecho, se cuenta que, pocos años después de la Guerra de los Seis Días, el entonces parlamentario Uri Avneri se reunió con Naomi para presentarle la idea.
«Me gusta el HaTikva, es irremplazable», fue la contundente respuesta de la cantante, aun cuando Jerusalén de oro ya era prácticamente una canción «viral» alrededor del planeta.